En el ingreso del recinto Pueblo Nuevo, gigantes cosechadoras reposan a un costado del camino vecinal. Alrededor de las máquinas hay sembríos abarrotados de espigas doradas, humedecidas por la lluvia de la noche anterior.
Son las 08:00 del miércoles y la actividad en el campo está paralizada. En aquel recinto de la parroquia Febres Cordero, del cantón Babahoyo (Los Ríos), la cosecha de arroz está atrasada. Algo similar ocurre en toda la provincia, donde existen 100 000 hectáreas de arrozales. Solo el 40% ya fue recolectado, cuando para esta fecha en otros años doblaba esa cifra.
“El suelo está flojo, el arroz está virado y mojado. Así no podemos trabajar”, dice Amado Belitano, operador de una cosechadora a la que ajustaba unos tornillos.
El cielo estaba gris, pero Belitano calculaba que el sol aparecería pasado el mediodía: recién allí pondría en marcha la mole de hierro. “Si cogemos arroz mojado, los productores reciben mala calificación de las piladoras y les pagan menos. Por eso nos dicen que esperemos el sol”.
A 500 metros de distancia, Mario del Barco recoge algunas espigas que antes no alcanzaron a ser absorbidas por la maquinaria pesada. Con una hoz hala las espigas y las mete en un saco.
Luego, su hijo Julio las ‘apalea’ hasta desprender los granos de arroz en cáscara. “Este arrocito es para consumo de la casa. El dueño de aquí me dio permiso de recogerlo. Yo ya coseché lo mío, pero lo tengo guardado. Además, como aún nadie siembra para la veranera, no hay trabajo”, explica Del Barco.
Él obtuvo 20 sacas de 200 libras en media cuadra de cultivo. No las vendió, porque a sus compañeros les pagaron menos de USD 28, un precio injusto a su parecer. Él esperará a que el precio mejore. “Hace un mes hubo gente que vendió en USD 35, ojalá yo alcance esa racha”.
Vicente Jiménez no pudo esperar más. Ya había negociado con un comerciante pilador por sus cuatro hectáreas de arrozales. Apenas salió el sol, cerca de las 13:00, inició la cosecha. No sabía cuánto recibiría, pero calculaba que a cada saca le descontarían USD 3 por servicio de cosechada y 1 por flete. Es decir, cerca de USD 26, cuando el precio mínimo referencial es 31 con 20% de humedad y 1% de impureza.
¿Por qué mejor no le ofrece su producto a la UNA, ya que el Gobierno ofreció pagar el precio oficial? Ante la consulta, Jiménez responde: “dicen que no están comprando, que nadie está comprando, por eso mejor no voy”.
Su hermano Germán complementa la idea: la dueña de la cosechadora nos da la facilidad de traer su máquina y camiones, para llevarla a su piladora. Para trasladar la producción a la Unidad Nacional de Almacenamiento (UNA) no tiene facilidades, dijo.
A 10 kilómetros de allí se ubican los silos de la UNA, que reactivó su funcionamiento hace 2 años. El panorama exterior es desolador. Los más de 200 camiones que abarrotaban el acceso años atrás se reducía a tres.
Félix Santana, jefe de Operaciones de la UNA, tiene tres hipótesis del bajón. Una, que el invierno afectó a los cultivos y la cosecha escaseó. Que los agricultores y comerciantes están guardando su producción a la espera de un nuevo precio. Y que creen en rumores de que ahí no pagan lo justo.
Lorenzo Lara ingresó a los silos y depositó cerca de 85 sacas de arroz. Luego del proceso de calificación conoció que su grano tenía 21 de humedad y 6,5 de impureza. El resultado: USD 2 500, a 29 por cada quintal. “Vendo en la UNA porque sé que la plata es segura, así se demoren cinco días”, indicó el agricultor conforme.
Reunión para un nuevo precio
La dirigencia gremial solicitó al ministro de Agricultura, Javier Ponce, que se realice el Consejo Consultivo de Arroz, para revisar su precio. Esta semana, la solicitud fue atendida: la cita será la próxima semana.
En la reunión, los gremios arroceros pedirán que el precio pase de USD 31 a 36 la saca.
Esa sería una medida del Gobierno para ayudar a reactivar al sector productor, que empezó a recibir bajos precios por parte de los comerciantes.
Por el momento, el Régimen dispuso que los silos de la Unidad Nacional de Almacenamiento (UNA), administrados por el Ministerio de Agricultura, empezaran la compra de arroz. Pero la demanda es mínima.
En los silos de Babahoyo, en dos semanas, apenas ha comprado 70 000 quintales, cuando la capacidad de recepción es de
660 000 quintales. “Yo invito a los agricultores a que no se dejen manipular por los comerciantes, aquí estamos para regular el precio”, sostuvo Félix Santana, jefe de Operaciones de la UNA.
Pero el Régimen tiene otro frente abierto: el de los consumidores. Hace un mes, cuando las reservas de arroz escaseaban y recién se iniciaba la cosecha de verano, hubo incrementos de precios en tiendas y mercados, sin existir alzas en el campo.
El Gobierno salió a vender sus reservas a precio oficial. Ante ello, la posibilidad de un nuevo precio para el agricultor está en duda.