Modesto Moreta y Flavio Paredes
Marco Cruz tenía 13 años cuando ascendió por primera vez a la cumbre del nevado Chimborazo junto a un grupo de padres salesianos. Confiesa que en ese momento cambió su vida. Él dejó su pasión por los toros y se dedicó a la montaña.
Cruz tiene 65 años y ha dedicado más de medio siglo a escalar los nevados. También es guía. A la cumbre del Chimborazo subió en 600 ocasiones, a El Altar, 150, al Cotopaxi más de 100 y 150 al Carihuairazo. “Soy testigo de cómo los glaciares han ido retrocediendo en distancia y volumen”, dice entristecido. El hombre de cabellos canos, hace 20 años, construyó el refugio Estrella del Chimborazo, en el flanco sur de las faldas del coloso. Las cabañas están a 4 000 metros de altitud. En este lugar guarda parte de la historia de su vida.
En las paredes hay más de 60 imágenes en blanco y negro del majestuoso coloso. “Cada vez se hace más peligroso subir. En el trayecto hay pedazos de piedras y hielo que resbalan por la montaña. Es dramático el deshielo de los glaciares”.
Para Cruz esto ocurre por el calentamiento global. “Lo que afrontamos en el momento es un período de interglaciación (época en que sube la temperatura). Desde 1880, los glaciares en el mundo están en retroceso y el Ecuador es una de las zonas más sensibles por estar ubicado en el trópico”.
El expedicionario detalla que en el Chimborazo y el Carihuairazo también afectó la caída de ceniza del volcán Tungurahua. El material cubrió el hielo que actúa como un espejo para conservar los glaciares. Pero con la caída de ceniza, los rayos se filtraron y aceleraron el derretimiento.
Cruz fue el primer ecuatoriano en ascender a la cima de El Altar, en 1963. “Con otros amigos pasamos sentados en la cumbre El Obispo, observando la caldera del volcán cubierta de hielo y en el fondo una laguna. Ahora no hay hielo. Solo queda la laguna, que tiene 450 hectáreas de superficie”.
El Carihuairazo, los Cubillines, los Ilinizas, el Sincholagua y el Tungurahua también se quedan sin glaciares en sus cumbres. El mismo proceso afronta el volcán Cotopaxi y el Antisana. “En el último siglo, el hombre ha causado el deterioro del ambiente a través de la utilización de combustibles. Todo el hielo que esté bajo los 5 300 metros de altitud desaparecerá y la reserva de agua que tenemos poco a poco se perderá”, sentencia Cruz.
Enrique Veloz es otro de los famosos andinistas riobambeños. También tiene medio siglo escalando y coronando las más altas cumbres del Ecuador y de América del Sur. Cuenta que siempre está con el espíritu optimista y vencedor para llegar a la cima más alta. “Allí se puede hablar con Dios. Parece que allí se está más cerca de él”.
En 1959, cuando Veloz tenía 14 años, comenzó a subir a pequeñas elevaciones como los cerros de Yaruquíes, Cunambay, Toldo, Cubillín, Quilimas… en compañía de varios amigos. Así nació su amor por las montañas y la naturaleza. Su primera ascensión al Chimborazo la hizo sin guías de montaña, solo con las explicaciones de andinistas profesionales que caminaban por la ruta. “Fue difícil subir a las montañas sin guías. Abrimos nuestra propia ruta y aprendimos. El equipaje que utilizábamos no era el adecuado, pero no dejamos de subir”.
Cuenta preocupado que hace 40 años los glaciares de las montañas del país eran permanentes, pero en las últimas décadas están desapareciendo. “Seguirán diluyéndose si los gobiernos y las personas no hacemos algo por detener el calentamiento global. Todos sabemos del problema, pero las potencias mundiales no hacen nada para detenerlo”.
De uno de los cuatro cajones de su antiguo escritorio de madera, Veloz saca una docena de fotografías de sus expediciones. Allí muestra una foto de uno de los glaciares de El Altar hace 50 años. “Estaban cubiertos de hielo. Ahora hay poco. Esta montaña es considerada la más hermosa por los ocho picos y la laguna que está en el cráter de lo que fue el volcán”, lamenta Veloz.
El andinista comparte el criterio de Cruz de que poco a poco se derriten los nevados en el Ecuador y el mundo. Veloz muestra otra fotografía del nevado Chimborazo tomada hace 35 años, mientras los rayos del sol que atraviesan la ventana iluminan la pequeña habitación de su casa, ubicada en el centro de Riobamba.
Dice que a esta montaña ha subido más de 550 veces. “La nieve cobijaba sus faldas. Pero cada vez queda menos nieve”. Insiste en que hace falta un compromiso moral, ético y de acciones inmediatas.
Ajeno a estas realidades, Baltazar Ushca asciende al Chimborazo dos veces por semana, para extraer el hielo del coloso. Mientras el glaciar retrocede, el último hielero, pico y pala en mano, le reza a la montaña para que el trabajo no termine. Al caer el sol baja, fatigado y agradecido, del Chimborazo, a quien quiere mucho.
El Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD, por sus siglas en francés) viene realizando una labor científica sobre el deshielo de los nevados. Sus estudios están centrados en las relaciones entre el hombre y su entorno en la zona intertropical. Bernard Francou es el representante de la organización para Ecuador.
Según los resultados de sus estudios, en los últimos 30 años, el nevado Chimborazo perdió el 33% de todo el volumen de hielo. Asimismo, señalan que los glaciares andinos se derriten a una tasa acelerada estando la mayoría condenados a desaparecer en las próximas décadas. Quito, La Paz y otras ciudades, dependen fuertemente del hielo del glaciar, por lo que encontrarán serias dificultades para asegurar su suministro de agua.
Uno de los intentos más recientes para sensibilizar a la gente sobre el riesgo en el deshielo de los nevados es la exposición ‘Memoria del clima’, en el Yaku Parque-Museo del Agua. La muestra, que hace un recorrido por la historia y la naturaleza de los glaciares, está abierta desde febrero de 2009, hasta hoy.