Flores, velas y mensajes dejados en memoria del sacerdote Jacques Hamel, asesinadoen un atentado yihadista, delante de la iglesia de la localidad de Saint Etienne du Rouvray (Francia). Foto: EFE
Adel Kermiche y Abdel Malik Petitjean degollaron a un cura en el noroeste de Francia en nombre del grupo Estado Islámico. Sin embargo, sus padres habían intentado de todo para enmendar su conducta. ¿Cómo se vive cuando un hijo se radicaliza?
Preocupada por las intenciones del viaje a Siria del joven Adel, la familia Kermiche se dirigió rápidamente a las autoridades para señalar su desaparición en la época de su primer intento, en marzo de 2015.
Tras intentarlo por segunda vez, en mayo de 2015, su madre se confió al diario suizo La Tribune de Genève, mencionando un “chico feliz ” que fue “ embrujado, como en una secta” . La familia intentó enderezar al joven a cualquier precio. En vano.
Más de un año después, Adel Kermiche y Abdel Malik Petitjean, ambos de 19 años, juraron fidelidad al grupo yihadista Estado Islámico. El martes, entraron en una iglesia de Saint Etienne du Rouvray (noroeste) y degollaron al cura Jacques Hamel, de 86 años.
Más de un año antes del ataque, la madre de Adel reconocía verse superada por la situación: “no sabemos a quién acudir para que nos ayude”.
Cada vez hay más familias afectadas por fenómenos de radicalización o por la partida repentina de un pariente, que buscan apoyo en asociaciones.
Según las últimas cifras, al menos 680 nacionales franceses o residentes en Francia estarían presentes en Siria e Irak.
“Totalmente impotentes” , las familias que acuden en busca de ayuda a las asociaciones atraviesan un “gran sufrimiento” , y a menudo carcomidas por un “ gran sentimiento de culpabilidad ” , explicó a la AFP Amélie Boukhobza, psicóloga clínica y miembro en la organización Entr’Autres, presente en toda Francia.
El objetivo de estos actores no es tanto ayudar a los menores radicalizados, “que de todas formas no piden [esta ayuda]” como a los padres.
Entre el amor y los reproches
“No hay perdón” , reconoce la especialista, aunque “el amor parental está presente todo el tiempo” a pesar de todo.
“Te quiero, me haces falta” , le dejaba en un mensaje el miércoles en el buzón de voz de su hijo la madre de Abdel Malik Petitjean, segundo yihadista de Saint Etienne du Rouvray. Ella no podía creerse la implicación de su hijo, que estaba a punto de ser revelada.
Incluso cuando los hijos se van, las familias intentan mantener un vínculo, algunas tienen contacto regular e incluso cotidiano.
Se envían fotografías, videos, se cuentan su día a día, el tiempo que pasa, antes de que aparezcan “los reproches” : los hijos tratan a sus padres de “infieles” , les recriminan que quieran seguir viviendo en Occidente, explica Amélie Boukhobza. Una agresión adicional contra los padres.
“Corté toda relación [con mi hija] hace cinco meses”, confiesa Ivan Sovieri, cuya hija, A., de 29 años, se fue a Siria junto a su esposo e hijos. “A veces sufría cuando hablábamos, no quería saber nada más de ella” , cuenta.
Tras algunas conversaciones tensas, A. llegó incluso a alejar a su padre.
“Para mi hija, solo cuenta Alá y nada más”, considera Ivan Sovieri, convencido de que “no la volverá a ver” .
“Para estas familias, una salida hacia Siria o Irak significa de todas formas una muerte. Es una pérdida casi certera al 99%”, reconoce Patrick Amoyel, psicoanalista y responsable de Entr’Autres.
A esto se añade el pánico omnipresente de que su hijo sea responsable de un atentado.
Cada vez que ocurre un ataque en Francia, “las familias solo tienen un temor: ¿acaso ha vuelto mi hijo, mezclándose entre la gente, y a cometido este acto?” , explica Amélie Boukhobza.
“No hay nada que hacer”, lamenta Ivan. “Sólo cruzar los dedos para que no les ocurra nada allí”.