Con gritos en honor del Niño Dios comienza la fiesta en el barrio Aida León, al sur de Quito. La fiesta es una tradición de la parroquia de Angamarca que se emula en la capital. Foto: David Landeta/EL COMERCIO
Al ritmo de las trompetas y los bombos comienza la fiesta en el barrio Aida León – ubicado al suroriente de Quito -. El Prioste, Fausto Troya, recibe a los visitantes y a quienes formarán parte de las comparsas en honor del Niño Dios.
Son las 8:00, la fiesta comienza con un desayuno, más parecido al almuerzo, con entrada y plato fuerte. Todos quienes formarán parte de la comparsa recargan energías para la fiesta que durará dos días.
Los homenajes en honor al niño Jesús son una tradición de la parroquia de Angamarca, ubicada en la provincia de Cotopaxi. Hace más de 10 años pobladores de esa parroquia, que se establecieron en Quito, decidieron emular la celebración que se realiza en su lugar natal.
Cerca de las 9:00, comienzan las comparsas. Los ‘Caporales’ son quienes abren el desfile, con una máscara rosada y un pañuelo en la cabeza empiezan a bailar formando círculos en la calle Manu, una vía adoquinada, angosta y sin salida.
Los ‘Caporales’ y el Payaso son personajes que forman parte del desfile. Foto: David Landeta/EL COMERCIO
Sostenida con una cadena, como si fuera una mascota, bailan junto a una llama. Cada animal tiene sobre su lomo una manta café con borlas doradas y una inscripción en la que se puede leer ‘Viva el Niño Dios, Prioste Fausto Troya’.
Al Prioste le toma una año preparar la fiesta. Troya fue elegido en diciembre del 2013, en enero de este año se encargó de invitar a quienes formaron parte de la comparsa, y en mayo se hizo el primer repaso para esta celebración.
Comandando el desfile se ve al ‘Patrón’, quien galopa entre la comparsa vestido con un traje parecido al de un mariachi mexicano. Con un fuerte grito, da la voz de mando para que los danzantes le sigan. ‘Que viva el Niño Dios’, ‘Que viva la alegría’ ‘Que viva el Barrio Aida León’, ‘Tres Dios le pague a nuestros Prioste’ son los gritos que se escuchan dentro del grupo de bailarines que en forma ordenada dan comienzo al colorido desfile.
A 200 metros otro grupo se integra a la comparsa. Son las mujeres y están vestidas con el traje típico de las indígenas del Cotopaxi, una camisa blanca con encajes y una llamativa falda azul. Dentro de los danzantes, ellas son conocidas como ‘Chinas’ y bailan detrás de los ‘Caporales’.
En ese momento la fiesta llama la atención de todos quienes viven en el sector. El ‘Patrón’, sobre su caballo, los ‘Caporales’, con sus llamas, y las ‘Chinas’, con sus trajes coloridos avanzan sobre una cuesta empinada, sin dejar de bailar.
Pero aún falta un grupo, el encargado de cerrar la comparsa y que está esperando en la parte más alta del Barrio León –ubicado en un cerro -. Son los ‘Yumbos’, que se engalanan con una corona de plumas y una lanza. Además de bailar, ellos saltan y agitan sus lanzas, en su mayoría son niños y adolescentes entre 7 y 18 años.
Sus disfraces según Dario Caiza representan las jerarquías que existieron en el campo desde la época de la Colonia. Por esta razón están los ‘Caporales’ que emulan a los campesinos, las ‘Chinas’ que son las esposas de los campesinos, los ‘Yumbos’ que recuerdan a los chamanes y el ‘Patrón’ que era el jefe de los campesinos.
La comparsa ya está completa, ahora solo falta la parte más importante de la celebración el Niño Dios. La figura de cerámica que representa a Jesús recién nacido está en una casa, en la parte baja del cerro, llegar hasta ese lugar le toma alrededor de 30 minutos al desfile. Los ‘Caporales’, las ‘Chinas’ y los ‘Yumbos’ nunca dejan de bailar y gritar en todo el trayecto.
Al mediodía la fiesta se completa y continuará hasta el día siguiente. Las fiestas del Niño Dios, en Quito duran dos días y se celebran una semana antes de la noche buena. Mientras que en Angamarca las celebraciones comienzan el 22 de diciembre y terminan 4 días después.
Terminados los festejos se escoge al nuevo Prioste, que inicia la planificación de la fiesta del 2015, para así mantener una tradición que detiene el tiempo en el acelerado ritmo de vida de la capital.