Cuando empezó el actual Gobierno, las autoridades anunciaron que el 2007 sería el año para ‘pagar la deuda social’. A mitad del año se cambió la metodología para calcular los indicadores laborales y no fue posible comprobar si hubo o no una mejoría, aunque la incertidumbre por el anuncio de una nueva constitución frenó la inversión privada en el país.
El 2008 fue bautizado como el año de la producción. Al finalizar ese período la economía registró un gran crecimiento del 7,24%, según el Banco Central, lo cual fue inconsistente con el aumento de la tasa de desempleo, que llegó al 7,3%. Un año atrás fue del 6,1%.
El tercer año no tuvo un bautizo oficial, pero las estadísticas del Instituto Ecuatoriano de Estadística y Censos (INEC) señalaron que en el último trimestre del 2009 hubo 1 720 711 empleos plenos urbanos, mientras que un año atrás eran 1 910 806. Se perdieron 190 095 empleos.
Las explicaciones oficiales no faltaron: fue el peor año económico en el mundo, pudo haber sido peor, el problema es mayor en los países industrializados, etc.
La mayor cantidad de recursos que recibió el Gobierno en sus tres primeros años -alrededor de USD 60 000 millones, equivalente a lo que obtuvieron todos los gobiernos juntos en la última década. Y aunque esos recursos le permitieron sostener un modelo económico basado en la inversión pública, no han sido suficientes para generar nuevas plazas de trabajo.
Según datos del INEC, hasta marzo pasado, en el país existían 1,7 millones de personas con empleo estable, pero hay 2,4 millones de subempleados y otros 418 000 desocupados.
Esteban Ugalde / 28 años
Empleado
‘El sector público busca juventud y formación’
Soy ingeniero electrónico y a los 28 años logré convertirme en director nacional de innovación del Ministerio de Industrias y Productividad.
Para mí, el encontrar trabajo en el Estado no resultó difícil ya que contaba con dos de los requisitos del perfil del funcionario público de hoy: juventud y estudios universitarios de cuarto nivel.
En el 2007 me gradué de la Universidad Politécnica Salesiana de Cuenca. Luego viajé a Argentina, donde hice una maestría en telecomunicaciones en la universidad de Buenos Aires.
Regresé al país en diciembre, una vez que concluí mis estudios. En febrero una persona del Ministerio me contactó y me ofreció el trabajo. Me enteré del cargo que iba a ocupar y me gustó.
Al mes de eso estaba laborando en la Cartera de Estado como funcionario de libre remoción.
En el poco tiempo que he laborado me di cuenta que existen oportunidades para trabajar en el servicio público. He visto que se da cabida a la gente joven, lo cual es algo que me sorprende, ya que esto no pasa en todas partes.
Me siento satisfecho porque aquí toman en cuenta las ideas que los funcionarios proponemos. Hay planteamientos que son muy buenos y novedosos.
Otra de las cosas positivas del sector público es que se toma en cuenta a la gente que ha hecho estudios de posgrado. Eso le da un plus a los funcionarios porque cada uno puede aportar con sus ideas para una causa común: el desarrollo del país.
Muchas de las personas que trabajamos en cargos directivos tenemos estudios de cuarto nivel. Un ejemplo de ello es Verónica Villacís, quien se ocupa de temas ambientales en el Ministerio.
Si a mí me preguntan lo que opino de la contratación en el sector privado, prefiero no emitir criterios porque conozco muy poco del tema. Sin embargo, creo que cualquier persona tiene la oportunidad de conseguir un trabajo en el sector que sea.
Actualmente me siento tranquilo en mi empleo, pues creo que en el sitio valoran los esfuerzos que hago, aceptan mis ideas y estoy satisfecho con el salario.
Pero, a pesar de esto, tengo que reconocer que un empleo en el sector público no es una cosa estable. Consciente de esto continuaré preparándome académicamente y tengo previsto desarrollar mi propia empresa.
En un viaje que hice a Alemania estudié sobre tecnologías inteligentes para edificios. Eso me gustaría aplicar en el Ecuador.
Francisco Paredes / 51 años
Desempleado
La edad pesa a la hora de hallar un trabajo
Todos los días me despierto con desesperación porque no puedo conseguir trabajo. Perdí mi anterior empleo como asistente de atención al público en una papelería de Quito, hace unos diez meses.
Tuve varios inconvenientes y me tocó salir. A pesar que allí no trabajé mucho tiempo fue un golpe muy duro para mí.
Al principio me quedé en casa sobreviviendo de los ahorros que tenía. Pero ese dinero no iba a durar para siempre, por lo que a los dos meses comencé a buscar un nuevo trabajo en los avisos clasificados del periódico.
