Por: LAURA DE JARRÍN
De sonrisa espontánea, llena de vida y muy cálida, así es Nathalie Dupree. Atraída por una exótica fruta, vino al Ecuador por invitación de los productores de la misma quienes, además, están industrializando este producto.
“Si tan solo pudiéramos trabajar unidos para alimentar a todo el planeta, todo cambiaría porque entonces todos estaríamos compartiendo el poder”.Se trata, por cierto, del delicioso aguacate y del aceite que se extrae del mismo y al cual nuestra entrevistada le pronostica una popularidad tan alta como el de oliva. “Es un producto fantástico, tiene tantos nutrientes, tan saludable y al mismo tiempo tan delicioso”, anota.
Nathalie vive actualmente en Charleston, Carolina del Sur, junto a su esposo Jack Bass, un escritor. Antes de casarse y tan pronto cumplió los 40, decidió adoptar dos niños, hoy es una feliz abuela.
Su estrecha relación con la cocina y los alimentos le han llevado por el mundo entero a través de los años, según lo ha podido comprobar, este es un tema apasionante del que nunca se deja de aprender.
“La comida es vida y es la herramienta de control más poderosa que existe, quien tiene la comida controla la familia, la gente los países. Pero, además, la comida es un medio de comunicación pues se puede viajar alrededor del mundo y no hablar los diversos idiomas y, sin embargo, si se entra en cualquier cocina, habrá comunicación”, dice sonriente.
Considera que la gente es lo que come y que por eso los ecuatorianos somos tan diversos, pues ella ha comprobado la gran variedad existente. “Tantas frutas, tantas clases de papas, de maíz, de gente. Tantas culturas en el Ecuador”.
Le pregunto entonces si es que los ecuatorianos somos ‘diversos’ qué serían los estadounidenses y ella suelta una carcajada y contesta: “Somos disparejos”. Pero de inmediato añade que lo bueno que está sucediendo es que la comida junta a la gente y al mismo tiempo nos permite apreciar la individualidad de cada lugar del planeta.
Ella está convencida de que además es la mejor estrategia para mantener a la familia junta, ya sea en casa o en un restaurante se alcanza la socialización frente a un plato sencillo o a uno sofisticado.
Insiste en que la comida es una manera de ejercer poder y pone como ejemplo a los bebés que se niegan a comer y con ello consiguen que la familia entera se ponga a sus pies.
“Ahora que la gente comprende más y mejor los diversos sabores de los alimentos y las comidas en todo el mundo, nos enfrentamos al reto de lograr alimentar a todo el planeta de la mejor manera posible.
¿Cómo llevamos una buena comida a alguien que vive en las montañas o en el desierto y cómo combinamos aquello con el conocimiento de los pueblos que saben cocinar de manera diversa 100 tipos diferentes de patatas?”, se pregunta.
Se siente muy orgullosa de que un alto número de sus estudiantes tengan hoy sus propios restaurantes, servicios de ‘catering’ y otros negocios relacionados con los alimentos, incluso que hayan escrito sus propios libros de cocina.
Su permanente interés por descubrir cosas nuevas y por escribir la llevaron nuevamente a las aulas universitarias y, hace dos años, obtuvo su masterado en escritura creativa (no ficción), por lo que al momento se encuentra trabajando en dos nuevos libros: una enciclopedia de la cocina sureña de los Estados Unidos y otro de sus memorias. También tiene en agenda escribir conjuntamente un libro con su esposo.
Se confiesa enamorada de Ecuador y en sus ojos brilla esa lucecita que lo comprueba. Asegura que este viaje será el primero de muchos.
“Rita y Mauricio (nuestros anfitriones) nos han enseñado todo; la visita a las plantaciones de aguacate y a la planta procesadora de aceite fue increíble. Esos pequeños pueblitos que recorrimos, las diversas comidas que probamos, cada fruta, cada plato han quedado plasmados en mi memoria. La hermosa Quito con su espectacular Centro Histórico, las montañas, la gente tan amable, todo nos invita a volver. Pronto nos volveremos a ver”, me dice y esboza una sonrisa traviesa y feliz.
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