Una fina capa de ceniza cubre las 200 hectáreas de maíz en la comuna Chazo Bajo, al oriente del centro cantonal de Guano, en Chimborazo.
Efraín Orozco mira con impotencia cómo se secan sus 10 hectáreas de cultivos por la acción ácida del material blanco .
Él es parte de las 35 familias que viven en ese pueblo. Todas se dedican a cultivar maíz y no conocen otra forma de vida.
Orozco está cansado. Le duele la columna vertebral porque ayer pasó cinco horas agachado limpiando, con una brocha, el material volcánico que se pegó en las hojas y en los tallos.
Es una acción desesperada para salvar una parte de su plantación que sembró en septiembre.
El hombre levanta el rostro al cielo y comenta: “otra vez va a llover. Espero que eso termine de limpiar las matas. En esta siembra gasté USD 6 000”.
El dinero lo consiguió con un chulquero que le prestó al 4% de interés mensual. En los bancos no tuvo suerte. Deberá empezar los pagos en febrero del 2011.
Los chulqueros tienen como clientes, según Orozco, al 60% de los habitantes de esa comuna. Pocos lograron un préstamo en el Banco Nacional de Fomento.
Cerca de allí está la casa de ladrillo y techo de fibrocemento de Mercedes Villagómez. Tiene 65 años y también comparte la desesperación de su vecino.
Solo que ella está sola. Con una chalina tapa su largo cabello y parte de su rostro enrojecido. Sus 2 hectáreas de maíz también están cubiertas por la ceniza.
Ella debe USD 700 a los chulqueros. Y firmó una letra de cambio en blanco. “Si el volcán no se tranquiliza me quitarán mi tierra”, se queja Villagómez, mientras mira la estrecha vía de tierra que conduce a la comuna Chazo Bajo. El polvo del malogrado camino se adhiere a las fachadas descoloridas. En una de ellas vive Ramón Callacando.
Su historia es igual a las anteriores. Solo que este hombre de 65 años confía en cosechar en febrero próximo 200 quintales de sus sembríos en cuatro cuadras de terreno que posee. Orozco, como todos sus coterráneos, trabaja hasta que se oculta el sol.