Todo el mundo quiere dejar de trabajar en algún momento y disfrutar de la jubilación. Si la pensión es la preocupación para la mayor parte, la magnitud del problema alcanza a los casi 7 000 millones de personas del planeta, quienes en algún momento se preguntarán cómo costear la jubilación si la gente vive aún más tiempo del que pensaba.
Este riesgo de longevidad tiene implicaciones para la estabilidad financiera y fiscal mundial, señaló hoy Erik Oppers, subjefe de la división de Estabilidad Financiera Mundial del Departamento de Mercados Monetarios y de Capital del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Este es el problema: los gobiernos han hecho análisis del envejecimiento que están mayormente basados en conjeturas sobre la evolución de la situación demográfica, como ser una mayor disminución de la fecundidad y cierto aumento de la longevidad. “El problema es que en el pasado la longevidad se subestimó de manera regular y sustancial. En la actualidad, todos vivimos mucho más tiempo que el esperado hace 30, 20 o incluso apenas 10 años. Por lo tanto, es probable que la gente viva más tiempo que lo que prevemos hoy. Eso es lo que denominamos riesgo de longevidad: el riesgo de que todos vivamos más de lo previsto”.
¿En qué radica el riesgo?
Oppers dice: “Todos queremos vivir más tiempo, gozando de más salud. Pero no perdamos de vista las inquietudes en torno a las pensiones. Si uno se jubila a los 65 y tiene planificada la situación financiera pensando que va a vivir 20 años más (suponiendo que tenga suficientes ahorros para cubrir por lo menos ese período), y luego vive hasta los 95 o pasados los 100, sufriría una crisis financiera personal grave. En ese momento, una persona podría apoyarse en el sistema de seguridad social, pero en la mayoría de los países este programa también cuenta con que la gente no viva mucho más allá de los 85 años. El problema financiero de una persona se multiplica por el tamaño de la población y se vuelve muy grande para la sociedad en general”.
Según las estimaciones preliminares del FMI, este riesgo de longevidad, agregado a nivel de todos los particulares, podría incrementar el costo mundial del envejecimiento en un 50% si la gente viviera apenas tres años más de lo previsto actualmente. Estos costos adicionales podrían tener profundos efectos negativos en los balances del sector privado y público que ya están debilitados, dejándolos más vulnerables a otros shocks y afectando quizás a la estabilidad financiera.
Y como ni la mayoría de los particulares ni de los planes de pensiones tienen debidamente en cuenta el riesgo de longevidad, gran parte de estos costos adicionales del envejecimiento podrían recaer en los gobiernos, ya que a la gente que se le agoten los fondos jubilatorios probablemente se apoye en programas públicos diseñados para luchar contra la pobreza en la vejez, como los sistemas de seguridad social. Lamentablemente, como consecuencia de la crisis económica, muchos gobiernos no tienen margen fiscal para absorber estos costos adicionales.
El Informe sobre la estabilidad financiera mundial del FMI recomienda:
Que los gobiernos, los fondos de pensiones y otros proveedores de ingreso jubilatorios, junto con los particulares, reconozcan que están expuestos a este riesgo y que se preparen para su impacto financiero.
Segundo, el riesgo debe estar distribuido entre el gobierno y el sector empresarial. Una manera eficaz de compartirlo con los particulares es haciendo que trabajen más tiempo. Una tercera manera de lidiar con el riesgo de longevidad es transferírselo a quienes pueden soportar mejor las consecuencias financieras. Por ejemplo, los fondos de pensiones del Reino Unido y de los Países Bajos les pagan a empresas de seguros para transferirles el riesgo de longevidad. Cabría pensar que las actuales preocupaciones fiscales de los gobiernos eclipsan el riesgo de envejecimiento y longevidad, temas que probablemente comenzarán a hacerse sentir del todo recién dentro de algunas décadas.
“Pero creo que necesitamos solucionar el problema ahora, por dos motivos como mínimo”, dice Oppers. Primero, al igual que todos los temas relacionados con las jubilaciones, cuanto antes se los aborde, más fácil será solucionarlos. A todos nos dijeron que no había que esperar mucho después de los 20 para empezar a planificar y ahorrar para la jubilación. Los que esperaron hasta los 40 y 50 saben lo difícil que es recuperar el terreno perdido. De la misma manera, los gobiernos tampoco pueden esperar. Segundo, tarde o temprano los mercados financieros tomarán conciencia de los efectos potenciales del riesgo de longevidad para las finanzas públicas. Si estos efectos quedan irresueltos y parecen amenazar la sostenibilidad fiscal, los mercados pueden responder antes de que el riesgo de longevidad se haga realidad; basta observar los paralelos recientes en los mercados de deuda pública de los países cuya sostenibilidad fiscal se ve amenazada.