En los colegios de Cañar, los profesores hablan de los problemas que puede generar la migración sin documentos en regla. Foto: XAVIER CAIVINAGUA / EL COMERCIO
René les había confiado a sus compañeros del aula sobre su arriesgado plan de migrar a EE.UU. Por eso, ellos sabían que si un día faltaba a clases, seguro que había emprendido la travesía.
Así fue, pero no tuvo suerte y regresó a las dos semanas. Eso ocurrió a finales del año anterior cuando René tenía 16 años.
Cuando lo deportaron se sentía el hombre “más infeliz de la tierra”. Estaba molesto y callado. No se dejó ayudar y asumió una actitud agresiva con todos, contó la psicóloga de un centro educativo de Cañar donde estudiaba. A las pocas semanas repitió el viaje y llegó.Estos casos ocurren con frecuencia en Cañar.
Cifras de la Cancillería revelan que desde octubre del 2013 a septiembre pasado, 647 niños ecuatorianos fueron aislados en la frontera de Estados Unidos cuando intentaban ingresar de manera irregular. La mayoría de ellos precisamente es de esa provincia del Austro, según las autoridades de migración. Esto sin contar con los que vuelven por cuenta de los mismos coyotes.
Cañar está atrapada en la migración de esa población y los centros educativos son el termómetro que mide ese fenómeno. Los psicólogos coinciden en que cuando los adolescentes y jóvenes no alcanzan a llegar a su destino o sufren violencia en el viaje asumen de manera diferente el trauma.
Generalmente son susceptibles a trastornos psicológicos como ansiedad, estrés, depresión, agresividad… Para enfrentar estos problemas es necesaria la asistencia psicológica, precisó la psicóloga del colegio donde estudiaba René. El año lectivo anterior nueve estudiantes migraron y se conoce de nuevos alumnos con el mismo interés.
¿Qué se hace frente a esto? El pasado 23 y 24 de octubre se dio el Tercer Encuentro sobre Migraciones de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Azogues fue la sede por ser parte de la provincia que registra la mayor salida irregular de menores.Fueron invitadas las autoridades de los centros educativos de la provincia. El tema más importante fue sobre el éxodo riesgoso de los menores y se recordó el suicidio de Joselyn, de 12 años, en marzo pasado, en un albergue de México. Allí ingresó cuando fue hallada en manos de un coyote para cruzar la frontera.
De allí los docentes salieron con el compromiso de desarrollar charlas de concienciación sobre este fenómeno con sus estudiantes. Sin embargo, la mayoría de centros no cuenta con un departamento especializado. Por ejemplo, en un centro educativo hay 334 alumnos y el 80% son hijos de migrantes.
Cuando las autoridades llaman a las reuniones de padres de familia llegan como representante el abuelo, la tía, la vecina… con quien quedó encargado. De ahí, el año lectivo anterior migraron 10 menores.
Según las autoridades del centro, cuando necesitan atención psicológica para un estudiante pide ayuda del Ministerio de Salud. De esta forma asisten chicos que tienen problemas de alcohol, droga, reportan baja autoestima, desmotivación por el estudio…
Una encuesta realizada por el proyecto Migración Internacional y de Desarrollo Local de la U. de Cuenca en tres centros educativos de un cantón de Azuay reveló que para sus estudiantes la migración es separación familiar. Por debajo mencionan temas como el sacrificio personal, búsqueda de nuevas oportunidades, explotación, riesgos…
Ese estudio se está elaborando en Cañar. Para la investigadora del proyecto, Blanca Pesántez, lo más duro para los hijos es cuando migra la madre y muy pocos lo toleran. En ese momento se sienten desprotegidos. Reclaman afectividad, no hay quien los guíe, los oriente, los ayude en las tareas, les asista en sus necesidades…
La investigación realizada confirmó que no hay una correspondencia entre la necesidad de los estudiantes que requieren atención psicológica y las instituciones que lo otorguen. “De los tres centros estudiados, dos tenían áreas especializadas. En el otro notamos que sí hacía falta ese departamento para atención de los estudiantes”, señaló Pesántez.
Los profesores han sido testigos de casos dolorosos de hijos de migrantes con consecuencias lamentables. Por ejemplo, en una ocasión una inspectora le pidió a un estudiante que abandonara el colegio porque había llegado sin el uniforme. Su maestra salió tras él para preguntarle ¿por qué no lo arregló el fin de semana?Pero el estudiante, de 16 años, respondió con gritos y llanto.
“Entiendan que no tengo ni padre ni madre que me ayude. Ellos me hacen falta… No tengo a quién contarle que me duele la barriga, a quién abrazarle y decirle que le quiero, a quién pedirle un consejo… mi madre ni me llama…”.
Al tiempo, el joven se metió en las drogas. Fue internado en un centro de recuperación donde supuestamente fue violado. Cuando ya estaba reincorporado al colegio faltó tres días y fue encontrado muerto en la parroquia Sageo, del cantón Biblián. Este caso ocurrió hace más de un año.
En otra ocasión, un padre regresó a los 14 años de EE.UU. y buscó a su hijo en el colegio, porque quería conocerlo. Las autoridades no sabían cómo actuar, pero optaron por no permitirlo porque pudo provocar un shock. Maestros dicen que para el reencuentro deben prepararse psicológicamente.