Estados Unidos aplicó aranceles al acero y aluminio de China. La retaliación no tardó y el nuevo orden mundial tambalea. Foto: Ingimage.
La onda expansiva de una guerra comercial entre Estados Unidos y China puede tener dimensiones mundiales. Nunca como ahora, el planeta está interconectado gracias a la globalización.
Por eso, una escalada proteccionista protagonizada por las dos mayores economías del planeta solo puede desencadenar un caos. En palabras de la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, las guerras comerciales no son juegos que se puedan ganar.
“Nadie gana. Si hay menos crecimiento, menos innovación y mayor coste de vida, los primeros que perderán serán los pobres, los menos privilegiados”, dijo al Diario El País. La confrontación entre las dos potencias económicas llega cuando la economía mundial empezaba a dar signos de recuperación. Ahora su salud puede tener una recaída debido a la sobredosis de aranceles que se anunció esta semana.
El jueves pasado, el presidente estadounidense Donald Trump le declaró la guerra comercial a China. Firmó un documento en el cual le instruyó a su Oficina de Comercio (USTR, por sus siglas en inglés) elaborar en los próximos 15 días una lista de los productos chinos a los cuales gravará con altos aranceles. El valor estimado de esta medida sería de USD 60 000 millones.
Haciendo gala del nacionalismo que le dio frutos en las elecciones presidenciales, Trump denunció una agresión económica de China, a quien la responsabilizó del enorme déficit comercial. También la acusó de competencia desleal y de robo de propiedad intelectual, lo que derivó en una demanda ante la Organización Mundial de Comercio (OMC). Esa jugada de Trump solo podía tener como respuesta una represalia de China en la misma línea: subir aranceles.
La respuesta de Pekín ha sido moderada, ya que las restricciones a las importaciones estadounidenses están en alrededor de USD 3 000 millones. China advirtió de antemano cuáles serían sus blancos en este conflicto: carne de cerdo, tubos de acero, frutas, vino, soja, entre otros, con aranceles que estarán entre 15 y 25%.
En total, la lista de productos con restricción sumaría 128 bienes estadounidenses, aunque no hay fecha para su entrada en vigor. Las primeras escaramuzas de una guerra comercial, sin embargo, ya han dejando heridos. Las bolsas de Tokio, Shanghái, Hong Kong, Londres, París, Fráncfort, Milán, Madrid, entre otras, terminaron la semana con números negativos. Bancos, compañías automovilísticas, tecnológicas y la industria se anotaron los mayores descensos en los mercados europeos esta semana.
Los efectos reales de una guerra comercial dependerán de los siguientes movimientos de ambos países. La lista de retaliaciones puede ser tan larga como los años que tomado construir la globalización, la cual es la responsable de la mayor expansión de las multinacionales de ambos países. Luego de la Segunda Guerra Mundial, en Bretton Woods, 44 naciones llegaron a varios acuerdos en 1944 para evitar nuevas guerras.
Para eso fue necesario poner reglas de convivencia que permitirían vivir en un mundo más equitativo y democrático. Así nacieron instituciones globales como el FMI, el Banco Mundial y posteriormente la OMC. Esas reglas se han mantenido relativamente estables desde esa época, hasta que Trump desempolvó el nacionalismo y comenzó a romper los acuerdos comerciales como el Nafta y el Transpacífico.
Ahora tiene en la mira a China, lo que supone una guerra de titanes con efectos devastadores para las empresas. La agencia Bloomberg señaló esta semana que en este juego de ajedrez, China podría salir aventajado, al golpear a las principales multinacionales estadounidenses. En la lista de posibles blancos está, por ejemplo, la fabricante de aviones Boeing. El presidente chino Xi Jinping, durante su visita a una fábrica en Seatle, hizo un pedido de aviones por USD 38 000 millones en el 2015.
Si el conflicto escala podría suspender esa compra y encargarla a rival es como Airbus. También hay que considerar que China es el principal comprador de granos de soja de EE.UU., con un volumen aproximado de 14 600 millones de dólares en el último año, que es más de la tercera parte del cultivo total. Y si bien Estados Unidos se queja de violaciones a la propiedad intelectual por parte de China, eso no significa que Silicon Valley esté blindada del fuego cruzado en esta disputa comercial, señaló Bloomberg.
Apple o Cisco están entre las firmas vulnerables ante una respuesta china. El mejor ejemplo se vería en los efectos para el creador del iPhone. Mientras los productos de Apple se diseñan en California, el ensamblaje de los mismos se hace en China, a través de empresas como Foxconn, desde donde se exportan hacia Estados Unidos. China se encuentra en una mejor situación que Estados Unidos para sobrevivir a una guerra comercial, porque además tiene reservas por USD 3 billones, que puede utilizarlas para atender a los afectados del conflicto, dijo el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz.
“EE.UU. no tiene un marco económico que le permita responder a los particulares que se verán afectados”. Alguien debe financiar una guerra y la falta de recursos puede marcar el inicio de la derrota. Tal vez por eso, las autoridades chinas han sido más moderadas en su mensaje, pero se han asegurado de que eso no se confunda con debilidad. “China no quiere una guerra comercial, pero no le tenemos miedo en absoluto. Tenemos la confianza y la capacidad de afrontar cualquier reto”, dijo Hua Chunying, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino.
En esta guerra comercial, Trump se está abriendo nuevos frentes. Aunque suspendió temporalmente la sobretasa arancelaria para el acero y aluminio provenientes de la Unión Europea, los europeos exigieron que la medida sea permanente, caso contrario también tomarían represalias. Aunque estas represalias están permitidas en el marco de la OMC luego de seguir un proceso, la guerra comercial entre EE.UU. y China muestra que la OMC y el nuevo orden mundial pueden haber perdido vigencia en la actualidad.