La Revolución Francesa tuvo tanta influencia en el mundo occidental y Ecuador no fue la excepción, a tal punto que cuando el presidente Alfredo Baquerizo Moreno (1913 y 1915) visitó Riobamba fue recibido con un menú redactado en francés.
Así recuerda el candidato a doctor en Historia en la Universidad Andina, Franklin Cepeda, la importancia de ese acontecimiento histórico. La Revolución Francesa, del 14 de julio de 1789, cuyo aniversario 221 se celebró el miércoles pasado, fue el cambio político más importante que se produjo en Europa, a fines del siglo XVIII.
No fue solo importante para Francia, sino que sirvió de ejemplo para otros países, en donde se desataron conflictos sociales similares, en contra de un Régimen anacrónico y opresor, como era la monarquía francesa.
Cepeda recuerda que al país llegaron obras de los Ilustrados que influenciaron en los gestores del movimiento independentista que se hallaba en ciernes.
Sin embargo, sostiene que no caben puntos de comparación entre la Revolución Francesa y la Revolución Ciudadana, el proyecto político del gobierno de Rafael Correa. “La Revolución Francia es un hecho complejo, de una larga maduración que obedecía a dificultades muy arraigadas, una conflictividad social exacerbada en el Antiguo Régimen; en cambio la Revolución Ciudadana es un intento contemporáneo de reencauzar la administración del país, con sus aciertos y tropiezos”. No tenemos acá, agrega, una cabeza absolutista, “lo que hay es un liderazgo mal entendido por parte del líder (Correa) que, sin duda, tiene grandes cualidades, pero es esclavo de su carácter, poco dueño de su temperamento”.
Para Galaxis Borja, doctora en Historia, por la recuperación del concepto de la ciudadanía “como un sujeto que tiene derechos y deberes, hay un parangón entre la Revolución Francesa y la Revolución Ciudadana de Ecuador“.
Durante el reinado de Luis XIV (1643-1715), Francia se hallaba bajo el dominio de una monarquía absolutista; el poder del rey y de la nobleza eran la base de ese régimen. Pero el Estado se encontraba en una situación económica muy precaria, que se agravó por el mal gobierno de Luis XV (bisnieto de Luis XIV), y que tocó fondo durante el reinado de Luis XVI.
Los nobles consecuentemente sufrían dramas financieros, el clero no recibía el diezmo por parte del pueblo, la burguesía quería acceder a cargos públicos y los campesinos estaban cansados del poder feudal.
El 14 de julio de 1789, la burguesía se vio apoyada por un gran sector explotado por la nobleza, los campesinos, que en medio de una agitada multitud revolucionaria formada por hombres y mujeres, saturados de injusticias y de hambre. Ellos se dirigen violentamente a la Bastilla, símbolo del Régimen absolutista, que funcionaba como cárcel de los opositores al sistema de Gobierno, y la toman por la fuerza.
Cepeda señala que cuando los regímenes se anquilosan, van minando su propio poder, porque se generar fuerzas conflictivas que reaccionan y exigen un cambio de timón drástico. Eso sucedió con la Revolución Francesa.