Gioconda Herrera, investigadora de la Flacso, opina que la labor hecha por las domésticas es infravalorada. En el país persiste una visión de servidumbre y de apoyo al hogar.
¿Por qué se busca la regularización del empleo doméstico después de tantos años de informalidad?
Creo que es producto de la constatación de que el empleo doméstico es un trabajo como cualquier otro. Las empleadas tienen obligaciones, pero también derechos, al igual que todos.
¿Desde la cultura nacional no se ha considerado al empleo doméstico como cualquier otro trabajo?Así es. En nuestra cultura, esta labor se mira como una ayuda o como un complemento para el hogar. Creemos que la empleada doméstica está ahí para servirnos. No le damos el trato que le daríamos a una oficinista, por ejemplo.
¿Y qué ha provocado este comportamiento cultural?
Que las empleadas se conviertan en alguien prescindible para quienes las contratan. Si una familia quiere recortar gastos mensuales, una de las primeras cosas que decide es terminar con el contrato de una doméstica.
¿Se está minimizando la actividad que realizan?
Precisamente. Eso explica que ahora que el Gobierno está pidiendo que se cumplan los derechos de las empleadas domésticas (alza salarial y afiliaciones a la seguridad social), la gente prefiera despedirlas.
¿Y qué debería hacer una familia que tiene que recortar gastos, para no despedir a su empleada doméstica?
Podría pensar en disminuir otros tipos de consumo. Eso significaría darle valor a la actividad que realiza la empleada doméstica. Pero no hay que quedarse solo en el hecho de la valoración sino en el cumplimiento de las normas, que en este caso son los derechos de las trabajadoras.
Pero muchas de estas nuevas reglas son recientes y han tomado por sorpresa a los empleadores…
Algunas son normas que ya existían. No es que se están cambiando las condiciones. Lo único que se está exigiendo es el cumplimiento de un derecho adquirido por las trabajadoras.
¿Por qué a pesar de estar normadas estas exigencias las personas no las acatan?
Porque aquí mucha gente no está acostumbrada a seguir las reglas. Las normas para cumplir los derechos de las domésticas están dadas, la cosa es cumplirlas.
Entonces, ¿cree usted que es correcta la forma como el Gobierno busca la formalización del trabajo de las empleadas domésticas?
Aquí no hay que hablar de correcto o incorrecto. El cumplimiento de derechos debe ser producto de una transformación de la perspectiva social y cultural que se tiene de las domésticas. Tan arraigada está esta visión que se ha traducido incluso en las personas que han emigrado.
¿Se refiere a la infravaloración del trabajo doméstico?
Sí. Muchas de las mujeres que emigraron no laboraban en el país como domésticas, pero allá sí. Ellas mismas sienten que no están realizando una labor que deba ser valorada.
¿Por eso es que muchas veces se produce la violación de sus derechos? No solo en el extranjero, sino en el país.
No solo por eso. Las condiciones estructurales del trabajo doméstico son muy frágiles y pueden provocar esta situación. El mismo hecho de que sea un trabajo ejercido en el interior de un espacio, en el que dependen de una relación muy cercana con el empleador, hace que se pierda la perspectiva de que es una trabajadora y se caiga en maltratos y discrímenes.
¿Existen las condiciones para que puedan presentar una denuncia?
Para las emigrantes que trabajan como domésticas es mucho más viable denunciar maltratos, pero en el país definitivamente muchas de estas situaciones permanecen totalmente ocultas.
¿Por qué se produce esto?
Porque se enraízan en jerarquías sociales históricas. Se sigue pensando en una relación de servidumbre al patrón, de la misma forma que sucedía en la hacienda. Allí no existía una relación salarial sino más bien un intercambio, una especie de dominación.
Pero hay casos en que la doméstica no es solo apoyo o trabajadora, sino un miembro más de la familia.
Por su puesto que existen muchos casos en los que hay relaciones de afecto. Es inevitable por el tipo de oficio: el cuidado de niños, de ancianos, la comida.
Pero…
Son relaciones asimétricas. Eso quiere decir que siempre cada uno va a saber el lugar que ocupa en una sociedad jerárquica como es la ecuatoriana.
Entonces ¿desde hace siglos no ha cambiado la visión de la empleada doméstica?
Sí han existido cambios. Por ejemplo, poco a poco se ha ido eliminando la figura de la empleada doméstica puertas adentro. Las relaciones laborales son otras, cada vez son más flexibles. Ahora hay que mirar lo que se viene, porque creo que con la aplicación de medidas sí habrá cambios.