30 apicultores mejoraron la cosecha de miel

Modesto Moreta.  R. Sierra Centro
mmoreta@elcomercio.com

El olor fragante de la miel se esparce por el ambiente. El aroma  se origina en las 20 colmenas que cuida  Eva Guerrero  en su propiedad. Ella es del barrio La Independencia,  de la parroquia Santa Rosa, a 10 km de Ambato.

Al sitio se ingresa por una vía estrecha,  empedrada y flanqueada de árboles frutales.
 

Los productos
Apicare  hace   turrones, vino, jugos,  champú  y barras elaboradas con miel y  amaranto. Los productos son distribuidos a tiendas naturistas, hoteles y panaderías de Santo Domingo de los Tsáchilas,  Ambato, Quito y Riobamba.  
Los 30  apicultores que trabajan con esta microempresa  también guardan una pequeña cantidad de miel para el autoconsumo de las familias.
El objetivo del grupo es  consumir una cucharadita  de miel todos los días en ayunas. La miel da energía, dicen ellos.

Guerrero parece un astronauta. Viste un traje blanco, velo, guantes y botas para evitar que le piquen las  abejas que revolotean cerca de los  cajones de madera pintados de celeste, amarillo, rojo...   Allí están los panales.
 
Con cuidado, destapa uno por uno  para  sacar la miel. En su mano derecha carga el ahumador, un cilindro metálico que produce humo  y que sirve  para tranquilizar a los insectos.  El tipo de abeja que tiene Guerrero es la italiana. Dice que son  más resistentes a enfermedades, producen buena miel y son más prolíficas.

Poco a poco saca el producto. Lo  coloca cuidadosamente en otro recipiente de plástico para llevarlo a  su casa. Tras cuatro horas de trabajo obtiene 20 litros de miel amarilla y espesa.
 
Guerrero y otros  29 apicultores de Gatazo Zambrano, Licto, Molobog, Santa Ana, Punín, Cevallos y Santa Rosa, ubicados en  Chimborazo y Tungurahua,  venden su producto a la  microempresa Apicare Miel y Derivados.  Por cada litro reciben USD 6. 

La empresa nació por   un concurso organizado por la Politécnica de Chimborazo,  el Ayuntamiento de Madrid y otras entidades para premiar  al mejor proyecto de emprendimiento.

Funciona desde 2006. Mensualmente  procesa entre 600 y  800 kilos de miel de abeja, polen, propóleo y jalea real.  Guerrero conoció a los técnicos de Apicare hace cuatro años, en un curso.
 
Le enseñaron a  alimentar a las abejas en épocas  de poca floración, la forma correcta de cosechar la miel, a revisar cada semana los panales y a controlar la población de la abeja reina y de los zánganos (abeja macho).

“No sabía nada de esto. Cuidaba las colmenas como me enseñaron mis padres”, afirma Guerrero. 

 El gerente de Apicare, Andrés Viteri, explica  que luego de que ganaron el concurso se contactaron con los campesinos que les proveen la miel. Los conocieron en sus  charlas a las comunidades.

 “En los recorridos nos dimos cuenta que los apicultores necesitaban asesoría permanente y por los apoyamos”.
Yolanda Isabucho  es otra  productora y también vive en Santa Rosa.  En sus 10 colmenas produce cada tres semanas 80 litros, de los cuales  40   comercializa en el mercado de Ambato y entre  los vecinos del pueblo. 

El resto entrega a Apicare. “La paga es buena. Antes recibía USD 4 por el litro. Con su ayuda, el sabor de mi miel mejoró”.  

Ella   participa  en los  cursos que convoca   Apicare desde  2007.  Isabucho  no cosecha  la miel. El trabajo lo deja a los técnicos, quienes cada 15 días revisan las colmenas para garantizar la calidad del producto. El técnico Raúl Llumiquinga  se encarga de esa tarea.  Él viaja dos veces al mes a las comunidades. Además de chequear las panales, contabiliza la población de abejas y verifica que los cajones estén limpios y sin humedad.

Para este año, Apicare quiere agrupar a más apicultores.

Suplementos digitales