Un baño de verdad recibió el Gobierno esta semana con la visita de Nicholas Stern, un economista británico de gran reputación por sus estudios sobre el impacto del cambio climático y el calentamiento global en la economía mundial.
Stern pidió a los gobiernos terminar con los subsidios a los combustibles fósiles para frenar el calentamiento global, lo cual debiera estar en la línea de cualquier Gobierno que se diga ecologista.
Por un lado, estos subsidios no llegan a los más pobres y, por otro, incentivan el consumo de combustibles, con efectos negativos en el ambiente. Claro que las emisiones de CO2 de Ecuador son mínimas respecto a países como China o Estados Unidos, que son los mayores responsables del cambio climático mundial. Sin embargo, las políticas del Gobierno ecuatoriano no guardan relación con los principios ecologistas que dice defender.
Ecuador gastó el año pasado alrededor de USD 3000 millones en subsidios a la gasolina, el diésel y el gas de uso doméstico. En los cinco años que lleva en el poder el actual Gobierno, ese subsidio supera los USD 9 000 millones.
Con esa cantidad de recursos se hubiese pagado dos veces la iniciativa Yasuní-ITT, que busca dejar en el subsuelo 846 millones de barriles de petróleo para evitar la emisión de 407 millones de toneladas de carbono a la atmósfera. Si existiera una verdadera convicción ecologista, Ecuador pudiera, con sus propios recursos, cubrir los USD 3 600 millones que requiere la iniciativa ITT y racionalizar el uso de combustibles.