Amsterdam, DPA
Entre Marte y Júpiter hay un asteroide que lleva el nombre de Miep Gies. El homenaje de la Unión Astronómica Internacional fue uno de los muchos de todo el mundo que recibió el año pasado al cumplir 100 años la mujer que rescató el diario de Ana Frank.
Gies lo recibió con humildad. “No fui una heroína”, solía afirmar cuando las personas admiraban la valentía con la que en el pasado había atendido a la familia Frank cuando estaba escondida, en permanente peligro.
“Ayudar a las personas que están en peligro no es una cuestión de valentía, sino una elección entre el bien y el mal que toda persona debe hacer una vez en su vida”, decía.
Foto: ReutersMiep Gies murió ayer por la noche en el hogar de ancianos en que se encontraba tras una corta enfermedad.
“No pasa un día en el que no piense en lo que pasó en ese entonces”, confesó poco antes de su muerte.
El 4 de agosto de 1944 fue el día más dramático. Era un día soleado, según pudieron comprobar Ana y otros siete judíos que se escondían en una casa de Amsterdam, en la calle Prinsengracht 263, mirando apenas por las rendijas de las ventanas tapiadas.
El primero en entrar fue el sargento superior de las SS Karl Josef Silberbauer, seguido de tres nazis holandeses de la llamada Policía Verde.
Ana y los demás fueron deportados a campos de concentración. Solo sobrevivió su padre.
Hasta hoy día no se sabe quién delató a los Frank y se decidió por el mal, a diferencia de Miep Gies.
En ese entonces había en Holanda no solo miles de personas que ayudaron a sus compatriotas judíos y miles de luchadores de la resistencia sino también miles de miembros y colaboradores de las SS.
Y había muchos que delataban a los judíos para cobrar recompensas.
En su libro “Ella se llamaba Ana Frank”, Gies habló de un documento de la policía holandesa en el que decía que “una persona recibió 7 florines y medio por judío, es decir, 60 florines”.
Fue una casualidad que el hombre de las SS que supervisó la detención de los Frank fuera austríaco.
Sin embargo, esta casualidad puede haber contribuido a salvar el diario de Ana Frank.
También Miep Gies era austríaca. Nacida el 15 de febrero de 1909 en Viena como Hermine Santrouschitz, como estaba desnutrida fue enviada a Holanda, donde fue pronto adoptada.
“Era tan simpática”, dijo Silberbauer a los investigadores tras la guerra para justificar que dejara ir a la mujer de acento vienés que encontró en ese entonces en la parte delantera de la casa, donde se hallaba el escondite, en vez de interrogarla.
Es así como Gies logró meterse una vez más en el escondite en la parte posterior de la casa con una colega y rescatar el diario de Ana de las garras de la Gestapo.
“Seguirá asociada por siempre en el inconsciente de las personas con el diario de Ana Frank”, señaló Teresien da Silva de la Fundación Ana Frank.
Ana la nombró varias veces en su diario, como el 11 de julio de 1943: “Casi todos los días Miep (…) consigue en alguna parte verduras y las trae en grandes bolsas en bicicleta. También es ella la que trae todos los sábados cinco libros de la biblioteca. Nosotros esperamos ansiosos la llegada del sábado, como si fuésemos niños pequeños esperando un regalo, porque es el día en el que llegan los libros.”
Gies leyó estas líneas años después. El diario de Ana fue para ella un tabú durante mucho tiempo. Gies sabía que escribía por la gran cantidad de papel que le pedía. “Pero es un secreto”, le decía.
Sin embargo, la misma Ana había pensado en su publicación, lo que llevó a su padre a entregar las anotaciones en 1947 a una editorial.
Después de que la mujer que salvó el diario finalmente lo leyera, se sintió liberada: “Ahora sé que la voz de Ana no se perderá”.
“¿Valió la pena arriesgar su vida para ayudar a los judíos perseguidos?”, fue una de las miles de preguntas que se le hicieron a Gies en su vida.
“Pero claro”, contestaba. “Piense solamente en Ana Frank. Gracias a nuestra ayuda vivió dos años más. Años en los que escribió su diario, que representa para millones de personas una fuente de esperanza e inspiración”.
El diario fue traducido a casi 60 idiomas y se publicaron millones de ejemplares. También fue llevado varias veces al cine y al teatro.
Con casi 90 años, Gies viajó por el mundo para hablar del destino de los judíos en Holanda.
De los alrededor de 140 000 judíos que vivían allí en 1940, antes de la invasión de la Wehrmacht (las FFAA alemanas) -entre ellos unos 14 500 que al igual que los Frank habían huido de Alemania- solo sobrevivieron 5 000.
Alguna vez le preguntaron a Gies si odiaba por ello a los alemanes. “Odio a los alemanes crueles. Pero a los muchos otros que no tuvieron nada que ver con esta crueldad los respeto. Siempre analizo al individuo antes de juzgarlo, ya que toda persona toma sus propias decisiones”.
Y agregó: “Fue un austríaco quien detuvo a mis queridos amigos. Ahí se aprende a no condenar a toda una nación”.