Restaurantes a puerta cerrada, una aventura gourmet

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La Nación, Argentina,  GDA y Redacción Siete Días

Con pocos años en el mercado, el modelo de restaurantes a puertas cerradas está en crecimiento. Se trata de casas particulares que ofrecen degustar propuestas culinarias innovadoras en un ambiente tranquilo y relajado. Están algo escondidos, ya que no poseen cartel identificatorio ni publicidad de ningún tipo y su difusión es a través del boca a boca de sus clientes que los recomiendan a amigos y conocidos.

La experiencia para los comensales es distinta. Llegan a la casa de un completo extraño y a veces hasta se sientan en una mesa junto a otros desconocidos.

Muchos de los restaurantes a puertas cerradas nacieron ante la necesidad de los chefs de liberarse creativamente de las directivas de un establecimiento formal. Querían expresarse sin limitaciones y ello derivó en un espacio, generalmente en su misma vivienda, donde el menú es preparado a criterio y gusto del creador.

Un experimento que se volvió negocio

Dan Perlman es el chef de Casa Saltshaker, en Buenos Aires, y cada jornada recibe comensales dispuestos a saborear sus platos y pasar una velada amena.

“Al principio era una prueba para ver si había un mercado para mi estilo de comida”, admite sobre este emprendimiento. “Simplemente esto no es un restaurante. Es una cena en nuestra casa, en nuestra mesa, con la comida que preparamos para la noche, sin opciones”.

Por su parte, Alejandro y Rosana, dueños de La Cocina Discreta, otro de los restaurantes de este tipo que están regados por la capital argentina, apuntan a brindar una estadía distinta y completa.

“No es un lugar a donde solo se va a comer, se viene a disfrutar. La propuesta es íntima y exclusiva, jugamos con el objetivo de generar una fusión de sensaciones; lo visual, lo auditivo y sensitivo. Los invitados tienen la oportunidad de conocernos”.

En La Cocina Discreta la carta propone varias opciones. “Siempre ofrecemos dos entradas, tres elecciones para el principal y un único postre. En cada paso respetamos los diferentes gustos tratando de ofrecer la mayor variedad de sabores e ingredientes en cada plato, y desde ya que cada plato presente diferentes condimentos, colores y texturas”, señalan.

En confianza

En algún punto de la ciudad porteña está Ezequiel Gallardo, el propietario de Treinta Sillas. Él concuerda con que el trato diferencial hacia el consumidor marca la diferencia.

“Es distinto por el nexo tan personal que se logra con el cliente. La gente viene con otra mentalidad a cenar. Muy relajada, sin apuro y muy bien predispuesta. No hay mucha gente y no hay nadie esperando tu mesa”.

El armado del menú es otro ítem clave de este tipo de establecimientos. Suelen ser fijos y elaborados con los mejores ingredientes disponibles en el mercado. Perlman, de Casa Saltshaker, explica: “Cada semana elaboro uno diferente de cinco pasos, con platos que quiero preparar; algunos nuevos, otros no”.

Juanita Posternak, creadora del restaurante de comida judía Mis Raíces, afirma que prefieren brindar “un menú completo y tradicional. Se ajusta para las fiestas y celebraciones judías”.

En tanto, Santiago Mymicouplo, integrante de Casa Coupage, una pionera en el rubro, cuenta el proceso mediante el cual se determinan los pasos a servir.

“Los chefs se sientan cada dos meses a pensar juntos el menú de la próxima estación. Seleccionan los productos disponibles según la temporada”.

La satisfacción y buena crítica de los clientes resulta fundamental. “La publicidad más efectiva para nosotros siempre ha sido el boca a boca. Nada más confiable que la recomendación de aquel que comparte tus gustos y ha pasado por la experiencia”, explica Mymicouplo.

Tener presencia en la web también se ha transformado en una forma efectiva a la hora de promocionar sus servicios. Juanita Posternak explica: “Trabajamos desde hace 26 años y ya tenemos nuestra clientela. Ahora además mucha gente se entera a través de Internet. Figuramos en las principales guías online”.

Aunque esta práctica es apta para cualquiera, la mayoría de los chefs y dueños coinciden en que existe un público específico que elige vivir la experiencia del restaurante a puertas cerradas.

“Vienen los que tienen un sentido de aventura para algo diferente, los que les gusta la comida y una mezcla de gente de todos los lugares, edades y clases”, afirma Perlman. “La gente que llega es muy variada. Creo que se podría decir que el cliente más frecuente es el que realmente aprecia el vino y la buena mesa; el que valora lo grande expresado con modestia y en medidas imperceptibles para quien no sabe ver”, señala Mymicouplo. “La gente se siente cuidada y atendida como seres humanos y por seres humanos”.

En todas partes

En el norte de Cataluña también se ofrecen estos servicios. En muchos casos se trata de viejas ‘masías’ (quintas) familiares, enclavadas en el medio de la montaña, a las que no se puede acceder si no se las conoce previamente. La propia familia atiende con menúes por lo general cortos, y dedicados casi exclusivamente a comidas hechas a base de productos de sus propias granjas.

En Shanghái, un restaurante cuyo nombre es Closed Door (Puerta cerrada) es uno de los más famosos y exclusivos de la localidad, y curiosamente su especialidad es la comida italiana.

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