Alberto Acosta es Director de la Maestría de Economía de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Foto: Archivo/EL COMERCIO
Entrevista a Alberto Acosta Espinosa, excandidato a la presidencia de Ecuador para las elecciones de 2013.
¿Cómo explica que el Producto Interno Bruto (PIB) se haya mantenido tanto tiempo como el principal indicador para medir el crecimiento o desarrollo de un país?
Por error y por conveniencia política. El error, de fondo, es que el crecimiento económico fue (y es) asumido como sinónimo de desarrollo. Eso hizo que se acepte como gran indicador al PIB, un indicador de relativamente fácil cálculo que se ha enraizado en la teoría económica tradicional y, por cierto, en la mente de la gente.
¿Y en lo político?
Con la supremacía del PIB se indujo al olvido de otras dimensiones como las distributivas o medioambientales. Con eso, el crecimiento era la prioridad, idea que termina siendo útil a la acumulación del capital. Lo bueno es que cada vez ese indicador es superado por quienes estudian estas cuestiones. Lo malo es que todavía está vigente en la opinión pública.
¿Qué factores ocasionaron la aparición de indicadores alternativos al PIB?
Al cuestionar el crecimiento económico como sinónimo de desarrollo se abrió la puerta a otras visiones. Se puso apellidos al desarrollo desde todos aquellos elementos olvidados o que incomodaban: desarrollo social, desarrollo con equidad de género, desarrollo sustentable… y en ese empeño se buscaron nuevos indicadores. En la medida que la idea del desarrollo se expandió con fuerza en el mundo, sobre todo desde el 20 de enero de 1949, a raíz del discurso de presidente norteamericano Harry Trumann, comenzaron a aparecer cuestionamientos. Se aceptó que el crecimiento del PIB no es sinónimo de desarrollo, entonces se comenzaron a desarrollar otros indicadores, uno de los más notables es el Indice de Desarrollo Humano, o el mismo PIB verde.
Además, y esto es fundamental, el PIB es, en esencia, mentiroso
¿Por qué?
Nada dice de las inequidades, recoge como crecimiento la pérdida de patrimonio, asume como crecimiento la reparación de daños ambientales, no entiende los graves impactos sociales de la flexibilización laboral, no distingue entre la producción de alimentos o de armas, no le importa ni la democracia ni la libertad, entre otras graves limitaciones.
¿En qué casos el PIB crece si hay una pérdida de patrimonio?
El PIB asume sin más como crecimiento la extracción, por ejemplo, de petróleo, sin considerar que cada barril que extrae ya no se recupera, es decir representa una pérdida de patrimonio. Conste que hablo de extraer petróleo: el petróleo no se produce, apenas se extrae.
¿Qué diferencia a estos nuevos índices del Buen Vivir? ¿Son lo mismo?
Para empezar, el Buen Vivir o sumak kasay no es una “alternativa de desarrollo” sino una “alternativa al desarrollo”, que no busca mejorar a la civilización capitalista sino superarla. Por lo tanto, los indicadores que miden el desarrollo no tienen lugar. Más bien el origen de ese Buen Vivir nos remite a valores, experiencias y prácticas existentes en diversas comunidades indígenas en nuestros países y en muchas partes del mundo. Además, no solo cuestiona el concepto de desarrollo y de progreso, sino que plantea una aproximación en plural: los buenos convivires.
Para construir indicadores necesitamos identificar aquellos elementos que configuran el Buen Vivir, que no es igual en todas partes. Aquí podríamos dejar sentados tres posibles pilares de los buenos convivires: la vida del individuo en la comunidad, la vida en armonía de individuos y comunidades en la Naturaleza, así como las relaciones de respeto, solidaridad y confianza que deben orientar la construcción democrática de sociedades sustentables.
Usted dice que el capitalismo se ensaña en reducir a la vida en dinero, pero los países capitalistas, principalmente los nórdicos, tienen los mejores indicadores en desarrollo. ¿Es el capitalismo la falla?