Tengo un ligero problema de aprendizaje, por eso acudí al Consejo Nacional de Discapacidades (Conadis) para registrarme y ver si me ayudaban a colocarme. Ahí me dijeron que yo tenía todas las capacidades y que era mejor que busque otro tipo de trabajo.
Lamentablemente, cuento solo con el título de bachiller, así que no pude optar por trabajos de mayor calificación. Decidí pugnar por trabajos similares al anterior. Me llamaron de algunos lugares y fui a las entrevistas. Me dijeron que me iban a buscar pero hasta ahora sigo esperando.
Como no me llamaban acudí a diferentes bolsas de empleo para ver si por ese lado se hacía más fácil hallar trabajo. Entregaba en cada una mi hoja de vida, a la espera de recibir una noticia. Me llamaron de algunos lados pero la situación fue la misma de antes: todos me decían que volverían a contactarse, pero sin resultados.
Después de todo este tiempo sin trabajo, creo que una de las razones para no encontrarlo es mi edad. Tengo 51 años y en todas las compañías a las que he acudido me dicen que prefieren gente mucho más joven.
Pienso que este no debería ser un impedimento para contratar a una persona. Las personas más adultas tenemos mayor experiencia. Por ejemplo, yo he trabajado en atención a la gente por más de 20 años y es terrible que no valoren lo que uno ha realizado. Podría hacerlo perfectamente.
En estos momentos sobrevivo de un dinero que gano ayudando a un familiar que posee un restaurante. Espero una respuesta por parte de un amigo que ofreció colocarme en tareas administrativas dentro de una oficina.
Le pongo fe, pero me angustia que esto no resulte y siga en la misma situación. Pienso en las personas que también se encuentran sin trabajo y veo que es urgente que el Gobierno desarrolle políticas para colocar a la gente sin importar sus condiciones.
Juan González A./ 35 años
Subempleado
‘Pese a mi experiencia, las puertas se cierran’
Estoy sin empleo desde el 15 de diciembre de 2007. Salí del trabajo porque tuve problemas con los dueños. La empresa comercializa un producto importado de EE.UU. Yo hacía de todo. Era un multifunción, incluso fui parte del inicio de la compañía. Ahora, hay un juicio laboral.
Desde que salí busqué trabajo. Pese a las referencias que tenía, las puertas se cerraron. A ello se sumaron la pena y el desconsuelo. Perdí a mi madre y eso me afectó. No tengo hermanos y vivo solo.
Pasaron las semanas, llegaron los meses y, luego, el año, y no pasó nada. Pero no me muero de hambre: no tengo vergüenza para usar mi carro como taxi. Es un Suzuki Forsa, de tres puertas, sin aire acondicionado, por lo que pocas personas se animan a usarlo.
Por eso, mis amigos de mi ciudadela (Martha Roldós), de La Alborada o de Los Sauces, son quienes me ocupan y, de cierta forma, me dan una mano. Así tengo algunos ingresos, pero no son seguros. En ocasiones me toca apelar a muchas personas que me deben.
Otra opción que tengo es hacer de ‘contratista’. Si un amigo quiere refaccionar su casa le doy un presupuesto y, si le conviene, me llama. No me queda mucha ganancia, porque pienso que es preferible tener una obra que me sustente 15 días o un mes.
He buscado trabajo a través de periódicos e Internet. Y me he topado con la ingrata noticia de que si se tiene más de 30 años de edad ya no le contratan a uno.
Las personas que manejan ahora bancos y empresas tienen esa manera de pensar. Pensé en regresar a una entidad financiera. Me dije, puedo aplicar y poner mi experiencia, pero no pasó nada. Mi edad tuvo que ver en ello.
Hay otra realidad y se relaciona con la situación política y económica del país. En el 2008 tuve buenas perspectivas para hallar trabajo. No fue así. En dos importadoras en las que apliqué no sabían a qué atenerse por los anuncios políticos que hubo ese año, por parte del Gobierno. Los gerentes y dueños tenían dudas.
Muchos importadores que conocí cuando iba al puerto (de Guayaquil) me decían que no sabían qué pasará.
Ahora, de lo que escucho en la calle, en el barrio, la gente tiene penuria, pero en mi caso busco estar siempre con buen ánimo.
El Gobierno dice que está trabajando. Espero que así lo haga, al igual que el Municipio (de Guayaquil).
Yo digo: cada vez es más complicado. Pese a todo, mis expectativas para este año y para el 2011 son positivas. Red. Guayaquil