La fábrica de embutidos Bunz trabaja con jornadas modificadas. Foto: Archivo / El Comercio
La suspensión de la jornada laboral presencial se amplía por una semana más. La medida debía terminar mañana, pero el Comité Nacional de Operaciones de Emergencia (COE) decidió prolongar la restricción hasta fin de mes.
Desde el pasado 17 de marzo, miles de empleados públicos y privados, con excepción de algunos sectores, dejaron de ir a sus sitios de trabajo y permanecen en sus hogares.
La situación complica a las empresas, ya que no pueden funcionar con normalidad.
Algunas firmas ajustan sus estrategias. Como medida de protección a sus colaboradores y clientes, Colineal, que fabrica muebles, cerró sus 23 tiendas en Ecuador, cuatro en Perú y una en Panamá. La fábrica permanecerá cerrada hasta nueva disposición de las autoridades. Además, la empresa indicó que fortalecerá sus canales en línea.
En la industria de alimentos y farmacéutica, en cambio, la actividad aumentó. La planta de Pasteurizadora Quito sigue funcionado bajo medidas de bioseguridad. Gabriela Lunavictoria, gerenta de Marketing de la compañía, explicó que se ha prohibido el saludo de beso y con la mano entre trabajadores. Dos veces al día se desinfectan puertas, manijas y equipos de oficina, todas las personas que entran a la planta deben usar gel antiséptico y tomarse la temperatura antes de ingresar, entre otras medidas de asepsia.
La demanda de alimentos y bebidas se triplicó durante la emergencia, contó Christian Wahli, titular de la Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos y Bebidas (Anfab).
El principal reto de los productores ha sido sortear obstáculos en la movilización de sus colaboradores y transporte de insumos que se requieren para el producto final.
“Hemos tenido algunos problemas porque incluso en las camionetas o furgonetas (en las que se trasladan los trabajadores), no se permite que viajen varias personas en el mismo vehículo. Aun así, la gente está llegando y las granjas están produciendo”, cuenta Javier Corrales, presidente de la Unión de Productores de Huevos (Unipro), que agrupa a 55 empresas y avicultores.
Las plantas de la farmacéutica Lamosan estarán cerradas sin producción. Esta empresa tiene salvoconductos solo para distribuir productos médicos para farmacias y demás distribuidores en el país.
Otras actividades, como florícolas y textiles, en cambio, están casi paralizadas y viven momentos de angustia. Para Gino Descalzi, gerente de Fiorentina Flowers, la situación es dramática y no hay proyección de recuperación en el corto plazo. Las flores no son una prioridad de consumo y la producción ha tenido que desecharse. La finca, ubicada en Cayambe, exporta ahora solo el 17% de su producción total.
Alejandro Martínez, titular de la Asociación de Productores y Exportadores de Flores del Ecuador (Expoflores), pidió al Gobierno instaurar, como medida de alivio a las fincas, una licencia de 90 días a los trabajadores de esta área sin goce de salario ni pago al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS).
La empresa textil Vicunha suspendió casi todas sus operaciones; la producción se paró por completo. De los 700 trabajadores en nómina, solo están activos (desde sus casas), pocos empleados que se encargan de tareas administrativas y de comercio exterior.
“Las ventas en el mercado local han llegado a cero. Hemos logrado cumplir con pedidos que ya estaban comprometidos, pero más adelante ya no tenemos ninguna operación. La situación actual es caótica, no tenemos la posibilidad de mantener ingresos y eso hace que las operaciones de la compañía estén en riesgo”, contó Galo Chacón, gerente de Recursos Humanos de la firma.
Empresarios, grandes y pequeños están preocupados por los pagos que deben cumplir con sus empleados, con el Fisco, con el IESS y con proveedores. El titular del IESS, Paúl Granda, anticipó que aplazar los aportes comprometería el pago de las pensiones.
Según la Cámara Nacional de Pequeñas y Medianas Empresas (Canape), la actividad en las empresas de este segmento cayó en un 95%.
El trabajo se mantiene en aquellas que producen alimentos y productos de primera necesidad, pero con jornadas modificadas.
En la fábrica de embutidos Bunz, las actividades en ciertos días se han iniciado hasta con dos horas de diferencia, porque los 17 colaboradores tienen limitaciones para movilizarse. Unos llegan en taxi, otros caminando. A veces, el propietario de la empresa, Sebastián Almeida, usa su auto para acercarlos.
En Nuna Frut se pararon las actividades operativas. Su cliente local más grande, que elabora materiales de construcción, dejó de operar. Sus otros compradores son empresas europeas. “Tenemos unos 45 000 kilos de pulpa de fruta congelada que no hemos podido exportar. Esto representa USD 120 000”, dijo Nancy Yánez, gerenta de Producción de la empresa.