Hace un año no había en el mundo otro ministro de salud con más estrés que el mexicano José Ángel Córdova, tras surgir en su país la primera pandemia del siglo: la gripe AH1N1, que en poco tiempo atravesó fronteras provocando la muerte de 17 798 personas.
Un año después de declarada la alerta por la gripe AH1N1, que popularizó el uso de mascarillas, puede decirse que México sobrevivió al virus que contagió a 72 000 personas y provocó la muerte de 1 200, muchas menos de las previstas.
El aquejado sistema de salud mexicano parece haber soportado la prueba y la economía se resintió, pero ahora está en mejoría.
El 23 de abril del 2009, cuando se declaró la alerta, no se sabía mucho del nuevo virus y los escenarios que se calcularon indicaban que tan solo en México “podíamos tener dos millones de enfermos, con un millón de muertos en tres meses”, indica Córdova.
Médicos mexicanos veían atónitos que en plena primavera se multiplicaban neumonías atípicas que mataban en cuestión de días a varios pacientes por día.
“Tenía temor, angustia de que (el escenario previsto) pudiera suceder y de que pudiera desencadenar una crisis social”, recuerda Córdova, que aquellos días no dormía más de tres horas seguidas. Las autoridades mexicanas creyeron que el primer caso era el de un niño de Veracruz, pero después comprobaron que fue una mujer del norte del país.
Ambos se salvaron, pero mientras se recuperaban el virus se propagó a otros estados.
La zona metropolitana de Ciudad de México, con 20 millones de habitantes, fue la más castigada. La alerta sanitaria vació las calles de la capital, redujo el transporte y paralizó el comercio. Las clases se suspendieron dos semanas, los restaurantes, cines, museos, teatros y estadios fueron cerrados y se cancelaron las misas.
Las prevenciones que se extendieron a todo el país agravaron la situación de la economía mexicana, ya contagiada por la crisis financiera internacional. El PIB cayó 10,3% en el segundo trimestre del año. Los aeropuertos estaban vacíos porque algunos países como Perú, Ecuador, Cuba y Argentina restringieron los vuelos hacia México. El turismo -tercera fuente de ingresos, después del petróleo y las remesas- registró una disminución de 11,4% de visitantes extranjeros en el 2009.
Los hábitos de los mexicanos cambiaron drásticamente durante meses. La gente dejó de saludar dándose la mano o un beso y evitaba compartir utensilios laborales. Ahora todo parece haber quedado en el olvido y lo único que persiste es cierto cuidado al estornudar. Un año después, Córdova dice que el virus AH1N1 “se encuentra en un momento de control muy estable”. Se han vacunado a 24 millones de personas.
Empero, en el mundo sigue circulando sin respuesta la pregunta sobre si la decisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de declarar la primera pandemia del siglo XXI fue un exceso de dramatización o incluso si estuvo supeditada a intereses comerciales. “Es una decisión que costó enormes cantidades de dinero, que alarmó a la población de todo el mundo de manera innecesaria”, dice Paul Flynn, parlamentario británico que dirige una investigación del Consejo de Europa sobre el tema.
Flynn subraya que se destinaron enormes cantidades de dinero para adquirir antivirales y vacunas que, finalmente, no fueron utilizadas por el escepticismo de la población a vacunarse.
En Francia, por ejemplo, la compra de 94 millones de dosis de vacunas costó 600 millones de euros pero menos del 10% de la población se vacunó. EE.UU. destinó USD 1880 millones a la compra de vacunas, Alemania 380 millones y España 125. Ecuador adquirió un millón de vacunas en USD 7,5 millones.