¿Negociar ilícitos?

Por varias razones, deleznables unas, inconfesables otras, los asambleístas de todas las bancadas, con excepción de aquellos que han tomado la iniciativa del juicio político al Fiscal General y uno que otro de su bancada, no están dispuestos a prestar sus votos para esta “gestión fiscalizadora”. 

Lo grave de tal actitud es que ellos -los no afectos al juicio político- parecerían estar negociando temas ilícitos con el propio fiscal, pues algunos argumentos que han esgrimido tales como: “no vamos a seguir el juego” (Tibán), o  “no soy rencoroso con quien me persiguió” (Cobo), no son creíbles y tampoco con sustento jurídico ni ético, entendiéndose lo ético como el recto afán de construir en beneficio de la colectividad.

La actitud descrita no es solo de los mencionados, otrora Padres de la Patria, sino del Gobierno en su conjunto que, alcahueteado por intereses económicos o políticos, tiene ya desarrollada la destreza de silenciar temas controversiales negociando ilícitos. Pruebas al canto: ¿acaso no es ilícito que en los contratos del hermano del Presidente se haya preferido “terminaciones unilaterales” en lugar de lo jurídicamente correcto que era buscar judicialmente la nulidad de todo lo actuado y el concomitante enjuiciamiento penal en contra del engañador y las autoridades que se dejaron engañar a sabiendas? La consecuencia de las terminaciones será que el hermano del Presidente gane todos los juicios al Estado y pasee sus desvergüenzas ante todo el país como si fuera un héroe perseguido que triunfó. Eso es negociar un ilícito.

El bombardeo de Angostura por parte de Colombia no tiene otro camino legal para nuestro Gobierno que el enjuiciamiento ante la Corte Penal Internacional de las autoridades colombianas que participaron en el nefasto hecho, a no ser que se esté negociando otro tipo de temas tras bastidores. Como grosera evidencia de la injerencia del Presidente en la Justicia -aún cuando diga lo contrario- se vio el sobreseimiento dictado por el Juez de Sucumbíos a los dos días de las muestras de “afecto diplomático” que los presidentes Correa y Uribe se dieron en Cancún. Es decir, aquí también se negociaron ilícitos.

Y como muestra final (hay muchas) de estas destrezas gubernamentales de negociar ilícitos está la “renegociación” del aeropuerto de Quito por parte del Alcalde, quien, en aparente contrario sensu de lo que ha dicho y escrito el Presidente (pág. 41 de su libro) negoció el más grande atraco de la larga noche neoliberal a pesar del informe de la Contraloría que determina con meridiana claridad que dicho negocio nació con un precio excesivo, sin permisos ambientales ni técnicos, solo cuenta con dinero de la ciudad y ningún desembolso del concesionario. Ah, ¿recuerda lo de Invermun? Concluyo diciendo: ¡ atatay !

Columnista invitado

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