Los desastres naturales ponen a prueba la solidez de las economías. El año pasado fue Chile, ahora es Japón y mañana puede ser Ecuador o cualquier otro.
Si lo anterior es una probabilidad real, lo razonable es contar no solo con planes para afrontar esos desastres, sino también con recursos para reactivar la economía cuando esta se paraliza producto de un desastre natural.
Las pérdidas que dejó el terremoto de Chile el 2010 ascendieron a USD 30 000 millones. Aunque en un primer momento la economía se contrajo, el Gobierno utilizó parte de los USD 25 000 millones ahorrados por el alto precio del cobre para la reactivación y logró un crecimiento económico del 6% en el último año.
En cambio, el gran terremoto en Japón apareció en el peor momento. El Gobierno deberá destinar más recursos para reactivar la economía, pero ya tenía un enorme déficit, equivalente al 10% del PIB, y está sobreendeudado (200% del PIB). Eso sube el riesgo de que el estancamiento económico, que lleva más de una década, se prolongue.
Ecuador no tiene presupuestado un monto para desastres naturales, pero tiene margen para endeudarse. En caso de una catástrofe, la única salida será contratar más deuda, siempre y cuando consiga financistas.