Los inversionistas no salen de sus refugios y prevén lo peor

Luego de un tercer trimestre tumultuoso, muchos inversionistas están concentrados en una sola meta: la seguridad.

“La teoría era vivir para librar otra batalla”, afirma Mark Enman, director de corretaje global de la administradora de fondos Man Investments.

La retirada de fondos fue desatada por un período volátil y doloroso que obligó a los operadores a revisar sus calendarios para cerciorarse de que no habían sido transportados en el tiempo de regreso a la crisis de 2008.

El Promedio Industrial Dow Jones terminó el tercer trimestre con una caída de 12% para quedar en 10.913,38 puntos, una pérdida de 1.500,96 unidades. Se trata del mayor descenso porcentual desde el primer trimestre de 2009. El índice Standard & Poor’s 500 experimentó una caída incluso más pronunciada, de 14%.

En apenas tres meses, los inversionistas han pasado de esperar un repunte en el segundo semestre a temer una segunda recesión en las economías desarrolladas.

Por si esto fuera poco, se acaba de sumar una nueva complicación: la debilidad de las economías emergentes. La preocupación se centra en China, donde hay temor por la estabilidad del sistema bancario y los indicadores muestran que la economía podría estar perdiendo fuerza.

Las preocupaciones sobre la salud de la economía china causaron estragos en los precios de las materias primas. El cobre, el petróleo y la soya cerraron el tercer trimestre con bajas de 26%, 17% y 9,7%, respectivamente.

Los inversionistas “van a vender petróleo y van a vender otros commodities porque les preocupa una desaceleración global”, señaló Paul Simon, director de finanzas de la administradora de fondos Tactical Allocation Group, que gestiona cerca de US$1.600 millones.

En buena medida, la suerte de los mercados financieros está en manos de los gobiernos, en especial los de Europa y EE.UU., lo cual según los inversionistas hace que el desenlace sea más difícil de predecir.

Durante el tercer trimestre, los mercados fueron zarandeados todos los días —o incluso en cuestión de horas— por las últimas noticias provenientes de Washington o las capitales europeas. En agosto y septiembre, el Dow Jones subió o cayó más de 1% en 29 jornadas, y hubo 15 días con cambios finales de más de 2%. La última vez que los mercados experimentaron esta clase de volatilidad fue en marzo y abril de 2009.

El daño fue mucho mayor en Europa, donde las acciones bancarias sufrieron caídas estrepitosas. Los principales índices bursátiles de Francia y Alemania perdieron más de 25%de su valor, sus mayores caídas trimestrales desde 2002. Las bolsas asiáticas soportaron pérdidas de dos dígitos. El índice Hang Seng, de Hong Kong, cayó alrededor de 21%.

Incluso el oro, habitualmente un refugio en épocas convulsionadas, sufrió un colapso espectacular en septiembre luego de alcanzar un récord en agosto. En sólo una semana, el metal dorado cedió 12% debido a que la debilidad económica redujo los temores de inflación y los inversionistas vendieron oro para saldar deudas.

En medio de los sobresaltos, el principal refugio fueron el efectivo y los bonos soberanos, en especial los de EE.UU. y Alemania, a pesar de que los retornos estuvieran por debajo de la inflación.

El retorno del bono del Tesoro de EE.UU. a 10 años cayó a 1,71%, el nivel más bajo desde por lo menos la década del 40. Al tomar en cuenta que la inflación en EE.UU. bordea el 3,6%, eso significa que los inversionistas están efectivamente aceptando una pérdida. Algo parecido ocurre con los bonos del gobierno alemán, cuyos rendimientos también cayeron por debajo de 2%.

En el caso de los papeles del Tesoro de EE.UU., los inversionistas a veces compraron valores que no ofrecen ningún retorno. Esencialmente, guardaban su dinero en el Tesoro de EE.UU., previendo recibir la misma cantidad en tres meses.

Lo único que importa es la certidumbre, sostiene Sara Zervos, directora del equipo de deuda global de OppenheimerFunds. “Uno sabe que le devolverán el dinero”.

Los fondos de cobertura, muchos de los cuales habían adoptado una postura defensiva durante el primer semestre, mantuvieron su cautela.

“Muchos administradores están dispuestos a perderse la primera parte de una racha alcista con tal de preservar capital ahora”, señala Philip Vasan, director de la operación de corretaje prime de Credit Suisse, que trabaja con fondos de cobertura.

La precaución también se extendió a las firmas de Wall Street, señala Roger Freeman, analista de Barclays Capital. Cuando el destino de los mercados está en gran parte en manos de los procesos políticos en EE.UU. y Europa, se torna muy difícil administrar el riesgo, señala.

De todos modos, algunos sostienen que, en momentos en que tantos inversionistas se preparan para lo peor, cualquier desenlace un poco mejor podría revertir la tendencia del trimestre.

Si bien son pocos los que ven una salida rápida a los problemas de Europa, las sorpresas positivas podrían producirse en la forma de estímulos fiscales a corto plazo mayores a los previstos y un sólido acuerdo entre demócratas y republicanos en EE.UU. que permita una reducción ordenada del déficit fiscal.

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