Boeing pretendía asegurarse con el “Dreamliner” su supremacía en los cielos, pero el hipermoderno jet ha acabado convirtiéndose en un fiasco.
El primero de los aparatos se entrega hoy con tres años de retraso. Y la experiencia ha permitido al fabricante de aviones europeo Airbus aprender de los errores de su competidor estadounidense.
Ahorrar puede salir muy caro. Eso es algo que ha aprendido Boeing del experimento con su avión para largos trayectos 787 Dreamliner. El intento costó a Boeing no solo millones de millones de dólares de dólares, sino que trajo a la empresa alguna que otra mala palabra por parte de sus clientes. Con el Dreamliner se aspiraba a frenar la marcha del rival europeo Airbus, pero creando un avión para largas distancias, que no solo fuera más confortable, sino que además consumiera un 20% menos de combustible que otros modelos comparables.
Para ello, el fabricante aeronáutico se adentró en campos técnicos hasta ahora desconocidos para él, y sustituyó en el fuselaje el fiable y robusto aluminio por la ligera y al mismo tiempo estable fibra de carbono. Los problemas comenzaron cuando Boeing delegó en sus proveedores gran parte de los trabajos. Lo que pretendía ahorrar costes, se convirtió en el que podría ser el error más caro en la historia de la aviación civil.
Los socios no sabían trabajar con el moderno material y entregaron las piezas tarde o mal. Al mismo tiempo, la coordinación funcionó más mal que bien dentro del mega rompecabezas creado en la cadena de diseño y producción. Boeing accionó el freno de emergencia, recontrató a muchos empleados, vigiló mejor el trabajo de sus proveedores y buscó piezas alternativas. Pero los directivos de la compañía no pudieron recuperar el tiempo perdido.
El Dreamliner surcará ahora los cielos con retraso. El primer ejemplar se entrega a la compañía japonesa All Nippon Airways, que iniciará con él, mañana, su primer vuelo a casa.
El Dreamliner, de entre 210 y 290 asientos, era considerado un éxito de ventas al inicio. En tiempos en los que aumentaban los precios del queroseno, las aerolíneas hacían cola para comprar el ligero aparato. En poco tiempo se registraron más de 1 000 pedidos. De ellos quedaron 821 y ahora apenas hay demanda, pues se prevé que, quien reserve un 787 hoy, no lo recibirá sino hasta finales de la década. En estos momentos, Boeing tiene capacidad para producir dos aparatos por mes, aunque se prevé que sean diez.
Airbus ha seguido con tranquilidad y sacado sus propias conclusiones de la cadena de errores de los estadounidenses. El grupo europeo sigue manteniendo el control de su proveedor Premium Aerotec, que en un principio estaba dispuesto a vender. En su planta de la ciudad alemana de Augsburgo están siendo fabricadas desde hace meses las primeras piezas de fuselaje en fibra de carbono para el A350, la contraparte europea del Dreamliner.
Pero ha tenido problemas. El primer boceto del A350 suspendió ante los clientes. Y también el A380 de dos pisos y el A400M de transporte militar trajeron dolores de cabeza.
Airbus alista su modelo
La respuesta de Airbus al Dreamliner de Boeing se llama A350. Como en otros ambiciosos proyectos aeronáuticos, también se produjeron una y otra vez retrasos en la producción.
El modelo básico A350-900 prevé surcar los cielos a partir de finales del 2013. La versión más potente estará lista en el 2017.