Michal , 4 años de edad , se encuentra en una cama mientras esperar el final de los bombardeos en el distrito Petrovski de Donetsk , en el este de Ucrania. Los menores pasan la mayor parte de su tiempo bajo tierra. Foto: AFP
Los niños de la región ucraniana de Donesk (este de Ucrania) pasan sus días bajo tierra, intentando “matar el tiempo” y olvidar el miedo provocado por los bombardeos entre el ejército y los separatistas prorrusos.
Más de mil niños “vienen regularmente a los refugios” de Donesk, aseguraba recientemente UNICEF.
Desde el comienzo de los combates hace casi diez meses, los bombardeos han sustituido el ruido del timbre del colegio y el día a día de los niños transcurre al ritmo del fragor de la guerra.
Cuando es posible, la mayoría se queda en casa. “En cuanto empieza el bombardeo, bajamos. Llevamos aquí más de diez días”, explica Liudmila Tarasova, la abuela de Artiom, de 10 años.
Es mediodía pero el niño está en cama, en un refugio del barrio de Kievski, cerca del aeropuerto de la ciudad.
Con la mirada fija en el ordenador, juega a encontrar objetos escondidos en un castillo. “Pero mis preferidos son los juegos de coches”, precisa.
“A veces salgo fuera para tomar el aire, pero no puedo jugar mucho tiempo”, lamenta.
Hay tres niños en este refugio de la época soviética que acoge a unas cuarenta personas diez metros bajo tierra.
‘Mis amigos se han ido’
“Casi todos mis amigos se han ido. Están en Rusia”, dice. A falta de amigos, juega entre las camas al escondite con las gemelas Sofía y Rada, de seis años.
También dibuja. “Coches, el logotipo del Shaktar Donetsk (el club de fútbol local), personas, la Tierra…”, enumera. Pero en la pared sólo se ven dibujos de tanques, cañones y lanzacohetes.
Otro representa a un soldado de pie delante de otros tres arrodillados. “Perdón por los bombardeos” , “ No lo volveremos a hacer” , “Lo prometemos” , se lee en los dibujos.
Artium , 10 años de edad , posa junto a sus dibujos que cuelgan en las paredes de una vivienda en el distrito Kiyevski de Donetsk, en el este de Ucrania. Foto: EFE
A Sofía también le gusta dibujar, “sobre todo ponis” . Su familia aprovecha una aparente calma para regresar unas horas a su casa, situada cerca.
La niña colorea. Alentada por su abuela levanta la vista para cantar el himno de la “República” popular de Donetsk y una canción en honor al presidente ruso Vladimir Putin.
Cuenta que quiere ser “pintora” . Artiom prefiere “ver mundo”. “Si la guerra continúa me gustaría ir a Rusia. Si no a Londres -explica- o a cualquier sitio para pasear”.
En Petrovski, un distrito al oeste de Donetsk, Ania, de 11 años, y su hermana Olesia, de 3, salen en contadas ocasiones del sótano de su edificio.
En este sector, a dos kilómetros del frente, los obuses caen cerca. “No me alejo de la puerta”, explica Ania.
“Por la noche se oye ‘bum’ muy cerca de aquí y me despierta”, describe la niña, cabizbaja.
“Al principio lloraban todo el tiempo. Ahora se han acostumbrado”, suspira su abuela.
Ania también tiene pocos amigos. Espera con impaciencia a que llegue el miércoles para recibir la llamada de su profesor de Donetsk, que le da clases por teléfono, corrige sus ejercicios a distancia y le pone otros nuevos para hacer.
La escolaridad de los niños de Donesk ha quedado prácticamente entre paréntesis. Las escuelas reabrieron en octubre, pero fueron cerrando progresivamente desde diciembre.
“Los deberes son como vacaciones” , afirma la abuela de Ania. “Aquí no hay nada que hacer más que comer, dormir, comer, dormir…” , abunda Natalia Snijkovskaya, la madre de Micha, un niño rubio de cuatro años.
Los más pequeños no se enteran de lo que ocurre. Dos abuelas lloran en una esquina del sótano al escuchar el estruendo de los bombardeos, pero Olesia canturrea sentado en una silla y Micha está absorto en una carrera de coches en su ordenador.
Sin embargo su hermana mayor, Ania, se preocupa, “tiene miedo” . Cuando se le pregunta por su sueño, busca una respuesta con la mirada y se echa a llorar.