AFP y Redacción Siete Días
La boda de la princesa heredera de Suecia, Victoria, criticada por ser demasiado cara, excesivamente vistosa y arcaica, revivió el sentimiento antimonárquico en ese país, pese a que la familia real en sí es bastante popular.
“Nos caen bien”, reconoce Mona Abou-Jeib Broshammar, que lidera la Asociación Republicana de Suecia, al referirse a la familia real. “No hacen daño a nadie. El problema es que heredan el poder”, dice.
Suecia es una monarquía constitucional, que pertenece a la Unión Europea desde 1995 y que se encuentra liderando los ‘rankings’ más progresistas del mundo: ocupa el séptimo lugar en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU y el primero en el índice democrático elaborado por The Economist.
Con tales credenciales de presentación, muchos se cortocircuitan al tener que aceptar que un país tan avanzado esté anclado a un sistema que perciben como retrógrado.
En medio de esta polémica, la mayoría de los medios igualmente se volcó con los preparativos de la boda celebrada ayer entre la princesa Victoria, de 32 años, y Daniel Westling, de 35 años, propietario de gimnasios de lujo. Al mismo tiempo la oposición a la monarquía se ha disparado.
Según un sondeo reciente, en las últimas dos décadas, el número de suecos que quiere abolir la monarquía se ha duplicado, ahora es el 28%. Y el año pasado, el número de miembros de la Asociación Republicana se duplicó hasta superar los 6 000.
Pero esta oposición “no tiene nada que ver con las personas, realmente”, insiste Peter Althin, abolicionista y abogado, en un documental sobre la monarquía emitido el lunes pasado en la televisión pública sueca.
Para Broshammar, el creciente sentimiento antimonárquico en Suecia se debe a la necesidad de “evaluar nuestras alternativas democráticas”.
La distinción es clara en la página web de la asociación, en la que se pueden ver llamamientos a la abolición de la monarquía junto a mensajes que expresan sus preocupaciones por las restricciones a las que están sometidos los miembros de la familia real.
Por ejemplo, se puede ver un retrato de Victoria junto al de una mujer con velo integral y más de un comentario sugiere que, en Suecia, la princesa es la más oprimida de las dos. “Según la Constitución sueca, una de estas mujeres tiene que pedirle a su padre permiso para casarse con el hombre que quiere”, dice uno de los comentarios. “Una de estas dos mujeres no tiene, según la Constitución sueca, derecho a la libertad de expresión”.
Según las leyes de sucesión al trono, el heredero o heredera no puede casarse sin el consentimiento de su padre, el Rey, y del gobierno. Además de esta imagen retrógrada, los abolicionistas denuncian que el fastuoso tren de vida de la realeza lo financian los ciudadanos con sus impuestos.
Según el jefe del estado mayor del rey, el general Haakan Petterson, la suma destinada a los gastos reales en el 2010 superó los 100 millones de coronas (unos 12,8 millones de dólares).
Según Broshammar el despliegue mediático en torno a la boda, y en torno a otros miembros de la monarquía, explican en gran parte la creciente oposición a la monarquía. Y esto ha exasperado a la población, según él.