El gobierno ruso del presidente Vladimir Putin espera que “no regrese la guerra fría” a causa de la situación política en Ucrania, pero está listo para desafiar las sanciones occidentales y las convocatorias al diálogo por parte de Europa.
En una primera reacción a las medidas impuestas por la Unión Europea (UE) y Estados Unidos, Rusia desafió a Occidente al abrir los brazos a la posible anexión de la península ucraniana de Crimea y amenazar con cortar el suministro de gas a Ucrania.
Asimismo, el Gobierno ruso -quien se opuso a la destitución del presidente de Ucrania, Víktor Yanukóvich, quien fugó del país el 22 de febrero- aumentó la tensión internacional al enviar más de 20 000 tropas al sur de Ucrania.
Esto ocurrió un día después que la UE y Estados Unidos decidieran sancionar a Rusia por intervenir militarmente en Crimea. EE.UU., por ejemplo, restringirá las visas y congelará activos de aquellos ucranianos o rusos que considera responsables de la situación en Ucrania.
Mientras la UE suspendió las negociaciones bilaterales sobre las visas como primera sanción contra Moscú.
El panorama se complicó también después que el Parlamento de Crimea pidiera al presidente Vladimir Putin la unión de la península a Rusia y anunció un referéndum para el 16 de marzo. Ucrania tildó de “crimen” el referendo separatista y dijo que disolverá el Parlamento de Crimea.