Un sello verde para el cacao cambió la vida de 63 familias

José Cedeño, productor cacaotero y miembro de la Asociación Comunitaria, realiza tareas de fermentado del grano. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

José Cedeño, productor cacaotero y miembro de la Asociación Comunitaria, realiza tareas de fermentado del grano. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

José Cedeño, productor cacaotero y miembro de la Asociación Comunitaria, realiza tareas de fermentado del grano. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

Los agricultores de La Y de Cucuy, en Chone, llevan años vinculados a la producción orgánica en el agro manabita.

Están comprometidos con el cuidado del medioambiente en su zona, que está enclavada en una montaña a casi una hora del centro poblado del cantón.

Una vía asfaltada de tercer orden, que parte desde el eje estatal, permite llegar a la Y del recinto y de ahí se avanza por el cerro hasta la comunidad.

Desde la pendiente se observa una estructura rodeada de grandes árboles y en la mitad está el centro de acopio, que pertenece al pequeño gremio.

La Asociación, que lleva el nombre del lugar, se inició en el 2005 y 12 años más tarde logró certificarse con la firma QCS, que trabaja con normas ambientales de Estados Unidos, la Unión Europea y Canadá.

Esta certificadora avaló 193 hectáreas (ha) de cacao, que cultivan los 63 agricultores de la Asociación, quienes desde hace cinco años experimentan cambios y mejoras en su calidad de vida.

La consigna de esta agrupación es no utilizar fertilizantes, pesticidas ni fumigar con químicos. Es una práctica que campesinos como José Cedeño realizan desde que empieza la siembra, con la variedad del cacao fino de aroma.

Según Agrocalidad, en el país hay 43 061 ha orgánicas certificadas de diferentes cultivos. La Asociación Nacional de Exportadores de Cacao dice que la superficie orgánica sembrada es de 13 656,43 ha.

En Ecuador existe un plan para fomentar la producción orgánica desde el 2013. Ahí se contempla que la certificación está a cargo de organismos evaluadores acreditados.

En el país operan seis de ellos, que avalan una producción de entre 60 000 y 80 000 toneladas, que salen de las dos cosechas anuales (junio y septiembre).

En el centro de acopio de La Y de Cucuy, lo primero que los cultivadores piden a los foráneos es no entrar si han usado perfume o repelente.

En un pequeño inmueble, donde funcionan las oficinas, se dan estas indicaciones. Hay computadoras y en las paredes resaltan las cajas de la marca de chocolate que compra el cacao de esta Asociación.

Los habitantes se sienten orgullosos cuando ven esos productos en las perchas de los supermercados.

En el área, de 40 por 36 metros, y en donde se desarrollan las operaciones, hay una suerte de canchón cubierto con un amplio plástico, que sirve de techo y, a su vez, de filtro para que la intensidad del sol llegue de forma gradual.

José Cedeño trabaja en medio de las pilas del cacao, que en estos días se estaba secando antes de llevarlo a la venta, en Quito, donde está el principal cliente de la Asociación.

Alrededor de 100 quintales se comercializan, en USD 165 cada uno. Antes de la pandemia costaba USD 185. Cuando arrancaron con la certificación el valor estaba en USD 135.

El producto se coloca en el mercado con una concentración de fermentación del 85%, libre de impurezas y totalmente seco. Los cultivadores se tardan hasta 19 días en este proceso, que es clave para que el chocolate llegue al consumidor con el sello verde.

Pedro Cedeño les insiste en que el suelo ‘morirá’ y ya no será tan productivo si en algún momento se dejaran tentar por el uso de químicos. Él es su presidente y cuenta que la responsabilidad que se obtiene con una certificación implica capacitaciones, inspecciones y verificaciones permanentes.

En este pequeño gremio aceptaron el reto.
Gracias a ello, ahora no solo el cacao tiene la certificación sino el plátano pelado que comercian en fundas empacadas. Producen 15 000 kilos al mes, que envían a una empresa que produce chifles que luego se exportan a Estados Unidos.

La vida de la comunidad mejoró. Ángela Cuadros, por ejemplo, ya no recurre a los intermediarios para vender su cacao. Ella maneja la parte contable, antes solo se dedicaba a tareas agrícolas. El gremio paga USD 50 por quintal a productores que no son parte de la asociación. Los intermediarios solo ofrecen la mitad.

José Mendoza actualmente obtiene ingresos por USD 5 000 al año. Por muchos años vendió solo a intermediarios y tenía continuas pérdidas. Antes de entrar a la asociación solo lograba USD 1 900 en un año, por 100 quintales sin procesar.

Ramón Moreira, otro agricultor, consiguió que uno de sus hijos continuara sus estudios en Portoviejo. Cuenta orgulloso que sigue una carrera universitaria en Docencia.

En la mayoría de las casas de esta zona rural hay Internet y camionetas flamantes que se utilizan para movilizar la producción y entregarla direc­tamente en Quito.

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