Desde que estalló la crisis económica y financiera en 2008, el Banco Central Europeo (BCE) no ha hecho más que luchar por mantener a flote el euro. Ahora, y según un estudio publicado hoy, son los propios banqueros los que necesitan un bote salvavidas.
La mayoría de ellos se encuentra en “grave peligro” por la extrema presión laboral.
El guardián del euro ha hecho casi de todo para frenar la especulación en los mercados financieros, por garantizar el acceso al crédito, atajar la profunda crisis bancaria que atraviesan países como España y controlar las desbocadas primas de riesgo… Ahora “los salvadores tienen que ser salvados”, advierte hoy el periódico especializado alemán “Financial Times Deutschland”.
Según el informe realizado por el sindicato IPSO en el que se basa el rotativo, el 80 por ciento de los empleados de la entidad con sede en Fráncfort se queja de una carga laboral excesiva. Esa carga de trabajo “crónica” que sufren muchos de los 1 500 empleados del banco representa “un grave riesgo potencial para el BCE”, subrayó el presidente del sindicato, Marius Mager, en una carta enviada al banquero italiano Mario Draghi, que está al frente de la entidad.
La razón princial, asegura, es el creciente número de ausencias de larga duración en el banco.
Ausencias causadas por enfermedades por estrés o por el desplazamiento de personal especializado a distintos países del bloque europeo. Y es que en medio de la crisis bancaria y de deuda en Europa, muchos expertos se han trasladado a los países más vapuleados de Europa para supervisar el cumplimiento de las reformas y los programas de ahorro acordados con los gobiernos. No en vano, los trabajadores de la entidad son parte de la troika que el BCE forma junto a la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional.
El banco emisor lleva años asumiendo más y más funciones sin ampliar paralelamente su plantilla. “Tenemos una carga de trabajo enorme.
La situación es insostenible”, denunció Mager. Y las respuestas de los 715 empleados que participaron en la encuesta demuestran que el personal está seriamente amenazado por el “burnout” (quemado), el síndrome de agotamiento por desgaste profesional.
El 20 por ciento aseguró que su trabajo influye enormemente en su vida personal y el 16 por ciento calificó de “serias” las consecuencias que provoca el estrés en su estado de salud y su vida personal. “El BCE no está equipado con una plantilla suficiente para cumplir sus tareas actuales y ni qué decir tiene las tareas futuras, cada vez más importantes”, escribieron los representantes de los trabajadores sen su misiva. Efectivamente, la situación laboral a medio plazo no parece precisamente alentadora para los guardianes del euro.
Los jefes de Estado y de Gobierno de los 17 países del euro acordaron dotar al BCE de nuevos poderes de supervisión de la banca de la eurozona en una reforma que estará lista en los próximos meses.
La montaña de trabajo seguirá subiendo y como en muchos países del euro en los que el desempleo ha arrasado con miles de puestos de trabajo, las manos seguirán siendo las mismas….o no. Draghi anunció recientemente un aumento de plantilla para hacer frente al torrente de obligaciones que se avecina. Lo que queda por comprobar es si los 50 o 60 nuevos puestos de trabajo de los que se habla bastarán para cortar de un tajo la cifra de “quemados”.