[[OBJECT]]Once es el barrio comercial por excelencia de Argentina. Aunque queda en Buenos Aires, toda Argentina lleva puesto o usa algo de Once. Cualquier persona en el pueblo más olvidado del país, tiene a Once en su casa, sea un corpiño, un pantalón, una olla, tijeras y, si le antoja, un chocolate.
Cualquier cosa se puede hallar en Once y cualquier cosa puede ocurrir allí. Por él pasa toda la Argentina. En buses rentados, llegan comerciantes de todas partes para abastecerse. Regresan transportando grandes sacos con distinta clase de mercadería.
No será raro ver en Once a judíos con sus kipá o los ortodoxos de negro entero y sus largas patillas. O También a peruanos, coreanos y paraguayos. El movimiento es intenso. Se vende al por mayor y menor, de la industria local y, sin duda, los productos importados.
El martes pasado, algunos comerciantes se hartaron con la restricción a las importaciones y realizaron algo que ellos jamás imaginaron en sus vidas: bajaron las cortinas de hierro de sus locales y suspendieron las ventas por una hora.
Lo llamaron “el cortinazo”. Algunos están furiosos; otros inclinan la cabeza resignados, preocupados, como señal de “¿qué vamos a hacer?”, si desde la Secretaría de Comercio Interior se impide la importación. Este martes (hoy) prometen otra manifestación, y aún más grande, “pero no de más horas”, aclara un comerciante.
Unos cuantos de ellos se enteran de que está EL COMERCIO en un local de juguetes de peluche y llegan en grupo. Quieren decir todo, se dejan tomar fotos pero hay una salvedad: “No pongas mi apellido”.
¿Hay algún temor?, les pregunta este Diario. “Nunca se sabe”, dicen. “Desde diciembre ya tenemos problemas –responde Inés-. Pero es desde hace dos meses que todo se agravó y mercadería no hay. Los importadores nos dicen que hay 12 contenedores en la Aduana que no pueden ingresar y que no saben cuándo los podrán liberar. Ya mismo es el Día del Niño (12 de agosto) y tengo el negocio en rojo. Las ventas cayeron un 70%”.
En el caso de considerar peluches como algo fútil, las herramientas pueden ser vistas como un aporte para la producción. También tienen dificultades. Claudio escucha los argumentos del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner: fortalecer la industria nacional y su consumo, la soberanía productiva, una versión ‘aggiornata’ (retocada) del consabido “consume lo nuestro”. “No tendría problema en vender productos nacionales, pero el problema es que no se produce todo lo que necesitamos y algunas no son de buena calidad”, cuenta Claudio.
¿Y de dónde vienen los productos?, fue la siguiente pregunta de EL COMERCIO. “De China, ¿de dónde creen que vienen todas la cosas?”, fue la respuesta de Sandro.
Se ve un buen movimiento en el local de herramientas a diferencia de la de peluches.
“Sí, pero no es como antes. Hay una caída. El problema es conseguir material. Tengo para unos dos meses más. Los despachadores no aparecen o vienen poco. Es la primera vez que algo así me ocurre en 10 años que llevo adelante este negocio”, dice Claudio.
En Palermo, barrio de alto nivel de vida, los estilistas Rodolfo Romano y Daniel Ledesma viven una disputa ideológica: el primero cree que este Gobierno está haciendo las cosas mal; el segundo, lo aprueba totalmente. “Yo, por mí uso todo nacional”, dice Ledesma. “Pero acá las tijeras no tienen la misma calidad. Ni siquiera los secadores de pelo”, responde Romano y muestra la suya, marca Babyliss, italiana, “con motor hecho en la Ferrari”, aclara.
Romano fabrica su propia tintura y hasta la vendía. Ahora prefiere solo producir para él porque los insumos no están llegando y si bien tiene stock para un buen tiempo, considera preferible prevenir porque le han contado que no pueden bajar los contenedores.
Si los dos se lo toman con humor, Maximiliano, un distribuidor de productos para el cabello de una gran compañía, dice sin ninguna gana “hay faltante y se viene difícil”. Algunas mujeres consultadas por este Diario no registran faltante ni suba de precio de las tinturas. Solamente lo toman de la estantería y la pagan sin fijarse en el precio que tienen.
Juguetes, peluquería o herramientas pueden sonar como temas menores en la vida, pero cuando se trata de medicinas, la cosa es seria. Los diabéticos así lo pueden confirmar. En el interior del país se siente la faltante de insulina, como en Córdoba o Santa Fe. “La producción nacional no alcanza (…) Los insumos que son importados van a empezar a faltar. Fundamentalmente, los que son de uso diario como las jeringas o los guantes.
Por otro lado, están faltando insumos como son las siliconas y catéteres”, dijo el ministro de Salud de Santa Fe, Miguel Ángel Cappiello.