En la Universidad Católica del Ecuador, Javier Carvajal trabaja en su laboratorio con los residuos de la tagua. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Las patentes que se conceden al año en el país, de acuerdo con datos del Instituto Ecuatoriano de Propiedad Intelectual (IEPI), bordean la veintena.
La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) define a la patente como “un derecho exclusivo concedido a una invención; es decir, un producto o procedimiento que aporta, en general, una nueva manera de hacer algo o una nueva solución técnica a un problema”.
En el país existen dos modelos de protección a través de patentes: invenciones (productos y procedimientos) y modelos de utilidad (elementos que mejoran un objeto).
La patente le da a su titular el derecho de explotarla con exclusividad durante un tiempo limitado. Para las patentes de invención, el período es de 20 años y para los modelos de utilidad, de 10.
En Ecuador, el número de solicitudes para patentes, en las dos figuras de protección, se incrementó entre el 2014 y el 2015, al pasar de 460 a 557. La cifra significa un 21% más.
En el 2015 se aprobaron 18 patentes, tanto de invención como de modelos de utilidad.
Johana Aguirre, titular de la Asociación Ecuatoriana de Propiedad Intelectual (AEPI), explicó que entre las razones para que las concesiones sean tan bajas está el hecho de que en el país los requisitos de patentabilidad son rigurosos.
Para Hernán Núñez, director del IEPI, existen tres factores que explican por qué en Ecuador se patenta poco. El primero es que en el país aún existe poca innovación. Citó como ejemplo los datos de la encuesta de Ciencia, Tecnología e Innovación, del 2011, que evidencia que menos del 8% de los empresarios han introducido un nuevo producto en el mercado nacional y menos del 2% uno nuevo al mundo.
Otra razón es que las empresas extranjeras, por lo general, presentan patentes en mercados más atractivos como Brasil. Y, tercero, reconoce que en el país existen criterios de patentabilidad más estrictos.
Para el funcionario, la rigurosidad es clave para los países que buscan la industrialización.
Él aseguró que en otras naciones se concede derecho de patente, incluso, por pequeñas mejoras que se haya hecho a una invención ya existente.
“Hay países como Alemania -y más o menos ese es el modelo que nosotros hemos seguido- que solo conceden patente cuando tienen una altura inventiva considerable; es decir, una mejora que no resulta evidente para una persona especializada en ese campo”.
Las cifras de la OMPI -hasta 2014- reflejan que en Colombia, por ejemplo, la categoría de patentes concedidas refleja un número de 1212, tomando en cuenta los datos de residentes y no residentes en el país. En Perú, por su parte, de 332. Según datos del IEPI, en el 2014 se concedieron 20 patentes por invención y dos por modelos de utilidad.
Para patentar un producto son necesarias tres cosas: novedad (ser único a escala mundial), nivel inventivo (cuando genera modificaciones) y aplicación industrial (poder comercializar en el mercado).
El Centro Neotropical para la Investigación de la Biomasa de la Universidad Católica solicitó patentes al IEPI para dos invenciones. Javier Carvajal, director del centro, señala que ambas innovaciones cumplen con los criterios para patentar.
El primer producto es la obtención de etanol de los residuos de tagua, cuya solicitud se hizo en octubre del 2015.
La segunda solicitud, que se presentó hace dos semanas, fue por nanomateriales también de tagua. Esta creación tiene varias aplicaciones en sectores como la medicina, el ambiente, el segmento de alimentos, entre otros.
De obtener la patente, el 50% de la titularidad le pertenecería a la Universidad y el otro 50% a los tres investigadores que participaron en los procesos de desarrollo.
Según el IEPI, el otorgamiento de una patente puede tomar entre tres y siete años. Carvajal espera que sus patentes estén aprobadas en cuatro años.
Como parte de la rigurosidad que implica el otorgamiento de patentes, se hace un análisis y se debe cumplir una serie de pasos como la publicación de la invención en una gaceta, un período de objeciones, una revisión para saber si la invención existe ya en otros países, entre otros aspectos.
Jorge Luis Hidalgo, experto en innovación y director de Business Developtment Latam de Carbonmasters en Ecuador, también considera que en el país se innova poco. Para avanzar en este tema, cree que se debería comenzar por hacer mejoras a productos, procesos, etc. ya existentes.
La clave de una invención exitosa no es solo registrar la patente sino lograr que tenga demanda en el mercado, dijo.
Esto ya lo hace el lojano Arturo Briceño, gerente de Hormypol. Él patentó su invención hace 10 años. Durante tres años dejó de trabajar para poder investigar. Solo el proceso final de trámites, viajes, tasas, aspectos legales, etc., le costó en aquella época USD 12 000.
Su invención consiste en láminas robustas para la construcción, fabricadas en base a una nueva mezcla de materiales pétreos con cemento, junto a poliestireno expandido.
El tiempo también cuenta en la creación. La floricultora Brownbreeding, por ejemplo, demoró una década en la investigación para el desarrollo de la variedad de rosa denominada Nina BB. En 2012 hicieron la solicitud y en 2015 obtuvieron la patente.
José Rafael Gómez de la Torre, gerente de la empresa, explicó que “Brownbreeding fue financiado en sus comienzos por un grupo de importantes floricultores ecuatorianos. Hoy en día la empresa cuenta con algunas variedades de rosas con buena aceptación en el mercado que nos ayudan a mantener la operación”.