Hay una nueva definición de déficit en el diccionario de las autoridades económicas del país.
A propósito de la presentación de la Pro forma presupuestaria para el próximo año, el Ministro de Finanzas definió al déficit como “la parte de la inversión pública que se hace con financiamiento”.
Al vincular el déficit con la inversión pública, el Gobierno tiene la justificación perfecta para endeudarse dentro y fuera del país, pues todo endeudamiento servirá para construir carreteras, puentes, puertos, aeropuertos, etc.
Con la nueva definición resultaría un sacrilegio cuestionar el abultado déficit fiscal en el presupuesto para el próximo año -también en el actual- porque la respuesta oficial sería la misma que se ha repetido este año: la gran obra pública que existe en el país es producto de la histórica inversión del Gobierno de la revolución ciudadana.
El nuevo concepto de déficit fiscal, que tradicionalmente se definía como la diferencia simple entre ingresos y gastos, calza perfecto en el actual Régimen, cuya teoría se basa en el gasto público como el motor de la economía.
Pero esa lógica no hace incapié en la eficiencia o en el ehorro como prácticas responsables del manejo fiscal.
Al vincular el déficit fiscal con la inversión pública se condena al país a depender del endeudamiento para construir carreteras, puentes, aeropuertos, etc. Para el próximo año, un 70% de la inversión pública se realizará con deuda, pese a que el país tendrá más ingresos por impuestos y venta de petróleo.