Pacientes esperan ser atendidos en el área de Emergencia Respiratoria del Hospital Enrique Garcés, sur de Quito. Foto: Patricio Terán / El Comercio
Contradictoriamente, tras la llegada de más de 20 millones de vacunas a la región, el contagio por coronavirus está aumentando a mayor velocidad.
“El covid-19 no está retrocediendo ni la pandemia está comenzando a desaparecer”, advirtió Carissa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
La pandemia es particularmente grave en América del Sur, que acumula más de 3 millones de infectados. Los decesos están creciendo y la ocupación de camas en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) supera el 80%.
EL COMERCIO comparó la tasa de incidencia acumulada de casos de Quito con las de otras ocho capitales sudamericanas. Al ubicar de menor a mayor, la capital está en cuarto lugar, con 3 743 contagios por cada 100 000 habitantes, hasta el pasado 27 de este mes. Este indicador, además, lo posiciona por debajo del promedio de las nueve urbes.
Empero, la capital ecuatoriana ha superado los 100 000 infectados y se vive una situación crítica por la saturación de áreas de emergencia y 96% de ocupación en las UCI.
Asimismo, hay un 54% más de muertes durante este mes respecto del promedio de los tres años anteriores al 2020, según la Secretaría de Salud.
El Distrito registra la mayor cantidad de pruebas para identificar a los positivos a escala nacional: 448 000 muestras tomadas, lo que representa el 16% de la población y 161 por cada 1000 personas. Sin embargo, aún es bajo al comparar con las cifras regionales.
La ciudad con la menor tasa de prevalencia del virus en este momento es Montevideo, (Uruguay), aunque sus autoridades han reconocido un repunte de casos y la ocupación de camas en UCI ha llegado, en promedio, al 35%, lo cual es considerado “zona roja”.
Los gremios médicos exigen restringir la movilidad, pero el Gobierno “no cree en un estado policíaco” y no confinará a su población. Lo afirmó su presidente Luis Lacalle.
Al otro extremo de Montevideo se encuentra Buenos Aires, con cerca de medio millón de infectados y una tasa de incidencia de 14 338 casos por cada 100 000 habitantes, la más alta de las ciudades analizadas.
En esa ciudad, el desasosiego crece al pasar del 60% de ocupación de terapia intensiva y afrontar la circulación comunitaria de las cepas de Manaos (Brasil) y California (EE.UU.).
El ecuatoriano Arturo Cervantes, de 31 años, vivió la cuarentena allí, de marzo a noviembre del año pasado. Esta medida -señala- ayudó a que las casas de salud no colapsaran. “Había hospitales llenos, pero nunca se vio gente muriendo en las calles”, como ocurrió en Guayaquil. Aún hay restricciones, sobre todo en las noches y madrugadas.
En 110 distritos bonaerenses se suspendieron entre las 02:00 y 06:00 las actividades comerciales, deportivas, culturales y recreativas.
Detrás de Buenos Aires, en cuanto a la incidencia del virus, está Brasilia. Allí la segunda ola de la pandemia parece no tener freno, con UCI colapsadas y una inmunización, que al igual que en Quito, avanza a paso lento.
El aumento en los casos se ha atribuido a la propagación de la variante de Manaos, que de forma preliminar pudiera ser hasta dos veces más transmisible que la versión original.
Mientras en Brasilia se exigen medidas, en Bogotá (Colombia) ya se habla de un tercer pico de contagios, por lo que las recomendaciones de la Alcaldesa fueron no viajar y no ir a las iglesias en Semana Santa, además del toque de queda.
En el caso de Chile hay tres factores que lo diferencian del resto: incrementó la capacidad de diagnóstico por PCR, tiene la campaña más rápida de vacunación y parece estar a punto de ser uno de los primeros países del mundo en alcanzar la inmunidad de rebaño.
Pero ninguna de estas tres variables impidió la escalada actual de contagios, que lo ha llevado nuevamente al confinamiento.
Margarita Romano, de 32 años, reconoce que la negociación anticipada de vacunas fue un acierto, pero hoy está en el encierro, en Santiago.“Parece que la gente se relajó mucho con la vacunación”.
Lima (Perú) es otra ciudad golpeada por la cantidad de contagios y fallecidos. Bruno Macha, de 32 años, dice que el impacto del virus en la vida de los limeños no fue inmediato.
Los principales afectados fueron los policías, que estaban en primera línea. “Como no se sabía mucho del virus, en los operativos por el toque de queda, a los detenidos se los juntaba en un mismo patrullero. Así se convirtieron en los más expuestos al contagio”.