Nada detiene el avance del consumo con tarjetas de crédito. Ni siquiera en el 2009, que fue un año de crisis, la tendencia alcista varió. Mucho menos ahora, en pleno auge del consumo y de una alta liquidez en la economía.
En la última década, el número de tarjetahabientes se incrementó en 275%, al pasar de 593 035, en el 2002 a 2,2 millones el año pasado. Y eso significó un repunte extraordinario de las utilidades de las compañías emisoras: de USD 1,7 millones obtenidos en el 2002 pasó a USD 22,9 millones el año pasado: ¡13 veces más!
El consumo de los ecuatorianos ha ido incrementándose al mismo tiempo por lo que, solo el año pasado, el volumen de compras con este medio de pago creció en 22%, respecto al 2010, sobrepasando los USD 7 200 millones.
“Paulatinamente, desde que se adoptó la dolarización, las emisoras han ido flexibilizando sus condiciones para afiliar personas. Hoy es mucho más sencillo y las cifras no son de extrañarse. Eso solo demuestra que en el país se vive un ‘boom’ del consumo, muy típico de un país petrolero”, señala el economista Francisco Troya.
Añade que si cada una de las tarjetas emitidas cubriría los gastos de tres personas (un hogar promedio) el número de ecuatorianos que permanentemente estaría utilizando este medio de pago sumaría 6,6 millones.
Lo que da un margen de acción aún muy grande para las emisoras. Y así lo ve Ignacio Maldonado, vicepresidente de Negocios de Diners Club. “Si hacemos la relación entre el consumo de tarjetas el año pasado y el Producto Interno Bruto (PIB) de los hogares, vemos que todavía hay un mercado potencial de USD 36 000 millones. ¿Una burbuja de consumo? Todo depende de cómo las emisoras manejen su negocio”.
Hace una década, a un ecuatoriano de clase media, incluso media alta, le habría resultado imposible disponer de una tarjeta Diners. Hoy, el promedio de ingresos anuales que una persona puede tener para constituirse en tarjetahabiente de esta firma es entre USD 13 000 y 14 000, es decir unos USD 1 100 al mes.
Y, en vista de que aún eso deja por fuera a mucha gente, la compañía lanzó la tarjeta Discover enfocada a personas con ingresos anuales de USD 6 000 ó 7 000, o sea unos USD 500 al mes.
Y, según el gerente de Marketing de Diners, Jorge García, el objetivo es captar 100 000 clientes cada año, tentándolos, además, con el sistema Cash Back, que significa darle al cliente dinero en efectivo en lugar de puntos.
Una estrategia similar a la que lanzó el Banco de Guayaquil el año pasado, con su tarjeta American Express Blue. “La meta fue emitir 500 de estas tarjetas al mes”, manifestaba Rodrigo Andrade, vicepresidente de Tarjetas del BG, en su lanzamiento.
En todo este escenario de alto dinamismo, y pese a que el nivel de mora entre los clientes es bajo y oscila entre el 2 y 3%, hay cierta preocupación entre quienes ven el desenvolvimiento del mercado. “Mientras exista poder de compra, no hay de qué alarmarse. Pero recordemos que los ciclos económicos son cíclicos y, a épocas de bonanza le siguen períodos de contracción. Si en esa depresión, estaría mucha gente endeudada habría un problema social”, explica el asesor de créditos, Juan Alberto Flores.
Otra preocupación son las seguridades en las tarjetas, ya que el fraude bancario ha aumentado en la región, especialmente en l as transacciones por Internet.
“Los fraudes con tarjetas de crédito causan pérdidas de hasta 30% a los bancos y eso puede afectar seriamente a su patrimonio”, asegura Miguel Ángel Carlos Jaime, director de Prevención y Seguridad Corporativa del Banco Santander en México.
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