Nadal en baja potencia
Redacción Deportes
Rafael Nadal siempre se destacó por su despliegue en la cancha, por el peso que le ponía a cada tiro. El Nadal de ahora es asombrosamente vulnerable, como si le pesara la raqueta. Nadal era el símbolo de la pujanza. Ahora, carga con el letrero del no puedo.
El cambio en la estrella ha sido violento, al punto que los resúmenes periodísticos de fin de año están reescribiendo sus capítulos dedicados al tenis. El año empezó con el español, ya encaramado en el número uno del escalafón, haciendo llorar al todopoderoso Roger Federer tras barrerlo en la final del Open de Australia. Las lágrimas del suizo, el tenista perfecto, simbolizaban el cambio de una era en el tenis: empezaba el dominio de Nadal, el inagotable.
2009 termina con un Nadal devastado deportivamente. Federer, que parecía condenado a experimentar un lento declive como el de Pete Sampras o Andre Agassi, recuperó el número uno del ‘ranking’ con el gusto de ganar el título de Roland Garros, justamente el bastión de Nadal. Federer pudo convertirse en el tenista con más torneos de Grand Slam y superar su propia perfección.
Se dice que Nadal , que estuvo 45 semanas en el número uno, nunca se recuperó de su derrota ante el sueco Robin Söderling en octavos de final de Roland Garros, que cortó una racha de 31 victorias consecutivas en París. Una lesión fue la excusa del resultado y luego para ausentarse de otros torneos, aunque también han saltado otros factores que lo afectaron, como el divorcio de sus padres y el estrés que le genera divulgar sus horarios privados para someterse a los intrusivos exámenes antidopaje. Los enfermeros, que tienen margen de acción de 24 horas, resultaron más incisivos y odiosos que los paparazis.
También empezó a circular cierta alarma por su cambio físico: se lo ve más delgado y sin los musculosos brazos de Hulk de antes, debido a su intención de perder peso y ganar velocidad. Su portavoz personal, Benito Pérez Barbadillo, afirma que Nadal continúa pesando los 86 kilos de siempre, pero no se le cree mucho. También hay quejas sobre el servicio del español, considerado de baja calidad para su nivel.
Las cifras de Nadal desde mayo son escandalosas para alguien que estaba llamado a defender su número uno. No ha podido ganar un torneo desde ese mes. Falló en Roland Garros, en el US Open, el Masters 500 de Pekín y el Masters 1000 de Shangái.
En esos torneos al menos ganó algunos partidos, pero en el de Maestros de Londres, que terminó ayer, el derrumbe fue vergonzoso: perdió los tres cotejos de primera fase, sin ganar un solo set. Esto está minando su autoconfianza, pues desde su derrota ante Federer en la final de Madrid el 17 de mayo, Nadal perdió nueve de los 10 partidos que jugó ante los 10 primeros del mundo. Su única victoria fue contra el número nueve, Jo- Wilfried Tsonga, en París.
Nadal tiene un último reto para cerrar con dignidad el año: ganar la Copa Davis ante República Checa, cuya final empieza el viernes. Se espera que se olvide de ese tenis demasiado corto y esa incapacidad de hacer daño desde el fondo de la cancha. Sus fanáticos añoran su derecha, antes devastadora y ahora inofensiva. Nadal espera reecontarse consigo mismo y cargue energías para el 2001.