El capitalismo es un sistema que se nutre de la explotación del trabajo y de la naturaleza. Es una civilización, la civilización de la desigualdad. Hay países en donde se ha logrado reducir la pobreza de manera significativa, pero no la inequidad. Basta ver algunas cifras de la inequitativa distribución de la riqueza a nivel mundial: las cifras de la inequidad en Alemania resultan aleccionadoras: en el año 2008, el 10% más rico de la población alemana poseía el 53% de los activos, mientras que la mitad de la población es propietaria de un 1% de los activos (Revista Der Spiegel 19.2014). Las 8 (ocho) personas más ricas del mundo tienen una riqueza equivalente a la riqueza de la la mitad de habitantes del planeta, según un reporte de OXFAM.
¿Por qué ha ganado relevancia en economía la medición de la felicidad?
Quizá porque la Humanidad está empezando a comprender el sinsentido de una vida en donde se acumula dinero, riqueza, poder, hasta la muerte… El caso es que, en medio del cuestionamiento al crecimiento económico como medio para alcanzar el bienestar, surgió la necesidad de ampliar la perspectiva. Hay suficientes evidencias empíricas indicando que disponer de más bienes materiales no aumenta el bienestar; eso sí, es claro que se requiere un mínimo de dichos bienes para vivir con dignidad.
Así, las últimas décadas han evidenciado avances importantes en lo que se conoce como “economía de la felicidad” u otras aproximaciones como la psicología conductista o la neuroeconomía. Estos logros se incorporan lentamente en la discusión pública, en donde todavía nos incomodan las ruinas del desarrollo y sus tradicionales indicadores.
¿Cómo medir algo que es subjetivo? ¿Qué indicadores se usan para medirlo?
La vida no puede reducirse a un solo indicador. Y eso que el capitalismo se ensaña en reducir a la vida en dinero… La economía es importante, pero nunca suficiente. Además, reiteremos que “la economía” dominante no busca reproducir una vida digna para toda la sociedad, sino acumular capital. Por lo tanto, intentar medir los avances en la construcción colectiva del Buen Vivir –que es para todos o no lo es- es muy complejo.
No se trata solo de aproximarnos desde las carencias, hay que verlo más desde las potencialidades, destacando elementos fundamentales para la reproducción de la vida a plenitud: alimentación, alojamiento, salud, educación, equidades, en suma participación activa en la comunidad; también se requieren posibilidades de trabajo creativo y de actividad cultural, rescatando el vínculo social del individuo con la comunidad, viviendo siempre en armonía con la Naturaleza.
Al final, y considerando todos los conceptos nuevos sobre el desarrollo, ¿la felicidad se puede medir?
Medir la felicidad es un reto que interesa cada vez más a los científicos y a los políticos. Es una tarea compleja, pero que nos abre la puerta a lecturas más interesantes y también la toma de decisiones políticas más potentes. La felicidad no se asegura con el crecimiento del PIB, para mejorar las condiciones de vida no siempre es necesario que creza el PIB, en ocasiones puede ser hasta contraproducente.
¿Se ha intentado medir la felicidad en el caso ecuatoriano?
En Ecuador los esfuerzos para crear nuevos indicadores han sido más bien pocos. Algo se hizo en la Senplades, pero desde la sombra del desarrollo. Allí no hubo una comprensión clara del Buen Vivir como “alternativa al desarrollo”. En realidad, en el correísmo -sin duda desarrollista- se vació de contenido al Buen Vivir y se lo transformó en un dispositivo de poder y en una herramienta de propaganda para disciplinar la sociedad y modernizar el capitalismo; algo contrario al espíritu mismo del Buen Vivir: una filosofía de vida que nos guía a superar al capital y al poder.
Hoja de vida
Alberto Acosta realizó estudios de Economía de la Energía en la Universidad de Colonia (Alemania). Revalidó su título de Economista en la Facultad de Economía de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (1981).
Subgerente de Comercialización de CEPE. Consultor del Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales –ILDIS. Asesor de organizaciones indígenas, sindicales y sociales.
Profesor-Investigador y Coordinador del área de economía y Director de la Maestría de Economía de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
Fue candidato a la Asamblea Nacional Constituyente en octubre-noviembre de 1997 por el Movimiento Plurinacional Pachakutik Nuevo País. Ministro de Energía y Minas, enero a junio del 2007.