Nuevos nombres para calles quiteñas

 Juan Paz y Miño/ Historiador

El Municipio del Distrito Metropolitano de Quito ha tomado en sus manos la difícil tarea de cambiar los nombres de algunas calles de la ciudad para colocar los de aquellas mujeres que por múltiples razones se han destacado en la historia nacional.

Conozco que esa tarea ya ocasionó la resistencia de los vecinos de la calle “Toribio Montes”, que en adelante se llamaría “Rosa Montúfar”, una de las mujeres próceres de la época de la Independencia.

Ellos consideraron que el cambio afectaba una serie de intereses, incluso aquellos exclusivamente individuales.

Los historiadores hemos tenido una inquietud similar a la del Municipio de Quito en nuestros propios gremios profesionales. Con motivo del Bicentenario de la revolución del 10 de Agosto de 1809, algunos colegas han realizado serias y fundamentadas reflexiones sobre los nombres que tienen una serie de calles de la ciudad de Quito, pues consideran que merecen ser cambiados.

También entre los historiadores ha surgido el criterio de que sería necesario cambiar los nombres de ciertas plazas e incluso se ha llegado a considerar que algunos personajes de nuestra historia no merecen tener estatuas. Y estamos hablando de personas que han dedicado su vida a la investigación histórica, se identifican por sus trabajos académicos con los intereses de la patria y de la plurinacionalidad ecuatoriana y tienen un compromiso con la verdad y la objetividad precisamente por ser historiadores.

El problema que una propuesta de cambio de nombres enfrenta en la ciudad de Quito es la tradición y la falta de criterio histórico.

Se ve ahora la importancia que tiene para una sociedad el cultivo de una cultura-histórica. Porque, finalmente, de lo que se trata es de que sean valorados los personajes, hombres y mujeres, que auténticamente han respondido a la construcción de la sociedad ecuatoriana.

A estas alturas de los tiempos, los quiteños tenemos que reconocer que muchos de los “héroes” de nuestra historia no lo son y que algunos de los nombres de las calles de Quito se colocaron sin meditar seriamente en quiénes eran los personajes y qué hicieron en su época.

No es lo mismo llamar a una calle “Eugenio Espejo”, prócer de nuestra Independencia o llamar a otra “Toribio Montes”, un presidente de Audiencia encargado de reprimir y liquidar a la revolución emancipadora de Quito en 1812.

¿Es posible que conviva el nombre de la calle “Antonio José de Sucre”, conductor de la Batalla del Pichincha del 24 de mayo de 1822, que selló la independencia del Ecuador con el de “Melchor de Aymerich”, quien fue el jefe de las tropas realistas en esa misma batalla?

Y tenemos nombres indígenas cruciales en nuestra historia ecuatoriana: Fernando Daquilema, Dolores Cacuango, Tránsito Amaguaña, etc.

La discusión sobre la nomenclatura de una ciudad es también un asunto no solo cultural, sino evidentemente político. No es lo mismo destacar a algún conquistador que arrasó pueblos que exaltar a los próceres de la revolución de Quito.

Pero la mejor forma de evitar caer en las manipulaciones políticas sobre la historia es lograr que los ciudadanos conozcan y comprendan a quien corresponde cada nombre usado en su ciudad. Una labor paciente y compleja de educación cívica e histórica.

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