Ucrania denunció el domingo 2 de marzo “una declaración de guerra” por parte de Rusia y anunció la movilización de sus reservistas, después de que Moscú amenazara con intervenir militarmente en su territorio.
Poco antes de una reunión de los embajadores de los 28 países de la OTAN, el secretario general de la alianza atlántica, Anders Fogh Rasmussen, instó a Rusia a “cesar sus actividades militares y sus amenazas” a Ucrania y consideró que Moscú “amenaza la paz y la seguridad en Europa”.
“Es una alerta roja. No es una amenaza, es de hecho una declaración de guerra a mi país”, dijo el primer ministro ucraniano, Arseni Yatseniuk, quien indicó que Ucrania se encuentra “al borde del desastre”. “Exigimos al presidente Putin la retirada de sus fuerzas armadas” y a acogerse “a las obligaciones internacionales” y a los acuerdos entre ambos países, añadió el jefe de gobierno.
El director del Consejo de Seguridad Nacional de Ucrania, Andrii Parubii, había anunciado poco antes el despliegue de los reservistas ucranianos para “garantizar la seguridad y la integridad territorial de Ucrania”, tras la “violación por Rusia de los acuerdos bilaterales, en especial, respecto a la flota del mar Negro“.
El parlamento ucraniano se reunió el domingo en una sesión extraordinaria a puerta cerrada para abordar las medidas a tomar, después de que el sábado, a petición de Putin, el senado ruso autorizara el recurso a las fuerzas armadas en territorio ucraniano, indicó un diputado.
El presidente interino de Ucrania, Olexandre Turchinov, puso en estado de alerta a las fuerzas armadas ucranianas, a las que muchos consideran mal equipadas y faltas de financiación.
Durante una rueda de prensa en el Parlamento, Yatseniuk instó también a sus “socios occidentales” y a “la comunidad internacional” a que apoyen a “la integridad territorial” de Ucrania y hagan “todo lo posible para detener un conflicto militar provocado por Rusia“.