En el auditorio del edificio de la Cámara de Industrias de Cuenca, unas 80 personas trabajan en medio de oficinas improvisadas y archivos colocados sobre el piso. Desde allí se coordinan varios temas administrativos y contables de Continental Tire Andina, la única fábrica de llantas del país.
Los teléfonos suenan todo el día, casi igual a la época en que no había huelgas, solo que ahora nadie tiene una oficina. El entorno se asemeja a un recinto de conteo de votos en un día de elecciones.
Ellos son los únicos de una nómina de casi 1 100 personas que no han interrumpido sus labores desde el pasado 7 de julio, cuando unos 330 integrantes del Comité de Empresa iniciaron una paralización de actividades.
En la planta de producción, ubicada en Parque Industrial de Cuenca, la situación tampoco es regular. Allí los sindicalistas se las ingenian para pasar el día jugando naipes, haciendo deporte, llenando crucigramas o evaluando con sus compañeros los avances de sus protestas. Su consigna es mantener el control de la planta y evitar el ingreso de personas.
El único espacio que disponen es el área de parqueaderos y las carpas que han instalado en los exteriores para permanecer la noche. Están bien organizados, divididos en dos turnos de 24 horas con casi 170 personas.
Básicamente esperan novedades. Pero las noticias no llegan. Por el momento lo único cierto es que desde el 2009 las huelgas se convirtieron en una constante para Continental Tire Andina.
El año pasado la producción estuvo parada por 77 días (21 en agosto y 56 entre octubre y noviembre). En el 2010 la situación se repitió y hasta ayer ya se registraron 70 días sin producir.
El promedio de producción de Continental Tire Andina es de 6 500 llantas diarias. Eso significa que durante los 146 días la empresa dejó de vender USD 42 millones, según su vicepresidente de Recursos Humanos, Gustavo Malo.
Además de las ventas, a Malo y a los directivos de la compañía les preocupa que la inestabilidad de la planta impida planificar con certeza. Los problemas no han escalado al punto de cerrar definitivamente la planta, lo cual está descartado por las elevadas inversiones: USD 15 millones el 2009 y otros 10 millones en este año.
Los sindicalistas creen que lo que deja de vender la compañía debiera convertirse en el primer argumento para negociar un acuerdo. “Estamos abiertos al diálogo, pero los directivos de la empresa no quieren negociar”, dice el secretario de conflictos del Comité de Empresa, Marcos Morocho. Desde el pasado 7 de julio se han planteado tres huelgas y hay una cuarta en trámite, la cual se llevará adelante si la negociación no prospera.
Según los sindicalistas, las sentencias emitidas les favorecen.
La versión de la empresa es idéntica, pero a su favor. Los directivos de la llantera acusan a los sindicalistas de buscar réditos políticos con el conflicto y han cuestionado el rol mediador del Ministerio de Relaciones Laborales.
De su lado los trabajadores acusan a los empresarios de no querer acuerdos para poder especular con el precio de las llantas.
Esas interpretaciones y cruces de acusaciones han estancado la solución del conflicto. Es la lectura de la vicepresidenta ejecutiva de la Cámara de Industrias de Cuenca, Carola Ríos.
Esa realidad motivó a que el sector productivo azuayo solicite al Gobierno una intervención y una auditoría a los procesos legales que han rodeado a esta huelga.
En medio de ese conflicto surge un tercer grupo: el de los trabajadores que no están de acuerdo con el conflicto. Este grupo, integrado por unas 700 personas, teme que la situación se vuelva insostenible para la empresa y que se pierdan los empleos, según su representante, Francisco Jerves.
Mientras todo ello ocurre en el entorno empresarial, la imagen de Ecuador como destino de inversiones se deteriora, dice Ríos. “Hay una inseguridad jurídica y una conflictividad laboral que marcan un mal precedente”.
El Gobierno sigue de cerca el conflicto y se está preparando para tomar medidas más radicales si no hay acuerdo (ver entrevista).
Una firma con enfoque regional
Los efectos financieros de las paralizaciones se reflejan en los balances de Continental Tire Andina.
Según el vicepresidente de Finanzas de esta firma, Darwin Zabala, las paralizaciones del año pasado produjeron una reducción en la rentabilidad de cerca de USD 8 millones.
Sin embargo, esa situación se logró revertir con la importación de neumáticos desde las otras plantas de producción de Continental Tire en el mundo. Con esa medida se logró revertir las pérdidas y terminar el año pasado con ganancias. Zabala no quiso especificar el monto exacto.
A pesar de que se equilibraron las finanzas de la compañía, la paralización de la producción plantea una situación compleja. Esta empresa mantiene una participación del mercado de llantas en Ecuador de aproximadamente el 46%, de la que solo el 1% corresponde a sus importaciones.
Según Zabala, la intención de esta planta es producir neumáticos no solo para abastecer al mercado nacional, sino a la región. El año pasado, esta empresa envió 530 000 llantas de diferentes medidas a Venezuela, Colombia, Perú y Chile. Además produjo 850 000 para el mercado local.