‘¿Brava yo? Los perros se ponen bravos”. Una sonrisa rompe esa imagen fría y seria que mantiene en su faceta de Ministra. “Soy exigente y me gusta que las cosas salgan bien”.
Mientras sonríe saca de su cartera el llavero con un pequeño peluche del Rey León (ella corrige y dice que es ‘The Lion King’). Ya distendida, la ministra Coordinadora de la Política Económica, Katiuska Kruskaya King (la Ministra triple K, como se la conoce mediáticamente), invita a pasar a su hogar, donde otro ‘Lion King’, de mucho mayor volumen, resguarda su dormitorio.Nacida en Quito, el 19 de enero de 1976, fue bautizada de modo peculiar por su madre en honor a las lideresas de los libros de literatura rusa que ella leía.
Marcada por esta unción materna, creció apegada al orden y a la rectitud. Prolija y cuidadosa al extremo, era capaz de enojarse hasta enrojecer si alguien alteraba su equilibrio, recuerdan sus compañeros del colegio La Condamine.
“Le encantaba reírse mucho, pero también tomaba muy en serio las calificaciones”, cuenta Sofía Rivadeneira, una compañera.
Este perfil lo mantiene hasta hoy. En su escala por la Facultad de Economía de la Pontificia Universidad Católica de Quito (PUCE), donde se graduó de economista, su temperamento era similar. Según Morayma Hinostroza, una de sus compañeras, King “era bravísima cuando había que trabajar. Una vez debíamos hacer un deber juntas y todo lo hizo sola. Yo tenía un 10 asegurado, pero yo me decía ‘disculparasfff no ser como tú’. Fuera del trabajo era muy risueña y sencilla”.
Hinostroza se arriesga a lanzar la hipótesis de que la relación que King mantuvo con un novio en la universidad la suavizó mucho. “La conocí mejor. Entendí que le gustaban las cosas ordenadas. Y la admiraba”.
Su ex novio, Cristian Bravo, también resalta que ella veía los estudios por encima de todo, que era organizada y honesta al extremo. “Su ‘hobby’ era estudiar y mandarme al carajo. Creo que en eso se parece a su jefe, el Presidente. Era una persona fría, tajante para tomar decisiones, lo que ella decía se hacía. Yo era todo lo contrario. Aprendimos el uno del otro”.
En los últimos momentos de su carrera universitaria, en 1999, ingresó a realizar una pasantía en el Servicio de Rentas Internas (SRI). Durante tres años y medio trabajó en el área de Planificación. Allí mantuvo el control del cumplimiento estricto de los plazos de modernización de la entidad.
Hasta que decidió aplicar a la beca para una maestría en Estadística y Econometría en la Universidad de Lovaina, donde, en 1991, Rafael Correa había estudiado y donde una decena de otros altos funcionarios de este Gobierno se han preparado. Este recinto es codiciado por muchos economistas por su tendencia socialista moderna.
La Cooperación Técnica Belga la becó en el 2002 y fue la primera vez que se alejaba de su madre para emprender una vida sola. En Lovaina aprendió a limpiar, a lavar, a planchar y hasta a cocinar, especialmente llapingachos y mote pillo, que hasta ahora, cuando tiene tiempo, los cocina.
Las primeras semanas sufrió, en especial por el desapego de su madre. Nunca se le ocurrió quedarse y tampoco escuchó del paso del actual Presidente por ese lugar. Vivió en la residencia universitaria y por dos años se dedicó de lleno a los estudios.
A su regreso al país, en el 2004, fue tentada por Rentas, pero prefirió aceptar la propuesta de Mauricio León, viceministro de Coordinación de Desarrollo Social, para trabajar en la plataforma del Sistema Integrado de Indicadores Sociales del Ecuador (Siise).
“No me acuerdo por qué llegó un día a mi oficina y le propuse que se uniera al equipo. Es muy responsable y rigurosa en el trabajo. Acá no tuvimos problemas. Ella fue pieza clave en el desarrollo de las cifras sociales del Siise. Ahora he oído comentarios que la encasillan como malgenio. Tiene una personalidad firme y por eso se encuentra donde está ahora”.
King trabajó en el Frente Social con la ministra Coordinadora, Jeannette Sánchez, quien la recomendó a René Ramírez, en el 2007, para asumir la subsecretaría de Seguimiento y Evaluación de la Secretaría Nacional de Planificación (Senplades) y encargarse de montar los planes nacionales de Desarrollo y del Buen Vivir.
Tecnócrata por los cuatro costados, la Ministra impuso su mano dura en la Senplades. Sus colaboradores le tenían mucho respeto y a ratos, temor. “Era muy exigente. Si algo no salía como se programó, se enojaba. No reaccionaba gritando, pero sí se ponía roja y llamaba estrictamente la atención”, recuerda un funcionario que trabajó con ella en ese período.
