El Salvador se viste de fiesta para honrar a su santo más querido

Imágenes del Monseñor Romero fueron colocadas en los lugares donde se celebrará la beatificación. Foto: AFP

Imágenes del Monseñor Romero fueron colocadas en los lugares donde se celebrará la beatificación. Foto: AFP

Imágenes del Monseñor Romero fueron colocadas en los lugares donde se celebrará la beatificación. Foto: AFP

La capital salvadoreña vive un clima de fiesta este viernes, 22 de mayo, víspera de la ceremonia popular en que su figura más reverenciada, el asesinado arzobispo Óscar Arnulfo Romero será elevado a los altares como beato de la Iglesia Católica.

Las principales vías de la normalmente congestionada capital estaban adornadas con imágenes de Romero que dan la bienvenida a los visitantes a San Salvador, “sede de la beatificación”.

Este viernes amanecieron cerradas algunas de las principales arterias capitalinas que rodean la Plaza Salvador del Mundo, donde una multitud de obreros trabajaba en instalar toldos, tarimas, pantallas gigantes y sistemas de sonido para la fiesta del sábado.

Grupos de jóvenes anticiparon el clima festivo en la plaza, donde llegaron con guitarras entonando canciones en homenaje al beato.

El ministro de Turismo, José Napoleón Duarte, dijo que esperan 285 000 personas en la ceremonia religiosa de beatificación, gran parte de los cuales llegaron del extranjero.
“La ocupación hotelera del Gran San Salvador es de 100%” por la presencia de peregrinos que llegaron a la ceremonia, algunos de los cuales arribaron en vuelos fletados desde Europa, Estados Unidos y América del Sur, según el ministro.

Desde el viernes, 3 700 policías y soldados se encargaron de dar seguridad a la capital en espera de la beatificación.

El tour de Monseñor 

Muchos de los visitantes, salvadoreños y extranjeros, aprovecharon el clima festivo previo a la ceremonia para visitar los sitios históricos de Romero, recordado como “la voz de los sin voz” en un país marcado por las profundas desigualdades sociales y la violencia.

En la Catedral de San Salvador, la canadiense Christie McNeil, de 28 años, llegó para visitar la cripta del sacerdote. “Monseñor Romero era una leyenda cuando yo nací, y toda mi vida he escuchado hablar de él. Aprendí a admirarlo y amarlo por mis padres, que se identificaron con su lucha por los pobres. Esto (la beatificación) no me lo podía perder por nada en el mundo”, comentó antes de bajar a la cripta.

El viernes, el serigrafista salvadoreño Julio Alberto Chávez, se arrodilló frente a la tumba cubierta por una estatua de bronce del beato con un estandarte que él mismo fabricó como homenaje a su 'santo'.

"Vine de Jucuapa (este) para estar en este momento tan importante. Monseñor hizo un milagro en mi familia, mi hermana se curó de cáncer por su intercesión, por esto vine con ella, mi hijo y mi sobrino", dijo.

Alrededor de la Catedral, donde las calles están abarrotadas de vendedores ambulantes, algunos puestos ofrecen a los visitantes recuerdos del religioso asesinado por elementos de la ultraderecha, que no toleró su clamor de justicia social y de poner fin a la represión.

Por USD 5 se puede comprar una camiseta con el rostro de Romero, un dólar por un afiche que recoge algunas de sus frases más recordadas, USD 2 o 3 alcanzan para un video de alguno de los muchos documentales, reportajes y películas inspiradas por el religioso.

Otros visitantes se dirigen al llamado “hospitalito”, un centro de atención de pacientes con cáncer en cuya capilla Romero fue asesinado de un disparo en el pecho el 24 de marzo de 1980 mientras oficiaba misa.

Voluntarios decoraban el sitio con banderas y flores de papel para recibir a los visitantes que no paran de llegar.

En el sitio está la pequeña casa en que vivió durante su arzobispado, de 1977 hasta su muerte, donde visitantes pueden ver los bienes personales de Romero, incluyendo el vehículo que usaba y sus ropas.

Pero Romero no es unanimidad en su propio país, donde salvadoreños de derecha aún lo ven con recelo.

Pero para Marisa d'Abuisson, hermana del fallecido mayor Roberto d'Abuisson, señalado como autor intelectual del magnicidio, los tributos muestran que “a monseñor se le hace justicia divina, pero hace falta la justicia en la tierra”, porque nadie ha sido sentenciado por el caso.

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