122 000 ciudadanos, en todo el país, engrosaron las cifras de subempleo entre junio del 2018 y el mismo mes del 2019. Foto: Mayra Pacheco / EL COMERCIO
Un trayecto de 900 metros de la avenida Pedro Vicente Maldonado, en el sur de Quito, se ha convertido en un mercado improvisado. Durante un recorrido efectuado por este Diario por esta vía, desde la av. Alonso de Angulo hasta la Moraspungo, se identificaron alrededor de 85 comerciantes informales.
Ellos instalan sus puestos en la acera. Otros caminan cargando bolsos o empujando triciclos.
La oferta de productos es amplia. Entre las 10:00 y 12:00 personas venden verduras, frutas, empanadas, fritada, aguas, jugo de coco, bebidas energizantes, café, peluches, accesorios para celulares, escobas, prendas de vestir, chips para teléfonos, caramelos, tabacos, periódicos.
Gladys Zambrano, quien tiene un quiosco en este sector, es testigo de cómo las ventas informales se han incrementado últimamente. Esta mujer trabaja desde hace 10 años en este sitio, pero desde el año anterior la competencia ha afectado sus ingresos.
Alimentos se venden en las aceras cercanas a un centro comercial en el sur de Quito. Foto: Mayra Pacheco / EL COMERCIO
Caramelos, snacks y bebidas que están acomodados en vitrinas no tienen tanta acogida porque los clientes prefieren comprar al paso, dice la mujer de 80 años. “Hay días que vendo USD 10 o 15, pero otros no hago nada. Antes era bueno, lograba reunir hasta USD 150”.
Pese a esta situación, ella acude a diario a su negocio, desde las 07:00 hasta las 18:30.
Unos metros más al norte, pasando el Centro Comercial El Recreo, Jeaneth Pilataxi expone sobre unos cartones estuches para celulares, protectores de pantallas, audífonos. Cuando hay movimiento, la mujer, de 33 años, reúne hasta USD 30. Los ingresos le permiten mantener a sus dos hijos.
Ella reconoce que desde joven aprendió a trabajar en la calle, porque no tiene ninguna formación. “Es difícil por los controles que hacen, pero no tengo otra opción”.
El extranjero Eduardo Marcan vende peluches sobre la acera en la avenida Maldonado, en el sur de Quito. Foto: Mayra Pacheco / EL COMERCIO
Eduardo Marcan tiene 25 años de experiencia en seguros e informática en Venezuela, pero esa trayectoria no le ha abierto todavía alguna opción de empleo formal en Quito. Por esto, desde que llegó al país a inicios del 2018, el hombre, de 50 años de edad, ha decidido trabajar en las calles. Empezó vendiendo ropa interior, medias, pasteles, pero ahora comercializa peluches.
Estos muñecos son exhibidos sobre unos pedazos de cartón que coloca sobre el suelo y los asegura con piedras. Aunque esto no es parte de formación profesional, dice que esa actividad le genera, al menos, algo de ingresos, de USD 6 y 15 al día. Con esto, el comerciante mantiene a sus hijos y esposa, quienes llegaron a Quito a fines de 2018. “Lo que hago no me degrada como persona, yo igual sigo buscando un trabajo relacionado a mi profesión”.
Lisseth Robalino, de 47 años, decidió también trabajar en la calle desde hace tres años, porque la situación económica en su hogar se complicó. Aunque al principio reconoce que lloraba por estar expuesta en esta transitada vía pública, ha aprendido a moverse en este medio.
Las ventan informales sobre la acera en la avenida Pedro Vicente Maldonado, en el sur de Quito. Foto: Mayra Pacheco / EL COMERCIO
La mujer llega a diario con un bolso grande, con frascos de café y chocolate, y se ubica en la intersección de la avenida Maldonado y Alamor. Ella trabaja desde las 10:00 hasta las 13:30. Luego vuelve a su casa para atender a su familia.
Estos no son los únicos casos de personas que han optado por trabajar en el sector informal. Según la última Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (Enemdu), publicada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), 122 000 ciudadanos, en todo el país, engrosaron las cifras de subempleo entre junio del 2018 y el mismo mes del 2019. En esta categoría se encontraban en junio del año pasado 1 544 373 personas y en igual mes de este año ya suman 1 667 278.