Redacción Siete Días
Antes de pararse a cantar sobre un escenario es necesario tener un poco de experiencia y preparación. Quienes lo hacen junto a solistas o forman parte de un coro ya tienen esta ventaja, y muchos de ellos aspiran tener su propia carrera musical.
Eso sí, estar en un coro y hacer acompañamientos vocales a un intérprete no es lo mismo. Los que practican esta actividad lo saben y coinciden en que ambas tareas son la mejor opción para entrenar su voz.
Gabriela Gómez (23 años) es una de ellas. Cursa el cuarto nivel de música y canta desde niña, cuando ingresó en un conservatorio. Desde hace tres años ha sido el complemento vocal de Damiano, el reconocido compositor nacional autor del tema Ecuador ecuatoriano. Gabriela ha hecho el coro de esta y otras canciones, pero anhela ser solista. Para ella, “la experiencia de formar parte de un coro es enriquecedora porque aprendes a hacer segundas voces y a saber cómo moverte en un escenario”.
Gabriela trabaja en el estudio de Damiano, con quien ha grabado un par de temas y realizado varias giras a escala nacional. Ellos ensayan junto a todo un equipo durante una semana, antes de cada presentación. En diciembre tienen la agenda llena. Para Gabriela, es una carrera sacrificada pero su pasión es más grande. “Es algo que solo tú puedes sentir, pero que sí se logra contagiar”.
Andrés Ponce (30 años) también descubrió su gusto por el canto hace algunos años, y pese a que integra el Coro de la Casa de la Cultura hace ocho años, desea ser la voz principal de su propia agrupación. Motivado por esa idea, creó la banda de rock melódico Midnight Spirit. Opina que cantar es “un sentimiento más que una técnica”. Él repasa en el coro una vez a la semana por cerca de dos horas.
Este tipo de coros, del que es parte Andrés, puede formarse en base a varios tipos de parámetros, como el timbre o la tesitura.
La música es para muchos solo un hobby, pero para Gabriela y Andrés no. Ahora hay un sentido más comercial, y Gabriela se inclinó por esta especialidad porque aún cree que “si es posible surgir”. Andrés concuerda que puede ser una carrera “siempre y cuando se eduque a la voz y se tome a la música en serio”. Ambos opinan que persiste la idea de no creer que se puede vivir de hacer y cantar música. Gabriela creyó que es posible y, en su caso, Damiano ha sido el pilar de este proyecto personal.
Para Anita Morán (26 años) estar detrás de un micrófono tampoco es una tarea fácil, porque dice que se requiere mucha convicción y seguridad. Ella es profesora de parvularia y también corista, pero no se visualiza como una solista. Canta desde los cuatro años y en su familia casi todos los integrantes lo hacen. Ha sido la segunda voz de importantes artistas como Juan Fernando Velasco, Jorge Luis del Hierro, Francisco Terán, Pepe Repani o Isabel Pantoja.
El coro, según Anita, busca “la combinación perfecta junto a otra persona, para lograr un todo”. Según ella, para hacer este trabajo se requiere “tener oído musical”, que es un don.
Otra de sus mejores experiencias fue compartir escenario con Luis Miguel, y recuerda que –así como muchos artistas nacionales– él valora el trabajo de un corista. “Te ven como un colega”, indica. Y destaca que la humildad es un factor importante que ningún artista debe olvidar, y por ello le gustaría ser siempre parte de un acompañamiento o un coro.
El acompañamiento vocal está a cargo de una, cinco o varias personas. Todos pueden cantar junto a un solista aunque no tengan el mismo timbre de voz.
Esta experiencia también la han vivido algunos artistas que ya tienen su espacio en la memoria del público. En nuestro país también ha sucedido. La cantante ecuatoriana Priscila Galessio, por ejemplo, fue corista de José Luis Rodríguez (El Puma). Otro caso es el de Paulina Aguirre, la intérprete de música cristiana y ganadora del Grammy. Paulina ha realizado esta labor junto con artistas como Juan Luis Guerra, Gloria Trevi y Miguel Bosé. Y a escala internacional, una muestra es John Secada, autor de Otro día más sin verte, quien antes de ser solista fue parte del coro de la cantante cubana Gloria Estefan.
Gabriela cuenta que mucha gente quita valor al corista “porque no eres la voz principal y no estás al frente, y casi no te pueden ver”, pero concluye que los coristas son personas a quienes “se debe dar el lugar que se merecen”.
El canto para Andrés tiene una ventaja sobre los demás instrumentos, porque “está siempre apegado a tu vida”. Para Anita, es aquel complemento que precisa para ser feliz. “Lo que yo siento al estar en un escenario es mucho orgullo por la persona con la que estoy trabajando en ese momento; es como una fusión demasiado grande”. Y para Gabriela cantar es lo que más le gusta hacer en la vida, y de alguna manera es irreal. “No importa que nadie te escuche porque es algo que nadie puede topar, aunque lo lindo también es que puedes llegar a alguien”.
En ocasiones, la experiencia no cuenta cuando se tienen miles de espectadores al frente, detallan los cantantes. Los conocimientos técnicos no lo son todo. Gabriela dice que lo más necesario para pararse sobre una tarima es tener “valor y vocación”. Andrés afirma que “si no sientes lo que cantas no transmites eso que sale del alma”.