En la comuna Chigüipe, los niños y jóvenes muestran las tradiciones a los turistas que visitan el Centro Turístico Tolón Pelé. Foto: Juan Carlos Pérez / EL COMERCIO.
Los niños y jóvenes de la Escuela Cultural y Comunitaria Tolón Pelé, de la comuna Chigüilpe deben mostrar la cultura tsáchila a los turistas como parte de la metodología de estudios.
Ellos les enseñan a bailar y la importancia de los instrumentos musicales como la marimba, elaborada con materiales del medio como el pambil.
El domingo pasado, por ejemplo, varias familias de la Sierra visitaron la comuna. Ellos los recibieron con su atuendo tsáchila, que se compone de faldas a rayas de varios colores en las mujeres y blanco con negro en los hombres. “Nos gusta enseñarles lo que aprendemos en nuestras clases en la comuna”.
Los jóvenes ubicaron a los turistas en una choza de madera, donde desde hace dos años reciben clases de danza, música y el idioma tsáchila.
Según Albertina Calazacón, líder de Tolón Pelé, una de las ambiciones del proyecto turístico era fomentar la cultura.
Por ello crearon una escuela, que funciona los fines de semana en temporada baja de turistas y entre semana cuando hay más afluencia de visitantes. Ellos buscan que los estudiantes difundan la cultura ancestral. “Al principio fue difícil que los niños y jóvenes se interesaran por la cultura, pero de a poco aprendieron a sentirse orgullosos de sus raíces”.
Pero en la escuela no solo se enseña a los niños a relacionarse con los turistas. También aprenden sobre el significado de cada elemento tsáchila.
Por ejemplo, cada poné (curandero en español) tiene un sonido especial para invocar a los dioses durante los rituales chamánicos.
Jorge Calazacón, de 15 años, afirma que en la escuela no aprenden a tocar la marimba por medio de notas musicales, como lo hacen en los conservatorios, sino que tratan de imitar los sonidos de la naturaleza. “Así lo aprendieron nuestros antepasados”.
Por ello, los jóvenes de la escuela llevan a los turistas al río y a los senderos del bosque para que escuchen los sonidos naturales. Luego, los músicos tocan el din dika, que es un instrumento hecho con trozos de madera pambil. Este aparato entona sonidos como el de los afluentes al chocar con las piedras o el de la lluvia al caer sobre los árboles. “Es una experiencia mágica escucharlos tocar y bailar con ellos”, aseguró la turista quiteña, Maritza Robles, que llegó el fin de semana.
En la comuna Poste, ubicada en el noroeste de Santo Domingo, también funciona una escuela cultural comunitaria para niños y jóvenes. Se reúnen en el centro comunitario Arcoíris (Shuyun, en tsáfiki). Se creó hace cinco años.
El líder es José Aguavil. En esta comuna la marimba es parte fundamental de la formación de los 20 pequeños de la nacionalidad debido a que 16 de los estudiantes son hijos de vegetalistas y quieren continuar con la tradición familiar.
“Para nosotros (los chamanes) no es música solamente, es una conexión con los dioses”. La misión de Aguavil es transmitir la cultura ancestral a los pequeños. Lo hace tres veces por semana.
Las clases se inician con el sonido de la marimba. Al escucharla, los pequeños dejan los juegos y corren hacia una choza de madera ubicada a pocos metros de los senderos que conducen a un bosque secundario llamado El Poste.
De inmediato, el poné empieza a explicar sobre cómo la música incide en los rituales. Esta, además de ser un homenaje para los dioses, dice, es un pedido de autorización para que les permitan sanar a sus enfermos. Por ello la formación de los niños debe continuar hasta los 18 años, que es cuando deben elegir si se dedicarán o no al chamanismo. “Los padres tsáchilas quisiéramos que todos nuestros hijos fueran chamanes, pero no todos tienen el don. Por eso se los prueba durante el entrenamiento”.
Para lograrlo, Aguavil asegura que los niños deben pasar por pruebas como descubrir las plantas medicinales en los bosques e investigar el poder curativo que tienen.
Según el gobernador tsáchila, Javier Aguavil, hace más de 50 años eran las familias las que se encargaban de la formación de los hijos y nietos. Lo primero que hacían era hablar el tsa’fiki en sus hogares. Además, los niños debían acompañarlos a los bosques para hacer los rituales o purificar el agua.
Pero cuando se inició el proceso de cantonización muchas familias tsáchilas empezaron a trabajar en la ciudad y de a poco introdujeron el español y la ropa mestiza. “Desde hace 10 años estamos intentando regresar a nuestras tradiciones, por eso en cada comuna los adultos se han ideado formas para lograr que los niños y jóvenes practiquen nuestras costumbres y tradiciones”.
Desde la Gobernación tsáchila se hacen esfuerzos para que en las escuelas de educación interbilingüe, además del idioma, también se les enseñe a los estudiantes sobre las tradiciones que tiene la nacionalidad.
En contexto
En las comunas tsáchilas se han emprendido proyectos para rescatar la cultura. El Poste y Chigüilpe lo hacen a través de escuelas culturales. Peripa, Colorados del Búa y Cóngoma realizan charlas con los adultos mayores para que narren las leyendas y tradiciones.