En el Vaticano se reportó una singular protesta. Mientras los 133 cardenales electores deliberaban a puerta cerrada en el primer día del cónclave para elegir al sucesor del papa Francisco, el humo que surgió no fue blanco ni negro: fue rosa.
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La escena tuvo lugar en un parque con vistas a la cúpula de San Pedro. Allí, un grupo de activistas católicas encendió bengalas de humo rosa en una intervención simbólica para exigir la inclusión de las mujeres en el sacerdocio, según El Tiempo de Bogotá.
“Mientras el mundo espera una fumata negra o blanca, enviamos un humo rosa con la esperanza de que la Iglesia acoja algún día a las mujeres como iguales”, declaró Kate McElwee, representante del grupo Women’s Ordination Conference.
Reclamos por igualdad en el cónclave
El acto, según El Tiempo de Bogotá, fue una parodia directa de la fumata blanca que tradicionalmente anuncia la elección de un nuevo pontífice. Miriam Duignan, portavoz del Instituto Wijngaards de Investigación Católica, fue enfática: “No pueden seguir ignorando al 50% de la población católica”.
El papel de las monjas
Duignan criticó el hecho de que durante el cónclave las únicas mujeres visibles para los cardenales sean “las monjas que sirven la comida y limpian las habitaciones”. Y agregó: “El próximo papa debe tener el coraje de abordar seriamente la cuestión de la inclusión femenina, algo que ni siquiera Francisco ha hecho del todo”.
Aunque el pontificado de Francisco se destacó por promover a mujeres a cargos de mayor responsabilidad dentro de la Curia, ellas siguen vetadas del sacerdocio y, por ende, de los niveles más altos de poder eclesial. “Incluso el sacerdote más joven será superior a la mujer más experimentada”, lamentó Duignan.
Gabrielle Fidelin, de la asociación feminista Magdala, calificó esta desigualdad como un “pecado”. Las activistas recordaron que, en los primeros siglos del cristianismo, las mujeres desempeñaban roles importantes dentro de la estructura eclesiástica, situación que cambió con reformas medievales.
El documento sinodal de octubre pasado reconoció la invisibilización de las mujeres, pero eludió la posibilidad de ordenarlas como diáconos, una decisión que ha causado decepción. Solo uno de los cardenales electores manifestó en privado su apoyo a la ordenación femenina, según Duignan, aunque su identidad se mantiene en reserva.
La protesta, reportada también por El Tiempo de Bogotá, reabre el debate sobre la igualdad de género en el seno de la Iglesia católica, un tema que sigue dividiendo aguas entre fieles y jerarquía.