Los pasados miércoles y jueves se realizaron en el Monte de Piedad de Guayaquil el primer remate de lotes de joyas del año. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO
Sin mayores protocolos, los tres integrantes de la Junta de Remates del Monte de Piedad del Banco del Afiliado (Biess) se ubicaron frente a unas 30 personas, sentadas impacientes en unas desgastadas sillas dispuestas en hileras.
Uno de ellos empezó a “cantar” los códigos de cada uno de los 300 lotes de joyas, que el pasado miércoles entraron a subasta en la Oficina de Préstamos Prendarios del Biess de Guayaquil, un sobrio inmueble de una planta en el sur de la ciudad. Unas horas antes, desde las 09:00, las alhajas y su precio base se exhibieron en una sencilla estantería hexagonal de vidrio, bajo la mirada atenta de dos policías.
La mirada de Anabel Rojas, una jubilada de 67 años, se clavó sobre un juego de joyas: una pulsera maciza con relieves de diseños florales, y una cadena con diminutas piedras celestes incrustadas en el metal dorado. Rojas observaba con atención apoyada de un bastón. “Estas son joyas antiguas, se nota en el diseño muy bello”, gesticulaba en voz alta.
Para atraer a los interesados, el Monte de Piedad mantuvo expuestas las prendas, cuyos propietarios no alcanzaron a cancelar los préstamos.
El miércoles, la exhibición se alargó una hora más, para permitir más inscripciones.
Un promedio de 40 personas se inscriben en cada subasta del Monte de Piedad en las ciudades de Quito y Guayaquil. Al Monte de Piedad del Puerto Principal acudió desde muy temprano Jimmy Ochoa, también jubilado, para observar la exhibición de las joyas y anotar, con papel y lápiz en mano, el código de los lotes que le interesaban.
Ochoa llegó con un presupuesto de USD 1 500. “Me interesó un lote con anillos y cadenas, y otro con anillos y dijes”, dice el hombre que participaba por primera vez en una subasta.
A las 13:30 la sala de espera del Monte de Piedad, un espacio atiborrado de hileras de sillas, se convirtió en pocos minutos en un improvisado salón de remates.
Ochoa, sentado en la tercera fila, no pudo hacerse de las primeras joyas rematadas. “¡Tiene que ser más rápido!”, le increpó Jonathan Navarro, presidente de la Junta de Remates, como dándole ánimos.
A la puja llegaron también expertos rematistas, como Carlos, un comerciante guayaquileño de joyas que pidió se omitiera su apellido. Mientras un proyector exhibía brevemente las fotos de las prendas, este rematista levantaba rápidamente la paleta. Su notoria habilidad para pujar un mejor precio le permitió arrebatarle a otros inscritos un peculiar juego de joyas cuyo mayor atractivo era una cadena con el escudo del equipo de fútbol Barcelona.
A mitad de la subasta, que se extendió por más de una hora, Carlos ya se había hecho de cuatro lotes de joyas.
Las subastas de joyas del Monte de Piedad también atraen a los propios dueños de las prendas, quienes acuden con la esperanza de que sus alhajas no encuentren un nuevo dueño. “Ya mismo subastan la esclava de la abuelita”, le alertaba un adolescente a su madre, quien permanecía en silencio con mirada fija en las proyecciones de las joyas.
Para Carlos, la compra de las prendas es solo un negocio. “A unas joyerías les llama mucho la atención el valor estético de la prenda, si es antigua o con un diseño exclusivo. A otras les interesa el oro, para fundirlo”.
El precio base de las joyas que entran a subasta no suele sobrepasar los USD 2 000, un valor ligeramente superior a los USD 1 500 que otorga como tope de préstamo el Monte de Piedad, por cada lote.
Para Navarro, el éxito o el poco interés en la subasta lo determina el precio del metal precioso. “El precio estuvo a la baja el año pasado y también en lo que va de este año, si bien es cierto en este último trimestre se ha recuperado un poco”.
No todos los lotes se logran rematar. Cuando esto ocurre, estas joyas pasan a la venta directa en las ventanillas del Monte de Piedad. Al cierre de esta semana, el gramo de oro para la venta estaba en USD 27.
Ya casi al final de la subasta Ochoa tenía sus ojos puestos en el proyector. Sin parpadear y conteniendo la respiración esperaba el anunció del precio de uno de los últimos lotes. En su mano derecha sostenía con fuerza la paleta con el número uno esperando el momento preciso. Por fin llega la hora y se arriesga. Al final, se escuchó la voz del presidente del Remate: “Vendido al 1”. Ochoa sonríe. Se hizo de su primer lote de joyas.