La docente Aracely Vásquez guía a sus estudiantes en la elaboración de galletas que ellos obsequian a sus padres, en Ibarra. Foto: Álvaro Pineda para EL COMERCIO.
Dos chefs, una ama de casa y un grupo de niños regalaron buñuelos, llapingachos, vicundos y galletas a cambio de una sonrisa y alegría por Navidad.
18 años de ser solidario con los buñuelos
Los buñuelos con miel son el postre predilecto que Patricio Coronel, propietario del restaurante Corvel, ofrece en las cenas y almuerzos que regala desde hace 18 años a niños de la calle y policías de los cantones azuayos de Paute, El Pan y Sevilla de Oro.
Para este chef azuayo, a través de una comida puede ser solidario con quienes más lo necesitan. “No se trata de quedar bien con ellos, sino visibilizarlos y generar espacios para compartir. Son pequeñas acciones que alegran sus vidas”.
El jueves 2o de diciembre del 2018, Coronel recibió a 39 policías de la zona nororiental de Azuay. Les preparó 100 buñuelos con miel, de acuerdo con la receta que aprendió de su madre Rosa Coronel.
Patricio Coronel ofreció una merienda a 39 policias, el jueves pasado. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO.
Dos horas le tomó la preparación en la que también participaron sus tres hijos. Ellos usaron seis libras de harina de trigo, 30 huevos, manteca, panela, levadura y otros ingredientes.
“Escogimos a los policías porque son quienes nos protegen y no siempre son reconocidos, y a los pequeños para que se sientan alegres en esta época”, cuenta Coronel, de 45 años.
El próximo sábado recibirá a 60 niños de la calle, que son apoyados con programas sociales por la iglesia de Paute. Será un almuerzo para el que preparará 150 buñuelos con miel.
El vicundo, el manjar navideño de Bolívar
Bertha Flores elabora este plato típico de la provincia de Carchi. Foto: Álvaro Pineda para EL COMERCIO.
Como lo hacía su madre, Bertha Flores elabora desde hace 15 años los vicundos para celebrar la Navidad junto a su esposo y tres hijos. Se prepara con harina de mote, zapallo, queso, manteca de cerdo, levadura, miel de panela y canela.
El vicundo -parecido a una humita– es un bocadillo de fiesta, típico de Carchi, que sobrevive en el cantón Bolívar, dice Alejandra Puetate, responsable de Cultura del Municipio.
Su nombre proviene de una planta de hojas largas y delgadas, de color verde claro, que tiene un aroma parecido a menta y hierba luisa. Con ellas se envuelve la masa, dando varias vueltas, como un vendaje.
Antes se elaboraba en el Día de Difuntos, Carnaval y Navidad. Pero la tradición se ha ido perdiendo porque demanda mucho trabajo, dice Flores.
Ella destina un día a la búsqueda de las hojas en una loma aledaña a su casa, en la ciudad de Bolívar. Al siguiente día lava, cocina los ingredientes y los mezcla hasta formar una masa.
Los envuelve con las hojas de vicundo, previamente lavadas de una en una, y los hornea por una hora. Del vegetal se desprende un aroma singular que le da un sabor único, dice Flores. La tradición dicta que este manjar se deguste con un vaso de leche.
Entre donaciones, música y alimentos
Homero Miño (centro) toca el acordeón mientras entrega los regalos. Foto: cortesía.
Homero Miño, de 68 años, busca dibujar varias sonrisas con quienes comparte. En esta época regala a los niños la música de su acordeón, su tiempo y sus habilidades en la cocina.
Junto a la Hermandad Internacional de los Chefs, realiza desde hace 20 años esta especie de homenaje a las personas de escasos recursos.
Como la Nochebuena es ajetreada para los chefs, dio su agasajo -una semana antes- a 60 niños de San Juan de Cumbayá, en Quito.
Durante siete días pidió las donaciones de papas, verduras, hortalizas y frutas para el platillo típico que ofrecieron ese día. “Siempre se lleva una propuesta de comida ecuatoriana para que los agasajados también valoren lo nuestro”. Para ellos, preparó llapingachos con un jugo de mora. Le tomó una mañana: doró las tortillas de papa, cocinó la carne, cortó vegetales y decoró cada uno de los 60 platos.
Entre risas comenta que utilizó una táctica para despertar una donación espontánea de juguetes. Pidió a sus alumnas que donaran los peluches regalados por sus exnovios.
A Cumbayá lo acompañaron 15 alumnos de la Universidad San Francisco de Quito, quienes se disfrazaron, cantaron villancicos, llevaron comida, fundas de caramelos y juguetes.
Galletas al horno y solo para los papás
Los niños de La Ronda de Ibarra prepararon las golosinas navideñas. Foto: Álvaro Pineda para EL COMERCIO.
Galletas de figuras elaboradas por ellos fue el regalo de los niños a sus padres. Esta práctica navideña se volvió una tradición en la Unidad Educativa La Ronda de Ibarra.
Los papás recibieron el viernes las galletas guardadas en pequeñas fundas pintadas, en una ceremonia quichua del Kapak Raymi.
“Se comparte lo que uno tiene o lo que se sabe hacer”, les decía Yadira Gallegos, una de las profesoras de este plantel que aplica la pedagogía alternativa Waldorf.
Mientras 22 niños de tres salones recitaban un poema alusivo a la elaboración del bocadillo, las maestras colocaban harina de trigo, mantequilla, levadura y agua. Luego, los estudiantes ayudaron a mezclar el producto.
“Para los pequeños es un juego, con el cual aprenden”, comentaba Sandy Chávez, otra de las educadoras, que completa el proceso de amasado.
Se repartieron trozos de la masa para que los niños elaboraran figuras en pequeñas mesas, utilizando rodillos de madera y figuras metálicas de ángeles, velas, campañas y ovejas. Todos pusieron trozos de chocolate y las llevaron al horno con ayuda de las profesoras. “Este es para mi papi”, decía Salma Moncayo, señalando una réplica de un árbol de Navidad.