Yadira Cáceres, la asistente de King en la Senplades, afirma que en las reuniones de trabajo congregaba a todos. “Solo faltaba el conserje. Estaba al tanto de lo que cada uno hacía y de su cumplimiento. Cuando alguien fallaba, trataba de arreglarlo rápido”.
Poco a poco, apadrinada por Ramírez, empezó a compartir una que otra reunión con el Gabinete. Sus exposiciones eran puntuales y precisas. El apego al libreto gubernamental y admiración al Mandatario empezaron a crecer. King defiende a rajatabla el trabajo del Gobierno, cuando comparte con sus amigos esporádicas tertulias que su agenda de trabajo le permite. En las reuniones ríe mucho y degusta vino tinto, una de sus debilidades, junto con los dulces.
Amante de montar bicicleta, de los paseos al aire libre y de los viajes, traía siempre imanes con los nombres de los países que visitaba(Argentina, Chile, Panamá…) para regalarlos a su madre. Después de la separación de sus padres, cuando ella era niña, el lazo entre las dos se hizo muy fuerte.
Y por ello, la vida de la Ministra se alteró mucho, cuando la madre murió hace un año, afectada por un sorpresivo y letal cáncer. “Fue un golpe emocional muy duro, no he logrado superarlo aún”. Heredó una rocola que compraron juntas hace varios años. Viajaban a Cayambe o a Loja a comprar discos para alimentar la colección, que suma 400 acetatos. El repertorio incluye artistas como Leo Dan o José José, música nacional, etc. Sus canciones favoritas: Popotitos y Nathalie.
Tras el ‘shock’ emocional, en abril del 2010 recibió otra sorpresa: la llamada del Presidente invitándola a que se hiciera cargo del Ministerio. Ramírez había recomendado su nombre y ella asumió el reto. El fin de semana previo casi no durmió de los nervios.
La posible designación, según una fuente cercana al Gobierno, generó incomodidad entre algunos miembros del Gabinete, que vieron en King a una persona joven y sin experiencia. Diego Borja era el candidato más fuerte para ocupar la plaza. Curiosamente, él era profesor en la Facultad de Economía de la PUCE cuando ella era estudiante. Y ahora, el despacho de King está justo pisos más arriba del de Borja, en el edifico matriz del Banco Central.
El lunes 5 de abril, King asumió la Cartera. Sin historial ni enemigos políticos, pero con críticas sobre su real peso en las decisiones, ella se defiende asegurando que “la juventud no tiene nada que ver. Se hace un trabajo técnico y se sigue la hoja de ruta, independientemente de quién esté”.
Rubén Flores, catedrático de la PUCE, cree que el Ministerio le calza justo porque ella es una planificadora a tiempo completo. “La autoridad hay que ganársela y lo está haciendo con carácter y con trabajo. Es la hora de los jóvenes”.
Luego de su designación como Ministra, su página de Facebook se repletó de mensajes de felicitación. Como escribió Alexandra Andino, otra de sus compañeras universitarias, fue una profecía consumada. “Siempre creímos que sería Ministra, siempre fue nuestra Ministra”.
Dentro del Gabinete, su relación con los otros funcionarios es diplomática y estrictamente de trabajo, salvo con Sánchez y Ramírez, sus amigos. Acompañada siempre por su ‘laptop’, la Ministra lo planifica todo y pide cuentas a cada uno de los otros funcionarios que están bajo su paraguas (Finanzas, Cancillería, bancos públicos, SRI, IESS). Diariamente realiza el monitoreo y en las reuniones de Gabinete entrega reportes sobre la situación de cada proceso. “Eso incomoda a algunos, especialmente a quienes no acostumbran a tener a alguien que les respire en la oreja”, dice otra fuente cercana al Gobierno.
Tras cinco meses como Ministra, King revisa el cumplimiento al milímetro de los planes de desarrollo. El superintendente de Compañías, Pedro Solines, ve a “una mujer de carácter, que ejecuta lo que se propone”.
En su oficina y en su hogar todo está ordenado y limpio, sin excesos en la decoración. Eso sí, le gustan las plantas, a las cuales dedica un cuidado especial, ya que “si les dejo a mi empleada se mueren”, asegura y sonríe otra vez.
Cada día va de su casa, ubicada cerca de la av. González Suárez, en el norte de Quito, a su despacho. Cuando tiene un tiempo libre prefiere ir al cine, a conversar con sus amigos (en español, inglés o francés, que domina) o escuchar a su músico favorito: Mozart. Tiene composiciones desde Celia Cruz hasta Fernando Delgadillo y su libro favorito es ‘Alpiste para el recuerdo’, de Francisco Febres Cordero. Hoy está en plena lectura de ‘Una idea de la Justicia’, del nobel Amartya Sen.
Y, como toda una buena planificadora, no se le olvida que debe comprar lavavajillas y otros enseres para el hogar en el Supermaxi. Cada cosa, día a día, lo escribe en una minipizarra, mientras escucha música de su iPod. La rocola, con todos los éxitos de su repertorio, la tiene reservada para momentos especiales…