Un equipo de promotores comunitarios de la casa Guagua Quinde recorre la zona de La Mariscal y aborda a los padres y niños que trabajan en la vía pública. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Los niños dibujaban y pintaban en cartulinas de colores. Otros cantaban y aplaudían con las instructoras. Los más pequeños jugaban con muñecos de plástico para bebés…
Así era el movimiento durante la noche del viernes 4 de febrero del 2016 en la casa Guagua Quinde del sector de La Mariscal, que atiende a 120 niños, de entre seis meses y 10 años, cuyos padres trabajan como vendedores ambulantes por las noches en esa zona. Este proyecto es parte del Patronato Municipal San José y se enfoca en la lucha por la erradicación del trabajo infantil y restitución de los derechos de los niños, niñas y adolescentes de la capital.
Allí también se promueve la prevención de los derechos de los menores. El proyecto funciona en un inmueble de 417 metros cuadrados de construcción, que cuenta con espacios para los cuidados nocturnos temporales para los pequeños mientras sus padres salen a trabajar. En horas del día se recibe a menores que se acogen al programa socio educativo en el que reciben refuerzo escolar y hacen sus tareas.
Cada noche, tres personas se quedan allí para cuidar a los niños, quienes ingresan a las 19:30 y salen a las 03:00 con sus papás. En la casa Guagua Quinde, los niños y niñas reciben alimentación y descansan. “Vendo caramelos y mis hijos se quedan desde hace cinco años en el Guagua Quinde. Me ayudan mucho acá en los cuidados”, cuenta Olga Chicaiza, de 44 años.
Esta noche, en La Mariscal había movimiento de gente. Personas que salían e ingresaban a las discotecas, en los locales en los que se escuchaba música en alto volumen. Cientos de vehículos que circulaban y se enredaban entre la gente que caminaba por las calles del sector.
En la casa Guagua Quinde, los niños juegan, se alimentan y descansan. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Por allí se encontraba un equipo de promotores comunitarios de la casa Guagua Quinde. Ellos se encargan de hacer recorridos en los que se aborda a los padres y niños que trabajan en la vía pública como vendedores; les piden de forma amable que dejen a sus hijos en la casa de ayuda mientras trabajan. Esta noche, se acercaron a dos mujeres que comercializaban dulces y flores.
Una no quería que su hijo ingrese a la casa porque es demasiado inquieto; sin embargo, al final accedió a recibir ayuda y que un equipo interdisciplinario la visite en su casa. En tanto, la otra esperaba que su nene cumpla seis meses para ingresarlo al proyecto de cuidados. “Tiene cinco meses, falta poco para que lo haga”, manifestó en medio de la lluvia y el frío de esta noche.
Pamela Chasi y Pamela Escobar son educadoras de cuidados nocturnos en la casa Guagua Quinde. La primera explicó que la atención que reciben los niños es integral y que hay un equipo de profesionales que hacen monitoreos permanentes de cada uno de los casos que se presentan. “Nosotros planificamos la atención. Tenemos desde bebés hasta niños de seis años. Cuando llegan los niños, primero se asean las manos, se alimentan y luego actividades lúdicas. También se les pide a los padres que tengan una mejor alimentación. Se prohibió la comida chatarra”.
Mientras los funcionarios hacían el recorrido, un grupo de menores dormía en la casa hasta que sus padres los retiren a las 03:00. La atención que reciben los niños es permanente con la finalidad de erradicar el trabajo infantil en La Mariscal.
Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO