Cuando se habla de Gucci, Rolex, Ferrari o Dom Perignon, el corazón de mucha gente late más rápido. Marcas como Louis Vuitton, Chanel y Cartier también son relacionadas de manera inmediata con lo mejor, lo más costoso, exclusivo y lo más lujoso del mundo.
Las personas compran lujo no solamente por la calidad superior, la exclusividad y la fama del producto, sino por la emoción que les produce el comprar un nombre ‘mágico’ que los diferencia de los demás.
Las marcas de lujo funcionan de manera parecida a cualquier otra marca del mercado, pero un toque adicional las hace especialmente deseables. Una reputación impecable normalmente resulta de un servicio excepcional, y de unos productos que, por su calidad, exclusividad, seriedad en el marketing, estabilidad en sus precios y adecuado control de sus mercados la hacen prácticamente impermeable a cualquier “mala racha”.
Lógicamente, la mayoría de las marcas de lujo posee una clientela fiel y muy bien balanceada en todo el planeta. En su gran mayoría, las marcas están prácticamente blindadas a las crisis financieras ya que hay evidencia de que el número de ricos crece permanentemente en todos los rincones del mundo.
Además, con excepción de algunos productos realmente sofisticados y exóticos como los aviones, yates y otros de muy elevado costo, los acaudalados no cambian sus hábitos de consumo fácilmente. Un millonario no deja de comprarse un traje para economizarse los USD 3 000 ó 4 000 que cuesta y su esposa no va a hacer sus compras de ropa en Wal Mart porque perdieron un 20% de su fortuna en la Bolsa de Valores. Los ricos de verdad seguirán siendo ricos toda la vida aquí o en cualquier otra parte de la Tierra. Mientras las marcas de lujo incluso prosperan en las épocas de crisis.