Mientras en las empresas privadas hay un intenso movimiento por los desafíos que les imprime el Gobierno (restricciones a las importaciones, matriz productiva…), las empresas públicas se rigen al guión que les impone la agenda del Buen Vivir. Y desde ese esquema, las 25 empresas creadas por el Ejecutivo, además de otras tres en las que el Estado tiene al menos un 51% de participación, están decididas a tener más protagonismo en el mercado.
Al menos eso se desprende del libro que esta semana presentó la Senplades y en el cual se muestra hacia dónde apuntan esas compañías. Un par de ejemplos: la Empresa Nacional de Fármacos (Enfarma EP), prevé destinar USD 156,7 millones para instalar un Complejo Farmacéutico y lograr en el 2017 la producción de 82 medicamentos de uso humano. Otro caso es el de Tame EP, que desarrolla una estrategia para entrar en el negocio de transporte de carga.
Si bien el desarrollo empresarial, sea público o privado, es lo ideal, lo pragmático sería que ambos sectores trabajen en una lógica de encadenamientos productivos. Pero eso no se percibe y, al contrario, el riesgo es crear una competencia que deje más perdedores que ganadores.