María Lotuala se dedica a labores del campo en la comuna de Curingue, en Pujilí. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Las mujeres de Curingue se levantan apenas dan las 05:00 para ir a buscar agua. El pozo no está cerca. Para llegar, ellas deben bajar cada día una empinada loma, por un polvoriento chaquiñán. Cuando llueve, el lodo hace más difícil el trayecto, que puede durar una hora.
María Lotuala carga una poma de 20 litros del líquido. La mujer, de 26 años, lleva 10 años viviendo en esta pequeña comunidad de la parroquia Guangaje, la más pobre de la provincia de Cotopaxi.
Curingue tiene casas de adobe, bloque y techo de zinc, unas distantes de otras. El suelo está erosionado y hay pocos árboles entre el terreno arenoso.
Según el estudio Plan de Desarrollo Parroquial de Guangaje (Pujilí), 8 000 de los 10 000 pobladores viven en la pobreza, es decir con menos de USD 1 diario, dice Jesús Uglla, secretario de la Junta Parroquial.
En Curingue no hay agua potable ni de riego ni alcantarillado. Hasta la parroquia apenas llegan dos buses cada día desde la Latacunga, capital provincial. El viaje demora 90 minutos. El transporte arriba a las 07:00, con 25 maestros. Unos dan clases en la Unidad Educativa de Guangaje y otros caminan hasta las 32 comunidades que tiene esta parroquia.
Cuando llueve, Lotuala aprovecha para recoger agua en un tanque plástico que tiene a un costado de su casa.
Ella, su esposo y cinco hijos habitan en una vivienda de dos cuartos, paredes de bloque y techo de zinc. En otra construcción, de adobe y techo de paja, se adecuó la cocina.
Un sábado del mes pasado, Lotuala cocinó morocho para sus hijos en un fogón de leña. La pareja se dedica a la agricultura y al pastoreo de cinco ovinos. Dos de sus hijos, de 1 y 5 años, acompañan en la jornada. Uno de ellos tiene baja estatura. Su madre lo atribuye a la mala alimentación.
Un análisis situacional efectuado por el Centro de Salud Tipo B de Guangaje detalla que 211 niños de 0 a 5 años, que viven en esta zona, sufren de desnutrición, de ellos 97 tienen desnutrición crónica.
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En las comunidades se consume poca proteína, que está en carnes, legumbres, hortalizas y granos. Eso hace que los niños mantengan un bajo peso, explica Elizabeth Moreano, coordinadora del Subcentro de Salud.
En la zona se siembran habas, cebada, mellocos y se crían animales como pollos o gallinas. Pero, por lo general, no se consumen esos insumos, sino que se venden para tener algún ingreso. Con una parte del dinero adquieren fideos, galletas, pan y sodas, pero Moreano dice que eso no aporta a una buena alimentación.
El Ministerio de Inclusión y Desarrollo Social (MIES) asegura que atiende a los niños de la zona a través del Plan Intersectorial de Alimentación y Nutrición. En el trabajo participan la junta parroquial, las tenencias políticas y los líderes comunitarios. Los médicos recorren la zona, imparten charlas y entregan vitaminas (llamadas chipas) que aportan hierro y ácido fólico.
El Plan de Desarrollo Parroquial de Guangaje también revela que al menos 4 000 personas migraron, en los últimos cinco años, a ciudades como Quito, Guayaquil, Latacunga y Ambato para trabajar en fábricas de bloques, construcción o como jornaleros en las plantaciones florícolas y brocoleras.
Latacunga, Salcedo y Pujilí tienen 6 850 hectáreas de estos dos últimos productos.
La producción de flores, donde el salario supera al básico, es la quinta actividad que más ingresos genera a la provincia, luego de construcción, transporte, comercio, cría de animales y enseñanza.
Por la falta de empleo, Manuel Anchigano, oriundo de Cuchumbo, otra comunidad de Guangaje, viajaba a Santo Domingo para laborar como albañil. En un accidente de tránsito se fracturó sus dos piernas y ya no puede laborar en esta actividad. Ahora, el hombre siembra en su chacra cebada, maíz, chochos, habas y otros productos y, en ocasiones, se traslada a Pujilí para trabajar como jornalero. Los USD 100 mensuales que gana por estas tareas no le alcanzan.
María Millingalle vive en la comuna de Cuchumbo, donde no hay servicios básicos. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Anchigano tiene 11 hijos y, de ellos, cinco aún viven con él. Otros cuatro migraron a Salcedo para trabajar en la elaboración de bloques.
La mayor parte de la población de Guangaje se dedica a la agricultura. Al igual que en esta zona, la mayor parte de la población se dedica a la agricultura, que se desarrolla con dificultad debido a la falta de riego y al suelo erosionado.
Anchigano depende de las lluvias para sembrar y “sacar algo”. El resto del año la tierra pasa casi “seca”.
El presidente de la Junta Parroquial de Guangaje, Luis Toaquiza, cuenta que son pocas las personas que reciben el bono. “Hay personas con discapacidad y de la tercera edad que dejaron de recibir el bono, que son los más pobres. Investigando determinamos que 900 personas no reciben esta ayuda aunque la necesitan”.
El MIES dijo que en Guangaje atiende a 688 personas con los servicios sociales. De ellos, 100 son niños de 0 a 3 años, a quienes asiste en Centros de Desarrollo Infantil, y da acompañamiento familiar para mejorar las condiciones de vida.
Más que bonos, Toaquiza cree que se necesitan proyectos productivos. “Entregamos a las comunas 78 borregos mejorados, no podemos ayudar más porque el presupuesto es de USD 240 000 y no alcanza. Necesitamos agua potable, alcantarillado y riego”.
Sobre esto, el MIES dijo que da créditos de desarrollo humano a quienes asisten a capacitaciones para que emprendan actividades productivas. En el 2018 entregó 21 de estos productos en Guagaje por USD 19 834 y en el 2019 subieron a 96, por USD 105 472.