Maximina Salazar Peñafiel rompió una relación conyugal de nueve años. Los problemas en su hogar la llevaron a decidirse por la separación y así se convirtió en jefa de hogar antes de cumplir los 30 años.
Actualmente, Maximina integra el 8% (144 845) de las mujeres que se considera “cabeza de familia”, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Aquella responsabilidad le trajo dificultades. Con tres hijas menores de 8 años compartía el escaso tiempo que le dejaban las 11 horas diarias en el servicio doméstico. A eso se dedicó desde los 12 años, lo que le impidió concluir su bachillerato.La remuneración siempre fue baja. Una noche no pudo servir la taza de leche caliente que tradicionalmente brindaba a sus hijas. “Después de acostarlas, lloré y le pedí a Dios que mis hijas crecieran y me permitiera sacarlas adelante”, recuerda a sus 60 años.
Aquella apenas es una de las tantas frustraciones que vivió como trabajadora. En 1999 ingresó al Instituto Nacional de la Niñez y la Familia (INNFA, hoy llamado INFA) como madre animadora de programas sociales y, como no tenía seguridad social, pidió que se la afiliara. Siete años después recibió una respuesta: está despedida. Entonces, emprendió un juicio por despido intempestivo.
Por su parte, Mariuxi Zea de Seminario es economista, tiene una especialidad en Marketing y hace cinco años se desempeña como Directora de Investigación y Desarrollo de una empresa fabricante de plásticos en Guayaquil.
Forma parte del 13,7% de las mujeres con educación superior, pero cuando postuló para un cargo de gerencia en una industria química fue discriminada. “Aunque me fue bien en la entrevista, me llamaron para decirme que tenía el perfil requerido, pero lastimosamente no era hombre”.
En su trabajo actual empezó hace cinco años como Jefa de Marketing. Su sacrificio está relacionado a la maternidad. Tiene dos hijos, uno acude al maternal y otro está en tercer año de básica. La suerte que dice tener es el apoyo de su esposo . Pero la clave no es elegir entre ser una buena ejecutiva o una buena madre, sino distribuir ambas responsabilidades.“En mi trabajo saben que soy apasionada en lo que hago y que defiendo a capa y espada mis funciones, pero también conocen que cuando mis hijos me necesitan siempre estaré ahí”, enfatiza esta ejecutiva quien empezó a trabajar a los 18 años, en servicio al cliente en un ‘counter’.
Históricamente, en el país se han registrado hechos que identifican la falta de equidad de género. Y hay desigualdades que se mantienen a nivel salarial: las mujeres registran un ingreso promedio de USD 257,75 mensuales frente a los USD 386,1 de los hombres, según el INEC.
Pero pese a las limitaciones, Mariuxi y Maximina lograron un espacio respetable. La primera está enrolada en una empresa con más de 1 000 trabajadores, donde integra el Consejo Ejecutivo .
La segunda preside la Asociación de Trabajadoras Remuneradas del Hogar, que promovió la equidad de salarios del sector y la afiliación al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, acogidos como políticas de Estado.
Pero hay tareas pendientes para lograr la reivindicación de los derechos laborales en general, y más hacia el sector femenino.Por ejemplo, en Ecuador, desde 1935, es obligación darle seguridad social a todo trabajador. Pero 76 años después, solo el 30% de la Población Económicamente Activa (PEA) se encuentra afiliada, reconoce el director del IESS en Guayas, Agustín Ortiz. Cree que eso es grave, ya que si sigue esa tendencia solo en 100 años estaría afiliado el 99% de la población en edad de trabajar.
Sin embargo, destaca que los controles permitieron mejorar las condiciones laborales, en el último año. “En el 2010, en Guayas, ingresamos a 80 000 nuevos afiliados”, revela. Así, mientras en el 2009 había 461 000 afiliados, un año después la cifra subió a 541 000. En el grupo de los nuevos asegurados constan 6 000 servidoras del hogar con lo que la cifra pasó de 7 000 a 13 000. Pero la proyección era llegar a 20 000. “Se acabaron los controles del servicio doméstico y se frenaron las afiliaciones”, lamenta.
Aun con este panorama, las mujeres en Ecuador se sienten satisfechas en su vida con una calificación de 8 puntos en una escala al 10. Allí constan Mariuxi y Maximina. Esta última ganó el juicio laboral hace seis meses y recibió USD 86 000 de indemnización. “Son las sorpresas que te da la vida”, sonríe ahora con cuatro hijas, 14 nietos y dos bisnietos.